El 26 de septiembre de 2014 desaparecieron a 43 estudiantes de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero y, según la principal línea de investigación oficial, hubo connivencia entre la policía local y el alcalde de Iguala, en el marco de una riña entre carteles. Sin embargo, el Estado mexicano sigue sin responder dónde están los normalistas.
En el cuerpo de los 43 se escribe un mal que no cesa y que con el paso de los días se agrava. Las desapariciones forzadas de personas en México siguen siendo silenciadas y no ocupan la agenda de los grandes eventos políticos de la región. A nueve años de la Noche de Iguala, las cosas no siguen igual pero nada relevante sucedió. El último informe del gobierno de Manuel López Obrador, en la voz de Alejandro Encinas, sigue siendo inconsistente. Las madres y los padres de los normalistas piden una respuesta que no sea puro maquillaje ni entorpezca las vías para llegar a una verdad.
Para reflexionar sobre el caso, Caras y Caretas entrevistó al periodista, fotorreportero y documentalista italiano Federico Mastrogiovanni, que vive en la Ciudad de México desde 2009. También escritor, traductor y académico, es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Pisa y en Comunicación por la Universidad Latinoamericana, maestro en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y licenciado en Sociología y Antropología por la universidad La Sapienza de Roma. Actualmente escribe para la revistas Sentido Común y Rolling Stone y para el periódico Milenio.

–¿Cómo interpretás el último informe que dio el gobierno mexicano sobre Ayotzinapa?
–El narco todo poderoso es una discursividad y una cortina de humo que hay que desmantelar. Lo que estamos viendo ahora, en estos días, con el tema de Ayotzinapa, es la prueba de quién realmente manda en este país, y siguen diciendo pendejadas, que es lo que se sigue repitiendo. Cuando escuchas al subsecretario de Derechos Humanos de la Nación, Alejandro Encinas, hablar del caso Ayotzinapa, que sale con otro informe diferente a la verdad histórica, pero con puntos de encuentros. El fulcro de la cuestión es sobre quién recae la responsabilidad de todo lo que pasó en la noche de Iguala, y sigue recayendo en el narcotráfico, policías locales, alcalde, etcétera. El elemento que sigue faltando es reconocer la responsabilidad de los altos mandos del ejército. El que fue secretario de Defensa Nacional en esos días, Salvador Cienfuegos, fue arrestado en los Estados Unidos, y luego acá el presidente hizo todo para rescatarlo como si fuera un tema de soberanía nacional, y ahora está libre. Ese es el punto central, para mí, las cúpulas más altas a las que no se apunta. Y el último informe vuelve a recaer la responsabilidad de los muertos, aun los que tienen secuelas de salud, un normalista en coma y los 43 desaparecidos, sobre grupos criminales. En la conferencia de ayer, Encinas dijo que hay tres no excluyentes de por qué se dio este acontecimiento: primero la confusión Guerreros Unidos y la supuesta infiltración de Los Rojos entre los normalistas, que no hubo; segundo, de venganza del presidente municipal José Luis Abarca Velázquez, otras farsa; y tercero, la droga (incomprobable) que contenía uno de los camiones que tomaron los estudiantes. Básicamente, lo mismo que se dijo en aquella (falsa) verdad histórica en el fondo, pero solo se entiende si uno conoce la dimensión que tiene el ejército en ese territorio, en esa población de ayotzinapos desde hace décadas y además un operativo de este tipo que involucra a decenas de individuos, y la relación de poder que hay entre ellos, y lo que se pone en juego. No se equivocaron ni se les fue la mano con lo que hicieron, no matas y no haces desaparecer a cuarenta y tres personas así nomás. Lo que se sigue haciendo, desde donde se lo vea, es sacarle responsabilidad directa al ejército, para atribuírsela a actores que sí participaron, eso no está en discusión, pero en términos políticos electorales ese fue un tema crucial de campaña electoral para AMLO, y este acontecimiento fue central en el cambio del régimen. Este hecho acabó con el PRI porque la gente no lo toleró, ya habían visto todo el desastre de Felipe Calderón y luego Enrique Peña Nieto, y esto fue la tumba del PRI. Y este gobierno llegó embanderando la causa de los ayotzinapos y prometió justicia, y ahora escucharlo a Encinas es como escuchar a un ilusionista. Ese tipo tiene oficio y encontraron en él a un tipo que da confianza a la gente, pero está diciendo lo mismo, o sea, al ejército no se lo toca, fin de la cuestión. Están dispuestos a sacrificarlo todo los que realmente mandan. Si bien hubo avances en estos cinco años, el punto final es que digan quién es el responsable, y no ligarles la responsabilidad a grupos criminales como lo vuelven hacer ahora. También entender que es un fracaso y se rompió algo importante, que no dieron respuestas claras y que parte de su electorado y claramente de los familiares de los jóvenes desaparecidos, muertos y torturados no las recibió. No lo pueden resolver hasta que no se metan a fondo en serio.
–Parece que tenemos gobiernos que para asumir necesitan llegar a un pacto de silencio y complicidad.
–Si tocan las fibras más oscuras del caso te llevan a los vértices, como el jefe del estado mayor presidencial, el presidente, el secretario de la Marina, el secretario de Gobernación, no puede venir a decir que fue una riña entre carteles, ¿se entiende? Ahora volvió la narrativa de los “carteles” y, claro, mejor que el culpable sea un enemigo externo del Estado, juegan perfecto. Históricamente, los grupos criminales han sido subordinados a la hegemonía del Estado, y del Estado a través de sus fuerzas armadas. Entonces, si inviertes esta relación de poder, aparece la idea del Estado fallido, el Estado rebasado y la impotencia frente a estos superpoderes. En cierta medida, es una estructura que delega y permite que otros actores actúen.
–¿Por qué tienen tanto miedo de llegar a la verdad?
–Porque es un país donde si te metes con el ejército te hacen un golpe de Estado. Y el ejército en la historia de este país fue el que tuvo el poder presidencial hasta 1946 y luego entregó el poder a los civiles, por ejemplo, empresarios que en ese momento levantaban la economía, fue entrega en la que mantuvieron un control sobre el poder civil. Por eso nunca hubo un típico o convencional golpe de Estado en México.

–Los normalistas son la cara visible de una maquinaria del terror que vive México. ¿Por qué tanta saña contra los estudiantes?
–Hay un tema que hay que tomar en consideración, cómo se llevan, y te das cuenta de por qué representan una amenaza. Vivimos bajo un relato, que es el relato de la democracia. En este relato, la democracia funciona hasta que empiezas a joder e interpelar al sistema, y ahí se te viene todo el poder represivo del Estado. Hay sujetos y grupos que históricamente en este país joden y molestan. Sobre todo exponen que esta democracia no es la que quieren para su pueblo. Los estudiantes, los sindicatos, algunos grupos guerrilleros en su momento históricamente fueron y son los que más presionan contra este relato. Siempre se ha considerado a partir de los años 60 ciertos grupos sociales organizados tienen que ser reprimidos para que no puedan convencer a la sociedad de que esto es una farsa. Y en el momento en que se dan brotes de insurgencia, el aparato del Estado activa inmediatamente la represión hasta disminuirlos a una categoría no humana; pasa en las guerras. Si yo te quiero aniquilar te debo considerar un no-humano. Los ayotzinapos son irreductibles e invencibles. El trabajo en las escuelas normales rurales es muy fuerte, de lucha y resistencia, donde ven que su territorio y sus padres campesinos son amenazados constantemente por grupos extractivitas que profanan sus tierras y esclavizan a sus familias, comunidades enteras, para trabajar por sueldos miserables que forman parte de estos grupos criminales de los que venimos hablando. Desde ahí hay que reflexionar sobre por qué los reprimen, los desaparecen y los matan, y entender que para el Estado, los ayotzinapos son una amenaza para el modelo que aplican hace años. Es muy importante tener calladas estas voces y se entiende cuál es la preocupación del ejército que tiene hace décadas controlados el territorio y sus jóvenes.