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Caras y Caretas

           

“Las sensaciones eran muy confusas, de muchos nervios mezclados con alegría”

Foto: agencia Télam
Foto: agencia Télam

Litto Nebbia es uno de los fundadores de nuestro rock y un emblema inconfundible. Peronista casi desde la cuna, el músico relata cómo vivió el primer regreso del General y las profundas implicancias que significó para la Argentina.

Compositor, cantante y productor musical, Litto Nebbia es uno de los fundadores del rock nacional. De seguro, no lo sospechaba cuando tenía apenas 15 años y convenció a Los Gatos Salvajes –la banda de su Rosario natal a la que se había sumado y con la que hacía covers de Elvis Presley y Chuck Berry– de grabar un disco con temas de su autoría. Así, abrió un camino afianzado luego con el éxito de “La balsa”, que compuso en 1967 junto a Tanguito en la pizzería La Perla del Once, en aquellas épocas de noches interminables en que los bares eran territorio de zapadas y usinas de ideas musicales.

Años más tarde, durante la última dictadura (1976-1983), esa canción, símbolo explícito de la libertad, sería prohibida y el artista enfrentaría persecuciones y amenazas que lo llevarían a exiliarse en México. Pero antes de esa etapa surgieron Los Gatos, la Nebbia’s Band y el Litto Nebbia Trío, que grabaría discos como Muerte en la Catedral (1973) y Melopea (1974), título que inspiraría el nombre del sello musical fundado por el autor de “Viento, dile a la lluvia”, que desde 1989 produce y edita discos de tango, folklore, jazz argentino, fusión, flamenco, música rioplatense y sus propios trabajos, claro.

Nebbia también fue un precursor en el cruce de géneros musicales. Mucho antes de que existiera su discográfica, porque siempre se reivindicó como un músico independiente, por su vocación de cantar aquello que siente, lejos de cualquier moda o imposición. Así, en los 70, se dio su encuentro con músicos como Daniel Homer, Rodolfo Alchourron y Dino Saluzzi, entre otros. En 1972 cruzó una frontera que parecía infranqueable, entre el rock y el folklore, al tocar chacareras en el festival BA Rock junto al percusionista Domingo Cura.

Ese año fue un punto de inflexión en muchos sentidos. En mayo, Tanguito murió arrollado por un tren, después de huir del hospital psiquiátrico Borda. En junio, en el teatro Atlantic de Monserrat, Nebbia, Cura, León Gieco, Gabriela, Miguel y Eugenio, Raúl Porchetto y David Lebón protagonizaron el Acusticazo, un concierto que devino en el primer disco en vivo del rock nacional.

Eran tiempos de alta conflictividad política y social, y el 17 de noviembre se dio, como un halo de esperanza, el breve regreso al país del expresidente Juan Domingo Perón, que había estado proscripto y exiliado desde su derrocamiento, en 1955. Llegó en un vuelo acompañado por más de cien personalidades argentinas, que incluía a políticos, artistas, deportistas y religiosos, una especie de acompañamiento social ante la eventual posibilidad de que el avión fuera derribado por los miliares. De las expectativas de aquellos días, Nebbia, peronista confeso, habló con Caras y Caretas.

–Pocos meses después del Acusticazo se daba el primer regreso de Perón, después de casi 18 años de proscripción. ¿Qué clima se vivía en el ámbito de la cultura tras el anuncio de su llegada?

–Había, creo que como siempre, una diversidad de ideas y posturas. En mi caso, adhería al peronismo por influencia de mis padres y algunos amigos mayores. Lógicamente, me parecía un hecho positivo que esta figura tan querida dejara de estar prohibida, se normalizara su vida y también la política de nuestro país.

–Aquel regreso se dio con una escolta imponente. ¿Cuál era la sensación en los días previos por el destino de ese vuelo y sus pasajeros?

–Las sensaciones eran muy confusas, de muchos nervios mezclados con alegría, de parte de la multitud que había soñado con ese regreso. Pero existían temores: en cuanto a la organización y al recibimiento general.

–Al evocar aquellos años del peronismo, ¿cuál fue el instante más conmovedor para usted? ¿Tuvo la oportunidad de conocer a Perón?

–No tuve la posibilidad de conocer a Perón. Por una cuestión generacional –cuando ocurrió el bombardeo del 55 yo estaba por cumplir 7 años–, mi aproximación y cariño hacia el peronismo viene a través de mis viejos. Y muy concentrado en la figura de Eva, a quien mi madre adoraba. Luego, al pasar el tiempo, se fueron sumando lecturas, amistades. Y con muchas de ellas compartía una gran preocupación por nuestra tierra y mucha sensibilidad por los más necesitados.

–Aquel vuelo fue un hecho histórico, ya que pocas veces volvió a lograrse un encuentro tan cordial entre figuras de la izquierda y la derecha peronista. A la luz de las disputas actuales, ¿considera que una convivencia sensata es una utopía?

–No sé si es que uno ya está acostumbrado a que nuestro país siempre tiene divisiones, pero veo muy difícil la convivencia. Siento que hay una falta de respeto, no se quiere razonar, no hay disposición al diálogo. Nadie puede creer que resulte algo digno teniendo odio hacia el otro. Por supuesto, uno guarda la esperanza del encuentro, de la comprensión, pero es muy incierto, realmente.

–En la última década se dirimen dos proyectos de país muy distintos. ¿Qué lugar debería ocupar la cultura popular a la hora de pensar una propuesta política?

–Creo que la cultura popular siempre debería estar encaminada y protegida en dirección a las diversas formas que tiene nuestra idiosincrasia. Es fundamental que los jóvenes encuentren las herramientas necesarias para desarrollarse en el medio. Pero también es muy importante la preservación de nuestro pasado, donde se encuentran un montón de valores irremplazables. Muchas veces, pareciera que no sabemos todo lo que tenemos.

–Durante la cuarentena por la pandemia escribió y grabó el disco Nunca encontraré una casa como la que hay en mí. Ahora volvió a viajar. ¿También está componiendo?

–Mi experiencia ha sido, y es, la de un fluir constante, gracias al cielo. Nunca dejé de escribir canciones, además de música instrumental para películas. Estuvimos dos años parados, sin salir a tocar en vivo. Ahora, de a poco, estamos asomando la nariz con un nuevo quinteto de grandes músicos amigos: Ariel Minimal, Leopoldo Deza, Nica Corley y su hermano Tomás.

–¿Sigue siendo peronista?

–Claro que sí. Con todas las críticas y desavenencias que puedo tener durante el acontecer político diario. Pero sigo creyendo en estas ideas básicas de compartir con el otro, de querer el suelo que uno pisa. Me preocupa el desequilibrio social en el país. Soy sensible a la idea de proyectar y cuidar todo lo que sea argentino. Por eso, a veces, no entiendo cuando escucho a gente que dice odiar el país. ¿Cómo se puede odiar el lugar donde uno ha nacido?

Escrito por
María Zacco
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