Hubo un tiempo en que para lanzarse a la aventura bastaban cuadros ilustrados y un globo de diálogo. La avidez por los destinos exóticos y las hazañas heroicas era aprovechada por el fértil mercado editorial argentino. Las historietas, en principio publicadas en los diarios, fueron ganando adeptos hasta inspirar la creación de revistas especializadas.
Entre los 40 y los 60, este tipo de publicaciones vivió una “edad de oro”: se vendían cientos de miles de ejemplares por semana y había legiones de fanáticos. Ese boom también se consolidó gracias a la historieta como un formato para adultos y el surgimiento de los guionistas. Uno de los más destacados de ese período fue Héctor Germán Oesterheld, cuyo estilo marcó un punto de inflexión.
Es interesante analizar la evolución de su trabajo en paralelo al crecimiento de las editoriales de revistas de historietas. En los 50, Oesterheld comenzó a desarrollarse como escritor, al principio por hobby –era geólogo– y luego por razones económicas, aprovechando la demanda de una industria en la que la producción en serie iba al galope. Cada público tenía su revista: niños (Billiken), adolescentes (Patoruzito) y adultos (Intervalo). Sería imposible nombrarlas a todas o hacer un índice pormenorizado de contenidos o personajes, pero lo cierto es que cada una llegó a tener una historieta entre sus páginas (de aventuras, bélicas, de cowboys o románticas).
El inicio de quien sería reconocido, incluso internacionalmente, por El Eternauta fue con relatos infantiles en las editoriales Códex y Abril –donde además escribía artículos de divulgación científica– y los inolvidables cuentos troquelados de la colección Mis animalitos, editada por Sigmar. Llegó a la historieta a pedido de Abril, para la revista Cinemisterio, donde en 1951 publicó sus primeros guiones. Un año más tarde, en Misterix, nacía el piloto de pruebas Bull Rocket, con trazos de Paul Campani, y le seguía el Sargento Kirk, dibujado por Hugo Pratt.
LEJANO OESTE
La historia, con tintes gauchescos, estaba ambientada en el lejano oeste. Kirk servía en el Ejército estadounidense y cargaba con su participación en la matanza de una tribu amerindia en aquel proceso de expansión de fines del siglo XIX. Había muchos puntos en común entre el guionista y aquel sargento enemigo de la injusticia, que terminó convirtiéndose en un desertor.
Oesterheld era ilustrado. Oscilaba entre su profesión y un hobby, al que finalmente eligió como trabajo, a pesar de los sinsabores económicos y de que sus creaciones no gozaban entonces de gran prestigio intelectual. Como Kirk, era un personaje de frontera, se debatía entre dos mundos, con todas las implicancias psicológicas y políticas que ello involucra. Casualmente, o no, Frontera fue el nombre de la editorial que fundó junto a su hermano Jorge, en 1956.
Al irse de Abril –que se quedó con Bull Rocket– se llevó al dibujante de Kirk, Pratt. También arrastró a una buena parte de lectores, ya que las ventas de Misterix bajaron de 220 mil ejemplares a 40 mil: esos 180 mil de diferencia compraban las revistas mensuales Frontera y Hora Cero. Tras el éxito comercial salió el suplemento semanal Hora Cero, y al año siguiente, Hora Cero Extra y Frontera Extra. Y en 1960, el personaje Ernie Pike, cronista de la Segunda Guerra Mundial, tuvo su propia revista: Batallas Inolvidables. El 4 de septiembre nacería el mítico Juan Salvo, el protagonista de El Eternauta, con dibujos de Francisco Solano López.
Ese relato fue tan revolucionario como Frontera. A tal punto, que entre 1957 y 1959 no había quien ignorara el derrotero de Salvo. Como todos los personajes de Oesterheld, no era un héroe al estilo tradicional sino un hombre común en una situación extraordinaria, que debía tomar decisiones fundamentales. El éxito de la editorial radicó en que inauguró otro modo de contar historias, dirigidas a adultos, con personajes que se alejaban de los estereotipos conocidos: se esfumaban los límites entre los buenos y los malos.
CIERRE Y ÉXODO
Los problemas económicos pesaron sobre la notoriedad, y a fines de 1959, tras el éxodo de la mayoría de los dibujantes, los títulos fueron vendidos a la editorial Ramírez. El cierre coincidió con un período de decadencia en la producción de historietas en el país por el ingreso de las más económicas mexicanas y la llegada de la televisión, que ofrecía historias en movimiento.
El prolífico Oesterheld siguió adelante, y en 1962, en Misterix, nació Mort Cinder; luego haría la historia sobre el Che Guevara para la editorial Jorge Álvarez –cuyos originales fueron secuestrados por el gobierno de Juan Carlos Onganía–, y junto a Alberto Breccia, la nueva versión de El Eternauta para la revista Gente, un guion con evidente compromiso político que motivó su cancelación.
Pasó por Atlántida, Ediciones de la Flor y las dos grandes competidoras de historietas, Columba y Récord, que en 1976 reeditó El Eternauta y promovió una segunda parte, que Oesterheld escribió en la clandestinidad. Juan Salvo –imbuido de los ideales del autor, que se había unido a Montoneros– era ahora un caudillo que alentaba al pueblo oprimido a alzarse contra un gobierno opresor.
Junto con Salvo, Oesterheld había cruzado una frontera: la de quien ya no puede permanecer indiferente ante el sometimiento y la violencia, en un momento histórico en que ese tipo de heroísmo se pagaba con la vida. Se desnudó en sus historietas, lo que le valió la devoción de sus seguidores, quienes a partir de 1977 se vieron privados de sus historias, pero abrazaron su legado para siempre.