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Caras y Caretas

           

Los niños de Gaza

Las principales víctimas de la guerra desatada el 7 de octubre son las infancias gazatíes. También las mujeres, aunque en menor medida. Casi cuatro mil niñas y niños palestinos murieron desde entonces, y otros tantos sobreviven en condiciones infrahumanas.

“…venían por el cielo a matar niños,/ y por las calles la sangre de los niños/ corría simplemente, como sangre de niños” (Pablo Neruda).

Escrita en distintos idiomas, la más triste de todas las consignas ondea en tribunas de clubes de fútbol, en pabellones de campus universitarios, en las fábricas de armas de Gran Bretaña, en las movilizaciones desde Estambul hasta Nueva York, desde Kuala Lumpur hasta Santiago de Chile: “Hay que guardar silencio cuando los niños duermen, no cuando los niños mueren”.

El gobierno de Benjamín Netanyahu presenta la invasión a Gaza como el legítimo ejercicio del derecho de su país a la defensa, una represalia a la altura de la mortífera incursión contra las comunidades y puestos militares israelíes que rodean el sur de la Franja de Gaza.

En el ataque más sangriento de la historia de Israel en 75 años, fueron asesinadas alrededor de 1.400 personas, entre ellos niños y bebés. Israel no ha precisado cuántos. También habría unos treinta niños entre los rehenes secuestrados por las milicias de Hamas, la Yihad Islámica y las otras organizaciones. Uno de ellos es Francisco Tropepi, un bebé argentino de nueve meses.

Para el mundo árabe, en cambio, las tres semanas de bombardeos implacables contra los palestinos de Gaza y los ataques diarios de colonos y soldados a los palestinos de Cisjordania remiten al escenario más temido: una segunda Nakba, la “catástrofe” de 1948 que culminó con la expulsión de al menos 750 mil palestinos, forzados a dejar para siempre sus hogares tras la creación del Estado de Israel.

Un hombre palestino lleva el cuerpo de un niño muerto en ataques israelíes, en medio del conflicto en curso entre Israel y Hamás, en un hospital, en el centro de la Franja de Gaza, el pasado 5 de noviembre. Foto NA: REUTERS/Mohammed Salem

La prisión más grande del mundo

Insospechables de antisemitismo, funcionarios de Naciones Unidas piden el cese del fuego y hablan de una catástrofe humanitaria sin parangón, genocidio y limpieza étnica. La constitución de un corredor humanitario significativo también ha fracasado: los camiones entran con cuentagotas.

Después de que el secretario general de la ONU, António Guterres, argumentó que los ataques del 7 de octubre “no vienen de la nada”, sino tras “56 años de ocupación asfixiante”, y que el castigo colectivo viola del modo más flagrante las leyes internacionales que protegen a la población civil, el gobierno de Netanyahu pidió su renuncia con gran escándalo.

La superficie de Gaza es de 365 kilómetros cuadrados. Allí viven dos millones de almas, lo que la convierte en una de las zonas más pobladas del mundo: la mitad son niños, niñas y adolescentes. La enorme mayoría de quienes viven en la Franja no han salido jamás del minúsculo territorio. Por lo menos el 70 por ciento de sus habitantes son tercera generación de los expulsados en 1948.

En 2005, el gobierno israelí, harto del costo político y económico de una ocupación inmanejable, evacuó al Ejército y levantó las colonias implantadas en el territorio. Sin embargo, retuvo el control directo sobre seis de los siete cruces terrestres y una “zona de amortiguamiento” a la que no pueden acercarse los palestinos.

El séptimo paso, Rafah, es controlado por Egipto, que mantiene un bloqueo estricto. Abre y cierra el paso a su antojo, a veces durante meses. Los famosos túneles de Gaza han sido una vía para entrar clandestinamente desde armas hasta vacunas.

Esto significa que Israel decide todo lo que entra y todo lo que sale de Gaza, desde seres humanos hasta cuadernos. Además, controla la provisión de agua, electricidad, combustible, telecomunicaciones y otros servicios públicos. El historiador israelí Ilan Pappé la ha llamado “la prisión a cielo abierto más grande del mundo”.

Ahora, la “prisión a cielo abierto” está siendo reducida a ruinas. Tras más de tres semanas de bombardeos, el nivel de destrucción “no tiene precedentes”, dijo Philippe Lazzarini, el jefe de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (Unrwa, por sus siglas en inglés).

Un niño palestino reacciona ante los daños sufridos en una escuela gestionada por la ONU que acoge a desplazados, tras un ataque israelí, en Jabaliya, en el norte de la Franja de Gaza, el 2 de noviembre último. Foto NA: REUTERS/Fadi Whadi

Los niños y niñas de Gaza

La mitad de los gazatíes son niños o adolescentes. Desde 2007, ha habido cinco guerras entre Israel y Hamas, con consecuencias devastadoras para la población civil. Con el argumento de que los milicianos se esconden en las zonas residenciales, Israel ha pulverizado escuelas, hospitales, las plantas potabilizadoras de agua, las centrales eléctricas, en general la infraestructura.

Esta quinta guerra, sin embargo, ha superado todo lo conocido. Al 2 de noviembre, de los 9.061 muertos palestinos en la Franja de Gaza, 3.760 son niños de no más de 12 años, y 2.326 son mujeres. Juntos abarcan el 70 por ciento del total de los caídos.

“Gaza se está convirtiendo en un gran cementerio de niños”, confirmó el martes 31 de octubre James Elder, vocero de Unicef, la oficina para la infancia de Naciones Unidas. Además, “otros mil niños podrían estar atrapados o muertos bajo los escombros”, advirtió, con una crispación poco frecuente en los distantes y educados funcionarios de los organismos multilaterales.

Es que en la Franja de Gaza, como muestran infinidad de imágenes en la crónica visual de la guerra en tiempo real, los escombros se remueven con palas comunes o directamente con las manos: un certero bombardeo israelí redujo a la nada, en los primeros días del ataque, el local de los bomberos y rescatistas de la ciudad de Gaza.

“Las amenazas van más allá de las bombas. Las muertes de niñas y niños por deshidratación son una amenaza creciente porque la producción de agua de Gaza alcanza apenas el 5 por ciento del volumen necesario debido a que las plantas desalinizadoras no funcionan, están dañadas o carecen de combustible”, añadió Elder.

En una suma y resta siniestra, Unicef subraya que el número de niños asesinados desde el 8 de octubre en Gaza supera el número de los niños asesinados anualmente en todas las zonas de conflicto del mundo desde 2019.

Es inimaginable el dolor de esos adultos cuando les escriben con marcador el nombre en el cuerpo para que, si es necesario, puedan ser identificados. Las cifras hacen inútil cualquier adjetivo. La ONG internacional Save the Children tiene otras estadísticas: cada diez minutos, asegura, muere un niño palestino en la Franja de Gaza.

Las imágenes de mujeres muy jóvenes que se niegan a entregar a su bebé muerto se multiplican: “Dejalo dormir en mi falda, no me lo quites”, aúlla una reteniendo como loca un pequeño envoltorio blanco. En los patios de los hospitales, donde se apilan los cadáveres, pululan criaturas flacuchentas, de ojos muy grandes y oscuros, aferradas a los sudarios que envuelve el cuerpo de la que fue su mamá. Muchos se han quedado solos en el mundo o se ignora quiénes son.

El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se permitió poner en duda las estadísticas de muertos y heridos porque las elabora el Ministerio de Salud gazatí –bajo control de Hamas, puntualizó la prensa occidental. Al día siguiente el Ministerio publicó, uno por uno, el nombre de los pequeños caídos.

Los desplazados son más de un millón, dice la ONU. Deambulan por las carreteras, escuelas, campamentos y campos de refugiados, la mayoría de Naciones Unidas.

El más poblado, el de Jabalia, fue bombardeado por Israel en tres oportunidades hasta convertirlo en casi nada. Hay decenas de muertos, miles de heridos y miles de desaparecidos. Un video cruel muestra una enorme ronda de niños que cantan y juegan con sus ¿maestros? y cómo echan a correr porque llegan los misiles. Después de ese video, Jabalia fue bombardeado dos veces más.

En un impactante video del diario New York Times, una docena de niños desde los 5 años dan un testimonio estremecedor de qué es ser niño o niña en Gaza. La mayoría dice que no puede dormir, que quiere volver a su casa, o a su escuela, que no tiene a dónde ir. Una nenita de ¿9? ¿10? años grita que buscó los pedazos de su familia en los escombros. ¿Cabe tanto dolor en ese cuerpecito?

Sin luz, sin agua, sin comida, sin medicamentos y sin hogar. El comisionado de la ONU para los refugiados palestinos, que logró entrar a Gaza desde Egipto el 31 de octubre, contó que los chicos le pedían “un traguito de agua, un pedacito de pan”.

Esta semana, el director de la oficina de Nueva York del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, Craig Mokhiber, dio un sonoro portazo. “Estamos viendo un genocidio ante nuestros ojos”, acusó, y denunció “la complicidad de la ONU y Occidente” en una carta de renuncia enviada al alto comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk.

Médicos sin Fronteras, que se ha hartado de pedir un alto el fuego, no cesa de informar que están operando a niños sin ninguna clase de anestesia, a veces iluminados por la luz de los celulares; a veces en el suelo porque no alcanzan los quirófanos. Que tienen que elegir a quién salvan y a quién dejan morir. Los hospitales, que se han convertido en refugio de miles de desplazados, son un objetivo militar para Israel, que afirma que en sus subsuelos se esconden los jefes de las milicias.

El maltrato a los niños y niñas palestinos no empezó ahora, sin embargo. A fines de octubre, la italiana Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, brindó un informe a la Asamblea General que no incluye los sucesos ocurridos después del 7 de octubre.  Albanese, una destacada académica que lleva una década trabajando en el área de derechos humanos para la ONU, ofreció una radiografía tétrica.

El informe detalla las experiencias diarias de violencia de la infancia palestina en Gaza, Jerusalén y Cisjordania por la demolición de sus viviendas, la confiscación de las tierras familiares y la expropiación de recursos, la separación de comunidades, la destrucción de hogares y medios de vida y los ataques a la educación.

Palestinos reaccionan ante los daños causados en una escuela gestionada por la ONU que acoge a desplazados, tras un ataque israelí, en el norte de la Franja de Gaza. Foto NA: REUTERS/Fadi Whadi

Siempre son niños

La comparación entre la situación de los niños israelíes y los niños palestinos es rotunda. Desde 2008 hasta el 6 de octubre de 2023, informó Albanese, 1.434 niños palestinos fueron asesinados y otros 32.175 resultaron heridos, principalmente a manos de las fuerzas israelíes. Desde que comenzó el bloqueo ilegal en 2007, dijo, 1.025 niños fueron asesinados solo en Gaza.

Durante el mismo período, 25 niños israelíes fueron asesinados, en su mayoría por agresores palestinos, y 524 resultaron heridos.

Entre 2019 y 2022, 1.679 niños palestinos y 15 niños israelíes sufrieron lesiones físicas duraderas, lo que dejó a muchos discapacitados permanentemente.

“Las fuerzas de ocupación israelíes matan, mutilan, dejan huérfanos y detienen a cientos de niños en el territorio palestino ocupado cada año”, afirmó Albanese. “La opresión y el trauma sufrido por los niños palestinos, la mitad de la población palestina bajo el dominio israelí, es una mancha única en la comunidad internacional”, concluyó.

Según una investigación de Save the Children, desde el año 2000, cuando estalló la segunda Intifada, se estima que 13 mil chicos palestinos fueron detenidos, interrogados, juzgados en tribunales militares y encarcelados arbitrariamente. El ejército israelí detiene cada año a un promedio de 500 a 700 niños. El delito más frecuente es arrojar piedras, y tiene una pena de hasta veinte años.

Israel es el único país del planeta que somete a los niños y niñas a la ley penal militar. La legislación permite que los chicos estén en prisión preventiva hasta 415 días. Muchas de las detenciones ocurren en razzias nocturnas; los niños y adolescentes son traslados con los ojos vendados y las manos atadas, sin que padres o familiares sepan el destino.

En Cisjordania hay una sola cárcel, por lo cual la mayoría están presos en Israel, a donde no siempre sus familiares son autorizados a visitarlos. La ley israelí dice que los niños deben ser interrogados en su propio idioma excepto cuando están detenidos por cuestiones de seguridad, que es el caso de todos los niños palestinos.

Los resultados de la investigación de Save the Children reflejan que ocho de cada diez niños y niñas sufrieron palizas, agresiones verbales y cacheos desnudos y que casi nueve de cada diez no recibieron una atención médica adecuada, incluso cuando lo solicitaron expresamente. El estudio también revela que al 47 por ciento de los niños y las niñas detenidos se les negó el contacto con un abogado y que a más de la mitad se los amenazó con agredir a sus familias.

“El hecho de que Israel presente a los niños palestinos como ‘escudos humanos’ o ‘terroristas’ para justificar la violencia contra ellos y sus padres es profundamente deshumanizante”, opina Albanese.

“El infierno de hoy –dijo la relatora especial aludiendo al ataque palestino a Israel– no puede ocultar la violencia de las últimas décadas. Para abordar la crisis, es imperativo comprender qué la provocó. Esto no significa justificar o restar importancia a los atroces crímenes cometidos contra civiles israelíes el 7 de octubre; más bien nos obliga a enfrentar ese horror en el contexto de lo que lo precedió.”

Lejos de los debates de los foros internacionales, los chicos de Gaza tal vez sean el más crudo testimonio de la caída los valores de la modernidad, cuando la infancia era una condición privilegiada. El ingreso a una nueva forma de barbarie.

Escrito por
Olga Viglieca
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