Vivió desde el llano el 17 de octubre de 1945 que presagió una nueva era en el país, y estuvo en un lugar de privilegio el 17 de noviembre de 1972, que marcó el hito del primer regreso de Perón tras los consabidos dieciocho años de exilio. Entre ambas fechas, discurrió una historia personal ligada al peronismo, desde el sindicalismo y la política, que se continuó en la recuperada democracia y se extiende hasta el presente. Protagonista y testigo, militante siempre, Lorenzo Pepe es capaz de sintetizar décadas de lealtad a un líder y a una concepción del país. Su rica biografía no se agota en el desempeño de cargos o responsabilidades públicas (fue electo cinco veces diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, entre 1983 y 2003), sino que contiene también los sinsabores dramáticos de la persecución y la cárcel, en otras tantas oportunidades, como dirigente de la Unión Ferroviaria.
Hace memoria para Caras y Caretas en su oficina del Instituto Nacional Juan Domingo Perón de Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas, que preside desde que cumplió su último mandato parlamentario.
–¿Dónde lo encuentra el 17 de noviembre de 1972? ¿Cuáles son los primeros recuerdos que le vienen a la mente y qué circunstancias personales estaba atravesando?
–Me encuentra en el lugar que correspondía, porque ¡oh, destino!, el Partido Justicialista había decidido crear una comisión de recepción a Juan Domingo Perón y no obstante que yo había estado veinte días con él, en Puerta de Hierro, en Madrid, un lapso no menor de tiempo, tuve el honor de estar también en el Aeropuerto Ministro Pistarini, de Ezeiza, y hago esta mención expresa a Pistarini, porque Perón tenía cariño y respeto por quien había sido el primero y más grande de los ministros de Obras Públicas del país. Sobre la pregunta en sí, la fecha me encontró esperando a Perón junto a otros compañeros. Era un honor volver a abrazar a un hombre que llegué a comprender en toda su dimensión y uno de los pocos humanistas sobresalientes que he conocido. Ojalá tengamos en el futuro inmediato la suerte de encontrarnos con un hombre o una mujer que tenga esas cualidades, que se expresaba en el abrazo como una muestra de solidaridad y de cariño fraterno con el otro. Perón fue un gran formador de personalidades, jóvenes muchos de ellos, entre los que me puedo contar, que fueron comprendidos, sin que existiese nunca una descalificación, y por el contrario, sí podía tener una expresión con aquella voz arenosa… (imita) “Pórtense bien”. Para él, portarse bien era hacer bien las cosas desde la política, y eso creo haberlo logrado.
–El peronismo estuvo proscripto durante dieciocho años, pero nunca dejó de incidir en la vida política del país. Primero lo prohibieron y persiguieron, después quisieron cooptarlo, asimilarlo, etcétera. ¿Cómo vivió cada etapa?
–Con dolor, con enorme vergüenza. No nos merecíamos tanta persecución, tanto ensañamiento. Creo que lo que nos ha permitido sobrevivir a tanto despropósito fue aquel comienzo de los abrazos y del acento puesto en la mejor educación de nuestras jóvenes generaciones.
–Sin embargo, usted, tan peronista, en una asamblea de la Unión Ferroviaria le dijo “no” a la directiva de Perón de votar por la candidatura de Arturo Frondizi.
–Frondizi es un recuerdo indeseable, y en el caso personal, no puedo olvidarme de la aplicación del Plan Conintes: ordenó encarcelar a los ferroviarios en los cuarteles militares, y ahí fuimos junto a un grupo de compañeros. Detención con bayoneta calada a la vista del personal de seguridad. Era un personaje detestable y no me equivoco si digo que fue peor incluso que los dictadores que conoció el país.
–Tampoco debe de haber sido fácil romper con la CGT en 1968 y armar una estructura paralela como la de la CGT de los Argentinos.
–Fue una actitud de valentía de los compañeros y compañeras que nos acompañaron en esa patriada. Destruimos un ámbito que era un lugar de consenso con la dictadura de Juan Carlos Onganía. Y esa fue la última acción que produjeron algunos compañeros colaboracionistas, que no los nombro porque todos están fallecidos, y yo tengo por la muerte un penoso reconocimiento, e inclino la cabeza, respetuosamente. Sin embargo, nos permitió aglutinar a un Comité Central Confederal, del cual formaba parte, porque era vicepresidente de la Unión Ferroviaria, con 31 años. La política puede servir solamente si se la ejercita de manera tal que es útil a nuestro pueblo. Quien no la use para eso, no sirve para la política, y muchos de ellos se equivocaron. Lo que sucedió después con la elección de Raimundo Ongaro como secretario general, y del resto de su secretariado, nos dio la razón.
–¿Cuáles fueron las condiciones políticas que hicieron posible el regreso de Perón en 1972, cuando no pudo regresar en 1964?
–Las condiciones políticas habían ido a parar al rincón de los desperdicios, en la Argentina.
–¿Se puede trazar un hilo conductor entre el 17 de octubre de 1945 y el 17 de noviembre de 1972, salvando las distancias temporales y de contexto?
–Son dos episodios históricos muy distintos. De cualquier manera, ambos se concretaron. Porque dimos los pasos que se creyó que había que dar.
–En esta época de la inmediatez, vale la pena tener en cuenta cómo hizo Perón para mantener la conducción de un movimiento político tan complejo y en circunstancias igualmente complejas, desde el exilio, durante tantos años.
–Fue por la valentía de quienes eran sus emisarios, compañeros que pasaron a la historia como “los mensajeros de Perón”. Recalaban en Montevideo y de ahí se repartían las notas o cintas grabadas. No lo teníamos cerca a Perón, pero sí teníamos la orientación del jefe y nos sentíamos acompañados y apoyados en la tarea de la resistencia. Muchos pagamos muy caro, con allanamientos, la pérdida del trabajo y la cárcel, detenidos en Caseros o en Devoto. Yo había ingresado en 1963 en la Unión Ferroviaria, y cuatro años después, este turro de Onganía nos interviene militarmente el sindicato y dispone la cesantía de los 22 miembros del Consejo, y a punta de pistola, de la casa central, Independencia 2880, nos llevan en camiones a Campo de Mayo. Pero los compañeros no aflojaron.
–¿Hubo una revalorización del Día de la Militancia y su significado a partir de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner?
–No se sí llamarlo “revalorización”. Sí sé que tanto Néstor como Cristina le pusieron mucho cariño al recuerdo de la fecha.
–¿Cuáles son los objetivos y actividades del Instituto Juan Domingo Perón, que usted preside?
–Son diversos e inmensos. El objetivo es formar una nueva generación de mujeres y hombres comprometidos con esa consigna de Perón: “Trabajar por la grandeza de nuestra patria y la felicidad de nuestro pueblo”.