“Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida” (Silvio Rodríguez)
En estas horas difíciles, en que cada una de nosotras y nosotros siente la desolación y la tristeza de tu partida física, con la certeza de que hemos perdido a una mujer insustituible, se conmemora, se alza en tu memoria, el recuerdo de momentos únicos e irrepetibles, vos como gran guía, vos una gran mujer. De pañuelo blanco, de fortaleza implacable, la que se enfrentó a los peores demonios, como el poder genocida que desapareció a tus hijos. La que luchó tras su pérdida y con dolor por una causa colectiva y emancipadora para los pueblos libres de nuestra América. Madre coraje, de grandeza sencilla, sacrificándolo todo, sin medir las consecuencia. Viviste la vida sabiendo que es un riesgo inconsiderado que los vivos corremos. Sin medir la correlación de fuerzas, cuando hoy el principio de precaución se torna una norma, tomaste la calle por asalto, saliste a organizar a otras madres, a gritarle al mundo que sus hijas y sus hijos estaban desaparecidos y que el terrorismo de Estado era responsable. Así loca, demente, bárbara, caminaste con un pañal como pañuelo, con el corazón en las tinieblas, dejando atrás comodidades, esposo, determinaciones, para encontrarte con esas otras madres desconocidas, que pregonaban por sus desaparecidos. “Arriesgar la vida”, aquel movimiento que deviene un espacio desconocido y que, sin embargo, encontró un sentido en la plaza; “circulen”, dijo un milico, y nació el símbolo, la ronda.
La madre
Nació el 4 de diciembre de 1928 en una casita en El Dique, un barrio obrero de Ensenada. Fue la hija mayor de una familia en la que el padre se ganaba el pan trabajando en una fábrica de sombreros. Hebe (Kika) soñaba con ser maestra. Quería ir al normal, pero ni la madre ni el padre estuvieron de acuerdo. Entonces, como a tantas mujeres de la época, le tocó coser, bordar, limpiar o cocinar. Pero el destino cambió su vida rotundamente tras la desaparición de sus dos hijos. Así lo relató la propia presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo: “Yo me convertí en Hebe de Bonafini el día que se llevaron a mis hijos. Ese mismo día salí a la calle y nunca más volví”. Plebeya, con quinto o sexto grado aprobado, enfrentó a académicos, coroneles y letrados. La dimensión política que tomó su entorno fue inconmensurable. Una anécdota escenifica quién fue Hebe. Una noche la llamaron por teléfono. Una voz al otro lado de la línea dijo: “El comandante la invita a hablar el 1º de mayo a la Plaza de la Revolución”. El comandante era Fidel Castro. A pocos días del acontecimiento un periodista la entrevistó:
–Nunca recibió un reconocimiento semejante, ¿no?
–No, pero no es para nosotras, es un homenaje a nuestros hijos que lucharon, el homenaje más grande.
–¿Se imagina qué le hubieran dicho? “Mirá dónde llegaste.”
–Yo no llegué allí. Me llevaron ellos. ¡Dónde tuvieron que llegar ellos para que nosotras pudiéramos estar ahí! ¿Sabés? Ese llamado me hizo pensar mucho en todo. A mi hija le pasó lo mismo. Pensé en la fecha, en el 1º de mayo, pensé en mi papá, explotado toda su vida. Pensé en mi marido, un tipo siempre callado, al que cuando le llevaron los hijos le quitaron todo.
El amor
Con la misma fuerza y tenacidad seguiste en pie. Con qué angustia habrás vivido cada noche esperando a tus hijos, verlos y abrazarlos. Me inquieta, nos debemos esa inquietud de madres para seguir alzando tus banderas. Que fueron las banderas de las luchas en toda América latina, de las mujeres que buscan a sus hijos en cada rincón, la que le dio continuidad a la lucha de mujeres. Hebe, te rebelaste contra la tiranía patriarcal. En varias ocasiones contaste la relación que tenías con su marido en esos tiempos. Poco acompañamiento, desolación. “Los hombres no llegaban a ver”, no tomaban dimensión de lo que estaba pasando con sus hijos. De la consigna “Lo personal es político” hiciste escuela. Es, quizá, la consigna feminista más sustancial, la que nos ha interpelado y fue reveladora. Vivir cada experiencia, cada día, concebir cada espacio e intervención en la vida cotidiana como un acto político propio y hacer de eso una acción colectiva. Hebe, nos dejaste un camino organizado, para seguir pensando que la política nos atraviesa, inevitablemente, a todas y a todos, y que las mujeres somos las protagonistas de estos cambios. En la Argentina, en los años del terror, muchas mujeres vivieron el autoritarismo, la proscripción, las injusticias sociales, la explotación, y toda la crueldad bajo el régimen cívico-militar. Sin embargo, vos y las Madres jamás abandonaron su lucha, buscaron justicia sin remordimiento, con coraje, sin perder la memoria. Gracias, Hebe, y hasta la victoria siempre.
