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Caras y Caretas

           

La receta de Milei contra la clase media

NOTICIAS ARGENTINAS BAIRES, ABRIL 22: El presidente Javier Milei durante su mensaje en cadena nacional. Foto NA: CAPTURA DE VIDEO

Pese al discurso de ir contra la casta, el ajuste lo está pagando la gente, y lo sufren la actividad y el consumo. Ingresos pulverizados y temor por el futuro del empleo.

En los cuatro meses y medio que lleva Javier Milei piloteando el timón del país y de la economía, mostró un relativo buen manejo del discurso y de las redes sociales pero una nula sensibilidad social. Y en cuanto a medidas para estabilizar la economía, el partido aún se está jugando y habrá que ver cómo terminan las cosas.

En esta lógica, el gobierno liberal libertario se resume en dos ideas fuerza: déficit cero a cualquier costo y alabanza al mercado, que indefectiblemente se encarga de acomodar los melones.

Pero hay una tercera idea que, cada vez más, muestra al Gobierno y al propio Milei, literalmente, retrocediendo en chancletas. Y es que cada vez que se implementa alguna medida destinada a cumplir con los ejes económicos de la gestión, es decir, adecuarse al ajuste de las cuentas públicas o abrir el juego a las fuerzas del mercado y relajar los controles del Estado a las empresas, pasa lo que la última semana ocurrió con los aumentos de las prepagas. El Gobierno tiene que dar marcha atrás.

Antes había ocurrido con las petroleras y los aumentos de combustibles y también con los supermercados y las empresas de consumo masivo. Es decir, cuando en Balcarce 50 se dan cuenta de que se les fue la mano con la inacción o el fogoneo de los aumentos, y el ruido de la calle se los hace notar, intervienen para mandar a parar y obligar a retroceder.

En este juego de dejar hacer, dejar pasar, y tras años de precios reprimidos e inflación que corría muy por delante del valor de las cosas –justo es decirlo– siempre pierden los ciudadano de a pie, los trabajadores asalariados y los pequeños y medianos trabajadores independientes, cuentapropistas o monotributistas, los jubilados y pensionados. En suma, la clase media.

Impacto en el consumo

En los últimos tres días se conocieron dos informes de consumo realmente lapidarios, y en segmentos que muestran en forma descarnada el impacto de la recesión y la caída del poder adquisitivo.

Según el relevamiento mensual de la consultora Scentia, las ventas de productos de consumo masivo, esto es alimentos, bebidas, productos de limpieza e higiene personal, se desplomaron -7,5 por ciento en marzo, e hilvanan ya tres meses consecutivos de caída y cada vez más profunda, tras el rojo de -3,8 por ciento en enero y -4,1 en febrero. De esta manera, en el primer trimestre del año el derrumbe del consumo masivo fue del -5,1 por ciento, explicaron desde Scentia.

Cabe recordar que la consultora releva la variación de las ventas en supermercados y autoservicios independientes del AMBA y del interior del país, distinguiendo regiones, dado que los consumidores suelen tener comportamientos distintos.

Así, en supermercados de cadenas, al AMBA le va peor que al interior, dado que en el primer caso la baja es de -7,8 por ciento versus -6,9 del interior del país. La cosa se revierte cuando se analiza lo que ocurre en autoservicios, con AMBA retrocediendo -2,7 por ciento, un dato casi para festejar en contraposición al derrumbe de -12,6 por ciento del interior.

“Un dato no menor es que la comparación de este mes se ve favorecida por la estacionalidad de Pascuas, que en 2023 fue en abril, por lo que también podría impactar en el próximo mes medido, pero al revés”, explicó Osvaldo Del Río, director general de Scentia.

Y hay un dato más, realmente muy preocupante y que surge del propio informe. Es el brutal impacto de la inflación. Según el relevamiento de Scentia, el precio promedio en marzo tuvo un incremento interanual de 345,6 por ciento, cuando la inflación acumulada de los últimos doce meses, según el Indec, fue del 287,9. Casi 60 puntos de diferencia.

La inflación tiene un nivel de espanto pero sustancialmente menor a lo que aumentaron los bienes de consumo masivo. Y mucho más si se tiene en cuenta que desde noviembre pasado hubo una aceleración sin escalas que llevó el precio promedio de un avance de 157,5 por ciento justo antes del cambio de gobierno, a 217,2 por ciento en diciembre, el primer mes de Milei en la Rosada, pero con inusual devaluación de por medio, para llegar al mencionado 345,6 en marzo.

Es que en la lógica libertaria hay que pagar por los bienes y servicios “lo que valen” y ahí siempre se menciona, por ejemplo, que un litro de nafta vale históricamente un dólar en todo el mundo; que la energía es cara en todos los países, o que las empresas tienen que ajustar sus precios para tener rentabilidad y mantener las inversiones.

Pero se ignora que en la Argentina el salario promedio no supera los 500 dólares, mientras que en los países centrales, tomados como modelo, y que “pagan por las cosas lo que valen”, los sueldos pueden triplicar ese valor.

Foto NA

Quemando los ahorros

El otro informe mencionado más arriba fue elaborado por la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) y se conoció este lunes 22. Destaca que en marzo el Indicador de Consumo (IC) “mostró un retroceso de -3,8 por ciento en la comparación interanual, implicando un incremento desestacionalizado de 0,8 por ciento frente al mes de febrero”.

Pero aclara que, al igual que en febrero, las elevadas tasas de inflación continuaron impactando en el poder de compra de las personas, profundizando la caída del consumo por la pérdida real de poder adquisitivo.

Y un dato más: “El uso del ahorro en una parte de la sociedad podría estar llegando a su fin, como método para paliar la situación, aunque el descenso en el ritmo de inflación mensual podría ser una buena noticia de continuar los próximos dos meses. No obstante, la recuperación de la capacidad de consumo llevará un tiempo, aun cuando la inflación mensual continúe desacelerándose”, explicaron desde la Cámara Argentina de Comercio.

En este contexto, no sorprende que algunos indicadores de actividad estén en claro retroceso. Algunos analistas incluso anticipan que el “enfriamiento de la economía” es un objetivo de política económica para combatir la inflación.

Es decir, “secar la plaza” para que se venda menos de todo y eso modere los aumentos. O lo que el propio presidente Javier Milei llamó la “licuadora”, frente a un centenar de empresarios reunidos la semana pasada en el Foro Llao Llao.

No es una receta nueva, los argentinos la vieron en la época de José Alfredo Martínez de Hoz en la década de 1970, durante el menemismo y la convertibilidad y, en menor medida, en la gestión de Cambiemos, pero siempre con el mismo resultado: un golpe a los que viven de su ingreso y no tienen cómo defenderse de la inflación.

Está claro que hay que ordenar las cuentas públicas y que ir hacia el déficit cero es el camino virtuoso. De la misma manera que en una casa no se puede vivir siempre con las tarjetas de crédito “detonadas”, tampoco un país puede estar siempre en rojo, gastando más de lo que recauda. Pero hay maneras y maneras de cerrar el déficit.

Hacerlo como lo hizo el Gobierno, a capa y espada en tiempo récord y sin miramientos frente a lo que la gente deja de consumir o cómo hace para llegar a fin de mes, tiene patas cortas. Tarde o temprano, el cristal se romperá y se terminará el hechizo liberal libertario.

Otra cosa es que el Gobierno busque ordenar las cuentas, que haya aumentos pero graduales y que se permita que la gente pueda ir acompañando los incrementos a partir de los aumentos que va recibiendo y de la baja consistente de la inflación. En fin, son formas de hacer el ajuste pensando en la gente o solo en los mercados, el FMI y los acreedores.

Escrito por
Carlos Boyadjian
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