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Caras y Caretas

           

Evita y sus hermanos, los otros Duarte

La obra de Gastón Quiroga propone una mirada original sobre Eva, y da cuenta de cómo el peronismo atravesó la vida cotidiana de los argentinos. Marcelo Valázquez, su director, habla sobre el proceso de producción de Los otros Duarte.


Eva Perón y sus hermanos, hijos de Juana Ibarguren, fueron la familia ilegítima de Juan Duarte. Casado con Adela Uhart, tuvo otros hijos, su descendencia oficial. Los otros Duarte, con dirección de Marcelo Velázquez y dramaturgia de Gastón Quiroga, repasa la vida de la abanderada de los humildes desde la mirada de tres de sus medio hermanos: Chacha, Cholo y Chichilo. En esta entrevista, Velázquez repasa el proceso de creación y producción de la obra, que se presenta los lunes a las 20 en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636, CABA) con actuación de José Manuel Espeche, Guillermo Flores y Cecilia Sgariglia.

–¿Cómo surge la realización de esta obra?

–Leí la obra de Gastón Quiroga por primera vez como jurado del Concurso de Dramaturgia Roberto Arlt que organizó la Universidad Nacional de las Artes (UNA) en 2015 donde, junto con los dramaturgos Patricia Zangaro y Bernardo Carey, le otorgamos el segundo premio y su correspondiente publicación en libro. En 2019, Los otros Duarte gana el concurso “Del texto a la puesta en escena”, organizado por Argentores, que otorga dinero como aporte para la producción de la obra. A instancias de Patricia Zangaro creímos que una obra tan premiada merecía ser puesta en escena. No conocía al autor, así que nos contactamos y propiciamos un encuentro de café para charlar sobre la obra y las posibilidades de llevarla a escena. Para un autor de teatro, el mayor deseo es que esa imaginería escrita se concrete en un espectáculo, y para mí, como director de teatro, significó encontrarme con un texto que me generaba inquietudes, preguntas y que me interpelaba como persona y como artista. Un combo perfecto que me entusiasmaba mucho, como todo nuevo proyecto teatral que emprendo. Nunca había llevado a escena una obra con una temática tan cara a nuestra historia como es el peronismo, y especialmente la figura de Eva Perón, la mujer más relevante de la historia argentina del siglo XX. ¿Qué más se podía decir sobre Evita que ya no se hubiera dicho? Lo original de la obra de Gastón Quiroga, y es lo que me impulsó a llevarla a escena, es que se trata de un nuevo punto de vista sobre Evita desde los “otros” ignotos, aquellos medio hermanos, los de la familia legítima de Juan Duarte que no han pasado a la historia, que no figuran en los libros, a los que no recordamos y que, incluso, el público que asiste a ver la obra no sabía que existían ni qué hacían ni dónde estaban. Estos medio hermanos a quienes el autor no llama ni siquiera por sus nombres sino por sus apodos familiares (Chacha, Cholo y Chichilo) quedan totalmente desplazados, ignorados ante la figura omnipresente de Eva Perón, aquella hermanastra, la más chiquita de cinco hijos “ilegítimos” para la época, que Juan Duarte había concebido con Juana Ibarguren en Los Toldos, en la provincia de Buenos Aires. Luego de los dos años de pandemia en los que se interrumpió la actividad teatral, retomamos el proyecto, sin perder nunca comunicación con el autor y manteniendo vivo el deseo de concretar el espectáculo. Por tratarse de un estreno de autor nacional y por la temática, intuí que el mejor espacio para llevar adelante esta obra era el emblemático Teatro del Pueblo, cuna del teatro independiente de la ciudad de Buenos Aires, ahora en su nueva sede del barrio de Almagro. Como director, trabajo siempre pensando en los espacios teatrales y su significación, en los actores y los equipos de trabajo, en los públicos y en el acontecimiento teatral como un todo orgánico en relación con lo que considero que demanda una obra desde mi lectura personal y creadora. Entonces, ahí fui y presenté el proyecto en el Teatro del Pueblo y a la Comisión Directiva de la Fundación SOMI, que recibió la propuesta con mucho interés y muy cálidamente. Ensayamos con tres maravillosos actores, muy entusiasmados con la obra y muy profesionales (Cecilia Sgariglia, Guillermo Flores y José Manuel Espeche) y con mi asistente de dirección (Laura Dmitruk) y la productora ejecutiva (Cristina Sisca), dos presencias fundamentales para el proyecto, durante cuatro meses muy intensos, y estrenamos con toda la incertidumbre que siempre genera un estreno de teatro en marzo de este año. Se fue sumando en el proceso un equipo técnico artístico de lujo en todos los rubros con los que trabajo siempre. Sorprendentemente, porque en el teatro nunca se sabe cuál va a ser la repercusión en el público, llevamos ya seis meses de funciones a sala llena y con localidades agotadas. Y más sorprendente es que las funciones se realizan los días lunes, que no es un día central para la actividad teatral. Este estreno coincide este año con el 70° aniversario del paso a la inmortalidad de Eva Duarte, así que nos sumamos con Los otros Duarte a los distintos homenajes sobre su figura y como un modo más de repensar nuestra historia y también nuestro presente.

–¿Qué hay de realidad y qué de ficción en cada uno de los hermanos Duarte?

–Además de repasar la historia argentina y especialmente la del peronismo, Los otros Duarte me llevó a releer la novela Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, y extraje de allí esta cita que me guió para llevar adelante el espectáculo: “Todo relato es, por definición, infiel. La realidad no se puede contar ni repetir. Lo único que se puede hacer con la realidad es inventarla de nuevo”, dice el autor. Gastón Quiroga, autor de Los otros Duarte, imagina y ficcionaliza situaciones del transcurrir cotidiano de los hijos de la familia “legítima” de Juan Duarte a lo largo de casi cincuenta años, desde 1926, momento inicial de la obra, con el velatorio del padre, hasta el 1 de julio de 1974, día del fallecimiento del general Perón. Estos tres hermanos de la obra –Chacha, Cholo y Chichilo– son una síntesis dramatúrgica y ficcional de aquellos seis hijos “legítimos” de Juan Duarte y Adela Uhart, nacidos en Chivilcoy, la provincia de Buenos Aires, de los que muy poco sabemos. A través de los ojos de estos otros Duarte, con sus odios, desprecios y rivalidades, es que transcurre la vida de Evita, la “iligítima”, la “bastarda” que no fue reconocida por su progenitor. La obra está estructurada en cinco escenas cotidianas, de conversaciones íntimas entre los hermanos en el interior de su casa, marcadas por los años paradigmáticos de la historia del peronismo y de la vida de Eva Duarte junto a Perón. Muchas de estas referencias las conocemos por la historia: Eva y su deseo de ser actriz y triunfar en Buenos Aires, su carrera artística en el cine y el radioteatro, el encuentro con Perón y el posterior casamiento, Perón accediendo a la presidencia y Eva transformándose en primera dama, su obra, su legado y su muerte temprana. Toda esta información la vamos conociendo en los encuentros de Chacha, Cholo y Chichilo, y en cómo va afectando y transformando su modo de pensar acerca de aquella hermana a la que habían despreciado. Al final de cada escena, y con un procedimiento brechtiano de distanciamiento, cada uno de los hermanos relata al público en qué momento histórico se encuentran y los principales acontecimientos a modo de referencia. Lo más interesante de Los otros Duarte es que imagina, inventa y propone un lado B de conocer lo sucedido: el del impacto que produce en la cotidianidad y en el interior de las familias el surgimiento, la trayectoria y la muerte de Eva Perón. Como si la obra plasmara lo que se propuso Evita: politizar a las familias y especialmente a las mujeres, relegadas hasta entonces de la política de los hombres. Los otros Duarte es un drama familiar atravesado por la historia argentina, donde la política entra en los hogares. Especialmente, la mujer de estos tres hermanos, Chacha, es la principal depositaria de esta politización y reproduce el discurso de una parte de la población que ha despreciado y estigmatizado a Evita y al peronismo. En este 2022 y en nuestro contexto político tan agitado, esto es leído como la insoslayable “grieta” que atraviesa a nuestra sociedad: sabemos que el surgimiento del peronismo engendró, al mismo tiempo, el antiperonismo. Y este discurso antiperonista y negador del personaje de Chacha amplifica sus sentidos en el teatro (y esto lo produce el acontecimiento teatral) con efectos risibles y hasta desopilantes.

–¿Cómo fue la experiencia de hacer esta obra?

–El proceso de trabajo para llevar adelante este espectáculo implicó para mí como director, y también para todo el equipo, revisar y repensar nuestra propia historia, incluso familiar, sobre el peronismo o los peronismos, como mencionan algunos historiadores y sociólogos. Fue un proceso de trabajo muy movilizador, donde afloraban permanentemente recuerdos sobre los acontecimientos de nuestra historia en relación con el peronismo, con Eva y con Perón, y siempre atravesados en nuestra vida cotidiana, en nuestras familias, como les sucede a Chacha, Cholo y Chichilo. En la historia de nuestras familias también encontrábamos las grietas, las discusiones, las adhesiones y los rechazos. La política también había entrado en nuestros hogares de un lado o del otro y nunca se iría. Hoy disfrutamos de esta repercusión impensada en el público y de su acompañamiento con risas y mucha emoción en cada función. Y es muy sorprendente la presencia de un público joven que no vivió generacionalmente la época a la que se refiere la obra y que, sin embargo, se reconoce en las problemática, en nuestra historia y se conmueve de la misma manera.

José Manuel Espeche, Cecilia Sgariglia y Guillermo Flores.

José Manuel Espeche, actor (Cholo)

Los otros Duarte arrancó para mí antes de la pandemia, cuando Marcelo Velázquez y Patricia Zangaro me propusieron leer la obra. En ese primer encuentro con el material, ya algo me sucedió, algo que tenía que ver con mi historia y la de mi familia. Mi niñez, a los cuatro años en 1955, corriendo con mi madre y unos tíos, escapando del bombardeo. La política siempre estuvo presente en mi vida, los golpes militares como una sucesión de hechos que parecían naturales. Adolescencia militante con curas tercermundistas, un gran interés por lo social. Y, a los 21 años, ser delegado de comisión interna de la UOM. La primavera camporista, el regreso de Perón, el líder echando de la Plaza a los jóvenes revolucionarios, su muerte posterior, López Rega, Isabel, la Triple A y, en 1976, el más nefasto de los golpes militares que conoce nuestra historia. Todo eso aparecía en la obra de Gastón Quiroga, el tiempo y el espacio de la memoria podían ponerse en acto, en escena. Todo a través de los hechos que les suceden a tres hermanos a lo largo de cincuenta años. Chacha, Cholo, y Chichilo son el país, son las diferentes maneras de ver, pensar y sentir los hechos de la historia. Poner en acto esta obra significó un compromiso personal con el arte, con el material y con les otres. Llevó tiempo y esfuerzo, momentos de incertidumbre y un enorme deseo de llegar a estrenar. También fue un encuentro amoroso en el arte con cada une de les integrantes del proyecto. Cada une en su rol aportó lo necesario para parir a esta criatura que es la obra. Desde su estreno, cada lunes es un encuentro religioso con un grupo de seres humanos que comparten nuestra misa pagana. Estoy profundamente agradecido al oficio que elegí como modo de vida. Y dicho sea de paso, en mis 44 años de profesión es la primera vez que siento tanto reconocimiento con el trabajo que hago como actor. Agradezco a la fortuna por haber puesto en mi camino este material y a la pasión que siento por este oficio que se puede convertir en arte, pues este combo me permite seguir descubriendo cada lunes la vida que emana del trabajo con mis compañeres.

Cecilia Sgariglia, actriz (Chacha)

Cuando me convoca el director Marcelo Velázquez, me sorprendí porque acababa de ver la obra La pasión según G. H., sobre la novela de Clarice Lispector, y me había gustado muchísimo su trabajo como director. Además, me había propuesto volver a trabajar en teatro y el actor Guillermo Flores (Chichilo), un compañero entrañable con quien ya había trabajado, le había propuesto mi nombre al director y me sentí muy honrada y muy feliz. Luego, me encontré con el material de Gastón Quiroga y, cuando lo empecé a leer, no entendía cómo era el personaje de Chacha, ni cómo era la obra, los textos me parecían muy bellos pero no les encontraba la vuelta. Hasta que llegué a una escena que me conmovió muchísimo, con la que me reí y lloré, y me dije: “Tengo que hacer esto, tengo que hacer esta Chacha”. Porque cuando sos actriz y leés un material y ese material va al cuerpo inmediatamente, es porque es tuyo o es para vos. Chacha es una mujer que vive en un mundo que le enseñó su mamá, que creyó en ese mundo, educada para princesa, como se decía antes, educada para ser una mujer de bien, una madre de familia, educada en todos los preceptos de lo que está bien, de lo que debe ser y con preceptos de una clase media ascendente donde ese “deber ser” tenía que ser cumplido para recibir un premio, porque así se enseñaba: “Si vos cumplís con esto y aquello con el afán de pertenecer, vas a ser alguien en la vida”. Chacha queda encerrada en ese mundo y desde ese mundo viene su enojo tan profundo con su padre, al sentir que la traiciona por tener esos otros hijos “ilegítimos”. Desde ahí comencé a trabajar el personaje, bajo la atenta mirada de Marcelo, que tenía una propuesta estética sobre la obra, y con unos compañeros maravillosos. Conocí en este proyecto a José Manuel Espeche (Cholo) y junto con Guillermo Flores me ayudaron muchísimo para encontrar el tono justo, o lo que creemos que es el tono justo de Chacha, para que funcione como una especie de grotesco que requiere la obra, a la vez que se puede sostener la conflictividad todo el tiempo. Todo el proceso de trabajo fue una fiesta. Hacer Los otros Duarte es una fiesta. Me encontré con dos compañeros que siento que son mis verdaderos hermanos de la vida, tenemos más o menos las mismas edades, compartimos un universo, compartimos códigos y nos hace muy feliz estar arriba del escenario. Y todo el equipo técnico y artístico trabajó mucho para que este espectáculo sea una fiesta y se produzca este fenómeno teatral que me da mucha alegría en cada función compartida con el público que llena la sala del Teatro del Pueblo. Me encantó el planteo de la obra de Gastón Quiroga, la historia contada por estos otros, olvidados, que nadie conoce y que la ven de afuera. Es muy original contar la historia de Evita de esta manera, no desde el amor de su pueblo sino desde las miserias familiares, aunque estuviéramos hablando en realidad de su grandeza.

Guillermo Flores, actor (Chichilo)

Cuando leí la obra por primera vez, me produjo inmediatamente asociaciones de carácter sensorial, evocaciones, imágenes… Historias, relatos familiares, de antes, pero también de ahora. Los ensayos estuvieron siempre impregnados de aquellas experiencias singulares que se convirtieron en imaginario colectivo. Cada uno de nosotros –intérpretes y director– volcamos esas experiencias a favor de un proyecto cuya protagonista era nada menos que Evita. Protagonista y a la vez antagonista, sin presencia física en la obra, pero el eje que organizaba la acción, el “objeto de conflicto” que daba entidad a estos tres hermanos ignorados por la historia. Pudimos, de la mano del director, construir vínculos, encontrar el juego más adecuado al género, sostener una lógica fraternal y, a la vez, elaborar un relato con una paleta de colores muy amplia: momentos de mucha tensión, otros muy desopilantes, otros muy emotivos. No es menor subrayar que conformamos un equipo (intérpretes, director, asistente, productora, etc.) en el que lo complejo que significa abordar un trabajo artístico siempre fue placentero. Nos llevamos muy bien y eso se puede detectar a simple vista. Cada función es para nosotros de verdad una fiesta. Respecto de mi personaje, siempre lo amé, es un sujeto común, con una gran dosis de sensibilidad. Quizá poco útil en la estructura social, pero con mucha calle, sabe mirar aunque parece no entender, absorbe, se impregna de esas experiencias de vida y finalmente se transforma. Tarde quizá. En síntesis, para mí esta es una experiencia fascinante: me toca, me perturba, me divierte, me convoca. Y encima tengo la suerte de compartirla con grandes artistas que además son buena gente. ¿Qué más se puede pedir?

FOTOS: Lucas Suryano

Escrito por
Daniela Lozano
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