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Caras y Caretas

           

Desafíos políticos para frenar a la extrema derecha

Javier Milei. Foto: NA

El arrollador triunfo de Milei en las PASO habla de un electorado que votó con enojo pero sin escuchar las propuestas del candidato que, en muchísimos casos, afectarían sus propios intereses.

¿Qué  pasó este domingo 13 de agosto de 2023 que quedará en la historia de la política argentina como una jornada en que la sociedad se paró al borde del abismo del neofascismo? Está solo a un paso de arrojarse y aún no sabemos si lo dará.

Los datos: el diputado de extrema derecha Javier Milei fue el candidato más votado en las primarias abiertas de las elecciones presidenciales. Sacó el 30 por ciento de los votos. Dejó en segundo lugar a Juntos por el Cambio, con 28, y en tercero al peronismo, con 27 por ciento.

El voto de Milei tiene varias características y generó ciertas anomalías de lo que eran, hasta ahora, los comportamientos electorales de la sociedad argentina. Su triunfo se ubica centralmente fuera de la provincia de Buenos Aires y de la Capital Federal. Ganó en 16 provincias. Se trata de una fuerza política que no tiene estructura partidaria, que no tiene un solo intendente ni un solo gobernador, en un país como la Argentina, de 46 millones de habitantes y casi tres millones de kilómetros cuadrados. El poder territorial de Milei es absolutamente nulo y, por ahora, es el favorito para triunfar en las elecciones generales de octubre. Es un hecho sin antecedentes en estos cuarenta años de restauración democrática.

El economista de extrema derecha triunfó en lugares en los que cuesta mucho entender el sentido del voto. Un ejemplo: se impuso en Tierra del Fuego con el 35 por ciento. Y es ahí donde surgen las incógnitas, los misterios sobre la motivación. Los fueguinos saben –o deberían saber– que buena parte de la economía y los empleos de la provincia se deben al régimen de promoción industrial que financia el Estado nacional, es decir, el resto de la Argentina. En el presupuesto de este año representa más de 520 mil millones de pesos. Esta promoción es la que permite sostener la industria de electrodomésticos que se instaló en el extremo sur.

Además, a mediados de 2021, la provincia se dio el “lujo” de votar una ley proambientalista que prohíbe montar criaderos de salmón. ¿Se dan cuenta los fueguinos de que si Milei gana va a arrasar con todo eso? Adiós al régimen de producción industrial porque quien asigna recursos debe ser el mercado. Y, por lo tanto, para tratar de sobrevivir tendrán que criar salmón. Eso es lo que va a ocurrir. Milei lo dice abiertamente. No miente, como hizo Mauricio Macri en la campaña de 2015.  

¿Los votantes no escuchan el mensaje de Milei? En principio parecería que no le prestan demasiada atención. Es un voto hecho desde la rabia, la emoción violenta, enceguecida. Es un enojo que tiene motivos económicos, pero no son los únicos. Las políticas de cuidado de la pandemia, lamentablemente, también ayudan a entender el rechazo al Estado que se esparció, sobre todo, entre los jóvenes. Son los que se sintieron encerrados por una política sanitaria de una ética indiscutible. El punto, aunque no guste, es que lo ético no siempre es popular. Fue durante la pandemia que la extrema derecha comenzó a encontrar tierra fértil para sostener la idea del “Estado opresor” que debe ser descuartizado. Muchos jóvenes respaldaron las políticas sanitarias porque querían cuidar al resto de su familia. Hubo otros tantos a los que les daba lo mismo y se sentían presos de una situación que a ellos no los afectaba de un modo tan grave.

El nivel de empatía y solidaridad que debe tener una sociedad para acompañar mayoritariamente esas políticas durante casi dos años parece casi irreconciliable con el individualismo occidental. La pandemia no engendró solo el covid, también fortaleció la enfermedad política de los neofascismos.

Cierre de campaña de Javier Milei en CABA (Foto NA).

Instrumentos para la batalla  

Si los fueguinos –solo por seguir con el mismo ejemplo– no se dan cuenta de que están realmente cavando su propia fosa, hay que ir y decirlo en su terruño una y otra vez. Hay que pedirles a los votantes de Milei que por un minuto dejen la rabia de lado y escuchen lo que dice su candidato. Lo mismo puede aplicarse a Salta, Tucumán, San Juan, San Luis y otras provincias.

El movimiento del feminista que logró la aprobación del aborto legal debería unificarse detrás de la batalla para frenar al neofascismo. Porque tanto Milei como su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, quieren derogar la ley que aprobó el Congreso. Y esa norma tuvo una aprobación transversal, con votos del peronismo, el radicalismo y el PRO.

El candidato de la extrema derecha ha dicho públicamente que considera que la educación pública es una injusticia porque alguien la tiene que pagar y al que paga se le está “robando”. Ese candidato ganó en Tucumán, donde el 90 por ciento de los chicos va a la escuela pública. ¿Tienen claro los tucumanos que Milei está prometiendo arancelar la educación de sus hijos, a la que considera parte de las políticas de justicia social que, según él, son responsables de todos los problemas del país? Hay que decirlo una y mil veces. El pueblo enojado, en muchos casos con razón, tiene que saber lo que está votando.

La batalla contra el neofascismo no puede hacerse de un modo que no sea frontal. Pone las cosas en blanco y negro. No hay espacio para los matices.

Hay que hablarles también a los que no fueron a votar. No asistir a las urnas es dejar que otros decidan el destino. Quizá demasiadas personas piensen que “todo es lo mismo”. La experiencia traumática de Brasil con Jair Bolsonaro demuestra que no es así. Habrá que decirles que tienen razón en estar enojados, pero que la solución no puede ser pegarse cinco tiros en el pie.

Escrito por
Demián Verduga
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