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Caras y Caretas

           

Un plesiosaurio vivo: ciencia, cultura y humor

Hace más de un siglo, una insólita expedición acaparó la atención de la prensa local e internacional. Un cowboy, un naturalista y un monstruo que nunca dio la cara, pero cantaba tangos.

¿Los plesiosaurios son dinosaurios? No. ¿Los plesiosaurios están vivos? No. ¿Existían en el siglo pasado? Tampoco. “Un plesiosaurio es un tipo de reptil marino que vivió en la era mesozoica. Existieron, sí, paralelamente a los dinosaurios; pero no lo eran. En la tierra estaban los dinosaurios; en el mar, los plesiosaurios”, explica la paleontóloga Julia D’Angelo, en el coqueto paseo histórico y cultural La Cisterna, en pleno centro porteño.

Allí, enmarcada en La Noche de los Museos, se desarrolló una curiosa actividad para abordar, desde distintos ángulos, un acontecimiento que enredó lo científico, lo cultural y lo humorístico: el furor por encontrar un supuesto plesiosaurio vivo en el sur del país, en 1922. Dato no menor, este tipo de reptil había desaparecido hacía más de 65 millones de años y no tiene parientes vivos en la actualidad. Por eso, el desconcierto y la fascinación.

Antes de la popular historia de Nahuelito en las aguas del lago Nahuel Huapi, y del supuesto avistaje del monstruo del lago Ness, en Escocia, esta aparente criatura acuática revolucionó la Patagonia argentina. Para entender el hecho, es necesario recurrir a dos personajes: Clemente Onelli, científico, geógrafo y director del zoológico de Buenos Aires en aquella época, y Martín Sheffield, un particular cowboy estadounidense radicado en nuestro país.

“Sheffield le manda una carta a Onelli diciéndole que en una laguna cerca de su casa había visto a una ‘fiera descomunal’. Le pide dinero, herramientas y varias cosas más para financiar la supuesta caza de esta criatura. Onelli, que era experto en explotar temas científicos de un modo sensacionalista, accedió y organizó una expedición”, relata Magrio González, realizador y documentalista.

De la aventura formaron parte un ingeniero, un tirador profesional, un enviado formal de Onelli, dos periodistas –uno de ellos de Caras y Caretas– y otros valientes que habían conseguido financiamiento por distintos medios, públicos y privados. Finalmente, viajaron y se inició el derrotero menos científico, pero más atractivo: los medios comenzaron a cubrir la expedición como la caza de un plesiosaurio vivo en la Argentina.

“Sale en la tapa de The New York Times y siguen el día a día de la noticia durante varias semanas. También lo cubre un folletín británico. La Nación y Caras y Caretas se nutren de esta situación y comienzan a publicar historietas y distintas piezas gráficas sobre el tema. Se suma la Sociedad Protectora de Animales, que emite un documento pidiendo que no lo cacen porque, de hacerlo, sería ilegal. Cada vez se veía y leía más sobre ese supuesto plesiosaurio”, relata Magrio.

Plesiosaurio musical

Gran cantidad de producción de contenidos se generó esas semanas en torno del reptil y su inminente caza. El tema desbordó al periodismo gráfico y se diversificó en distintas ramas culturales. Se publicaron libros, varios cuentos, revistas cuasi científicas, lapiceras con su imagen, una publicidad no tradicional de cigarrillos y obras musicales: cinco tangos y un fox-trot.

De estas últimas piezas, no se conocían registros sonoros; incluso, nada se sabe de algunos de los autores de sus letras. Entonces Magrio González, junto a Iris Serrano, comenzó una investigación para obtener las partituras y conocer los sonidos de esas composiciones de más de cien años de antigüedad. Pasaron por la Biblioteca Nacional, por Sadaic, se reunieron con distintos expertos en el género, y lograron recuperar el fox-trot y tres de los cinco tangos.

Con las partituras cerca, pero el conocimiento musical lejos, solo restaba conseguir quien los ejecutara, cosa que el documentalista logró a través del programa Activar Patrimonio del Ministerio de Cultura de la Nación. Así, fue la orquesta femenina Sciammarella Tango la que, después de cien años, volvió a ejecutar el fox-trot y grabar, por primera vez, uno de los tangos, cuyo protagonista es el plesiosaurio describiendo los hechos en primera persona.

Los temas sonaron por primera vez, después de un siglo, en la última Noche de los Museos. Los disfrutaron músicos, periodistas y un mar de visitantes que recorría el paseo La Cisterna y se sorprendían con las reproducciones en papel maché de dos cabezas de plesiosaurio frente a la orquesta.

Ah, ¿y qué ocurrió con aquella expedición? Cuando la comitiva llegó a la Patagonia, intentó encontrarse con el cowboy Sheffield para iniciar la búsqueda del plesiosaurio, pero, inesperadamente, el vaquero había huido con la plata enviada por Onelli y nunca pudieron encontrarlo. De todas formas, los viajeros acamparon a orillas de la laguna por varios días para intentar observar a la criatura, sin obtener resultados positivos. Luego, algo desganados, ingresaron en las aguas; pero la profundidad no alcanzaba ni los cuatro metros.

“Terminó siendo todo un circo. La expedición fracasó. Obviamente, volvió sin resultados; pero se generó mucho contenido alrededor. Cuando regresaban, enviaron un telegrama a varios medios diciendo que habían logrado capturar al plesiosaurio; y así fue publicado”, relata Magrio.

El reptil extinguido hace más de 65 millones de años, claramente, no apareció ni fue capturado en la Patagonia, aunque muchos medios lo hayan aseverado. Ese final también formó parte del entramado irrisorio del hecho. Quizá lo más sensato de toda esta larga quimera popular haya sido una carta que el propio plesiosaurio publicó en el diario La Nación, en marzo de 1922: “El objetivo de mi carta es persuadirlos de que me dejen en paz, ya que soy un monstruo discreto y desinteresado”.

El sueño del documental

Magrio González e Iris Serrano se vieron atraídos por las criaturas de la era mesozoica desde muy chicos. “Cuando tenía seis años vi una revista con el monstruo del lago Ness en la tapa y la sola posibilidad de que existiera un dinosaurio vivo era lo más fascinante del mundo. Crecí con esas revistas de divulgación científica que te podían hablar de algo serio o del triángulo de las Bermudas. Para mí, todo tenía la misma importancia porque lo decía una revista científica”, explica Magrio, quien reconoce que su escepticismo actual no disminuyó su fanatismo por el mito.

Los años pasaron, y tanto Iris como Magrio sintieron que esa ingenua acumulación de documentos e información sobre la temática debía ser plasmada en alguna pieza cultural, por ejemplo, un documental. “Siempre creímos que el Nahuelito era la copia argentina del monstruo del lago Ness; pero no, porque esta historia del plesiosaurio es una década anterior. Además, esto es mucho más rico para contar: hay un impacto cultural y económico detrás de la historia. Si apareció o no apareció, termina siendo secundario”, dice el documentalista.

Muchas recorridas, cámara en mano, por la Patagonia dieron inicio a las grabaciones en 2017. Luego del freno obligado por la pandemia, reanudaron sus viajes y en pocas semanas estarán finalizando el rodaje documentando un destino que esperaron durante años: el propio lago Ness, en Escocia. A partir de allí, serán tiempos de encerrarse en la isla de edición a trabajar con el material. La idea de Magrio e Iris es presentarlo en el 39° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el año próximo.

Escrito por
Damián Fresolone
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