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Caras y Caretas

           

Cristina proscripta, ¿y ahora qué?

Tras haberse conocido la sentencia de la causa Vialidad, la vicepresidenta ( y figura central de la política argentina) anunció que no se presentará a ningún cargo electivo en 2023. El autor analiza posibles razones de esa decisión.

El golpe final del autoritarismo judicial llegó. La Argentina vuelve a tener proscripta a su figura política más popular, como pasó con Juan Perón durante 18 años del siglo pasado. El Tribunal Oral Nº 2 del edificio gélido de Comodoro Py condenó a la vicepresidenta Cristina Fernández a seis años de prisión y a inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Ambas decisiones eran esperadas. No hubo sorpresa. Hubiera sido sorpresivo que un destello del estado de derecho se colara por las ventanas del tribunal e iluminara a los jueces.

El autoritarismo judicial, o mafia y Estado paralelo, o lawfare, ha hecho retroceder varias décadas a la política argentina. Se reeditan situaciones que se creían superadas, guardadas en la memoria del convulsionado siglo XX. Luego de varias décadas de estabilidad democrática, debían ser bases inconmovibles. No es así. El gobierno de los CEO que llegó con Mauricio Macri al poder en 2015 trajo el retroceso económico y social de las políticas neoliberales pero también una vuelta de campana en la política. Se rompió el pacto democrático que regía en la argentina desde 1983. Y el acuerdo era simple: la disputa política se resuelve en las urnas, ni a los tiros, ni con la cárcel. Sobre Cristina recayeron ambas cosas: le gatillaron una pistola dos veces a 15 centímetros de su cara en la puerta de su casa y ahora le arrancaron sus derechos políticos. El pacto democrático se quebró por completo.

No es casual que entre los principales demoledores de este acuerdo estén hombres que forjaron su poder al calor de la dictadura, como Macri con sus negocios familiares y el conductor del Grupo Clarín, Héctor Magnetto, que también sentó las bases de su imperio en esos años. El crecimiento vertiginoso de ciertas corporaciones económicas y sus niveles de concentración las han puesto por encima del Estado, por encima de la política, por encima de la ley. Eso hace compleja le reconstrucción del acuerdo democrático. Habría que buscarlo con personas que no se someten al voto popular para preservar sus posiciones. En el bloque de poder antiperonista, además, tienen más peso los liderazgos corporativos que los políticos. Y hay dirigentes de Juntos por el Cambio que no tienen ninguna vocación democrática, como Patricia Bullrich.

Desmenuzando razones

La vicepresidenta anunció su decisión de no competir en las elecciones de 2023. “No estaré en ninguna boleta.” Nada es irreductible en la vida ni en la política, pero por ahora la postura de CFK parece difícil de torcer. Se pueden abrir varias lecturas. La más especulativa sería que Cristina parte de la base de que el oficialismo tiene pocas chances de ganar en 2023, más allá de su popularidad. Y que ella no está dispuesta, una vez más, a salvarle la ropa al peronismo, haciendo una buena elección pero perdiendo, para que los otros dirigentes cuiden sus terruños y luego ella se quede con una condena a cuestas más la derrota electoral. Esta hipótesis tiene como base las conocidas diferencias que la vice ha tenido con el rumbo del gobierno presidido por Alberto Fernández. ¿Será esto lo que está detrás de su decisión? No parece.

Otra opción es algo que suele dejarse de lado en el análisis político y es lo personal. CFK acaba de sufrir un intento de asesinato. Tiene hijos, nietos. Hay una gran película –y polémica– realizada por Martin Scorsese a finales de la década de 1980 que se llama La última tentación de Cristo. El relato revela cuál era el deseo final: no haber sido Cristo. Haber podido tener una vida más ordinaria: formar familia, construir una casa, sembrar. Es posible que a los grandes líderes políticos les ocurra lo mismo, que deseen haber tenido otra vida. Y no solo a los grandes líderes. Es un sentimiento humano bastante habitual. ¿Será esto lo que pasa? ¿Cristina ya no quiere tener una nueva cita con la historia? No parece.

En sus últimos mensajes, la vicepresidenta insistió con la necesidad de recuperar el pacto democrático. Sobre su figura pesan dos hechos que simbolizan su destrucción: el intento de asesinato político y la proscripción. CFK condensa las dos cosas que la sociedad argentina debe volver a desterrar, la violencia y la persecución como mecanismos para derrotar al adversario. Son las batallas –en apariencia– que la vicepresidenta considera que vienen por delante en la Argentina. Y es probable que piense que la batalla por la recuperación de la democracia y del estado de derecho deba darse desde del llano.

Por otra parte, no hay que descartar algo que ocurría también con Lula da Silva cuando fue injustamente condenado y encarcelado. Para Lula –él mismo lo decía–, era central demostrar su inocencia. Quería que el sistema judicial que lo había perseguido reconociera que era inocente. Lo logró. En la Argentina, por la tradición histórica que tiene, por la incapacidad de las elites para dar un giro pragmático, el camino seguramente será más convulsionado. Necesitará de una fuerte y constante movilización popular.

¿Qué hacer? El peronismo está recorrido por la angustia desde que la vicepresidenta anunció su decisión de no ser candidata. Incluso los sectores que más la cuestionaban reconocen que es como salir a jugar un partido de fútbol sin Lionel Messi en la cancha. Todo es mucho más difícil. CFK concentra el 80 por ciento de la base electoral peronista o peronoide. Nadie podría ganarle una interna. ¿Cómo se reemplaza un liderazgo de esa magnitud? En el rugby se apostaría por el scrum. Todo el equipo hombro contra hombro para tratar de que el vacío que dejará esa ausencia en la competencia electoral sea menos dramático.

Néstor Kirchner dijo durante su presidencia que “florezcan mil flores”, como consigna de lo que implicaba sumar a la juventud al proceso político y los espacios de gestión. Muchas flores florecieron. Ahora tienen que poder seguir creciendo sin estar al amparo del sol de CFK. ¿Será posible? El peronismo es amplio y una escuela de dirigentes. Es como esa frase que usaba Walt Whitman para hablar sobre sí mismo: “¿Me contradigo? Claro que me contradigo. Soy inmenso, contengo multitudes”.

Escrito por
Demián Verduga
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