Con cada nueva elección presidencial los ciudadanos renuevan la ilusión acerca de que, esta vez, las cosas se encaminen en el sentido correcto y, claramente, este año no es la excepción.
La economía argentina adolece de algunos problemas coyunturales, como la falta de dólares por menor liquidación de divisas derivada de la sequía, o suba de los precios de la energía por la guerra entre Rusia y Ucrania y ahora también en Medio Oriente, entre Hamas e Israel.
Pero en contrapartida, también tiene entre sus activos algunos que podrían dar vuelta el balance 2024 y transformar los números en rojo en azules, o los obstáculos en oportunidades.
Si bien ningún país tiene un “arma secreta” para dar vuelta una coyuntura desfavorable –la Argentina tampoco–, lo cierto es que la actualidad en el país muestra esta dualidad entre la agenda prioritaria y algunos indicios de que el futuro cercano es promisorio.
La agenda urgente incluye el combate a la inflación, la distorsión de los precios relativos, el sinceramiento de algunos precios atrasados (tarifas de servicios públicos, precios regulados) y la escasez de dólares para hacer que todo fluya, además por supuesto del combate a la pobreza, la mejora de los salarios y la reducción del trabajo en negro, por mencionar algunos de los principales.
Pero también aparecen en el horizonte algunas oportunidades que podrían madurar en 2024.
En primer lugar, no habrá sequía o tendrá un efecto limitado a los cultivos de invierno como trigo, cebada y otros, que se sembraron con poca humedad en los suelos y se cosecharán entre diciembre y enero, con una baja en el área sembrada respecto de la campaña previa, que fue mala, pero con una mejora en los rindes que la Bolsa de Comercio de Rosario estima en un 21 por ciento versus el ciclo 2022/23.
Además, la siembra de la gruesa fue mucho mejor que la anterior, en especial en soja, y las lluvias empezaron a caer, con lo cual soja, maíz, sorgo y otros cultivos tendrían una buena campaña. Eso se traduce en dólares que empezarán a ingresar al país a partir de abril y esencialmente en mayo, hasta principios de junio.
En busca de dólares
De este modo, una de las principales restricciones que tuvo la economía argentina este año, que fue la escasez de dólares en las reservas del Banco Central, dejaría de ser central en 2024.
No es que el panorama va a estar exento de desafíos, de ninguna manera. Pero claramente, no es lo mismo tener un “agujero” de 21.000 millones de dólares en las arcas del Banco Central que no tenerlo y disponer de los billetes verdes para lo que haga falta.
Y entre quienes necesitan esos billetes está la industria, que acumula unos 43.000 millones de dólares de vencimientos de deuda comercial con proveedores del exterior, según calculó recientemente la Unión Industrial Argentina.
Alrededor de la mitad de ese monto es deuda corriente, lo habitual en el comercio exterior, pero hay otro tanto que es el stock de deuda con proveedores que se acumuló desde el pasado por demoras en las aprobaciones para acceder a dólares al tipo de cambio oficial para girar al exterior y cumplir con los compromisos.
El segundo aspecto clave de cara a 2024 es el sector energético. En julio pasado se completó la construcción y el llenado del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner (GPNK), que ya está distribuyendo gas natural por red hacia varios grandes centros urbanos de la provincia de Buenos Aires.
Lo más relevante es lo que se evita con la obra y es tener que comprar y pagar grandes volúmenes de gas natural licuado (GNL) que se llevaron este año no menos de 10.000 millones de dólares.
Como ocurre en estos casos, la disponibilidad de dólares o evitar gastarlos tranquiliza y mucho a las autoridades.
El tercer punto también se relaciona con los demandados billetes verdes, pero tiene que ver con ampliar la base de la “fábrica de dólares”. Los commodities agrícolas y derivados, más las manufacturas de origen agropecuario, sumaron en los primeros nueve meses del año 28.975 millones de dólares, el 56,6 por ciento del total exportado entre enero y septiembre.
Pero el dato clave es que se trata de un complejo capaz de multiplicar las exportaciones, si se dan las condiciones adecuadas, como disponibilidad de insumos, mejora de la macroeconomía, baja de la inflación, quita o reducción de impuestos, y eliminación de restricciones para exportar.
A estos hay que sumar el potencial que tiene la minería metalífera, con el oro y el cobre a la cabeza, junto al litio y la energía (exportación de crudo, desarrollo de Vaca Muerta, petróleo y gas offshore en el Atlántico).
Además, está la economía del conocimiento, un nicho que hoy exporta por más de 7.000 millones de dólares, y cuando asumió este gobierno estaba en torno a los 5.500 millones. La diferencia es, en primer lugar, el talento argentino, pero también los incentivos para potenciar al sector y facilitar la operatoria y el cobro de servicios al exterior. Todo legal y dentro de la ley, pagando los impuestos que corresponden.

El capítulo de la deuda
El cuarto pilar del crecimiento económico potencial de 2024 es que está relativamente ordenado el frente externo. Ordenado no quiere decir que esté exento de compromisos importante ni desafíos, pero en este momento el país está al día con los vencimientos ante el Fondo Monetario Internacional, con el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento (CAF-Banco de Desarrollo de América Latina), el Club de París y los bonistas privados.
Esto pese a que 2023 fue un año muy complicado en materia de disponibilidad de divisas. Hacia delante se impone un nuevo programa con el FMI, que tenga metas realistas que la Argentina pueda cumplir. Este año se incumplieron las tres principales: límite de emisión monetaria, acumulación de reservas del BCRA y máximo admitido de déficit fiscal versus PBI.
Ya con otro gobierno, 2024 será el momento de barajar y dar de nuevo, diseñar un nuevo programa y despejar el frente externo. Hay un desafío mayúsculo, que es el juicio que la Argentina perdió en los tribunales de Nueva York por la renacionalización de YPF en 2012. Son 16.000 millones de dólares más costas que habrá que pagar y realmente la plata no está.
Habrá que ver cómo se negocia el pago. Pero lo que está claro es que para todo el capítulo de la deuda es mejor tener un gobierno que privilegie sostener la actividad económica y usar los dólares para cuidar a las empresas y el trabajo argentino, sin desconocer la existencia de las deudas, que un gobierno que ponga a los acreedores en primer lugar, a costa de la actividad económica y el empleo. En parte, es lo que se juega en la segunda vuelta electoral del 19 de noviembre.

Y hay un último punto, no menor, que es la relación con Brasil. Es el principal socio comercial, pero en los últimos años claramente son dos países que corren a velocidades distintas. Supone además fortalecer el Mercosur, negociar en conjunto con terceros países o bloques e ir en tándem por la expansión regional. El año próximo podrían continuar los “desacoples” de ambas economías o trabajar en una convergencia productiva con beneficios mutuos. Depende de lo que se haga desde la Rosada.