• Buscar

Caras y Caretas

           

Litto Nebbia, Miguel Cantilo y Fito Páez en la prensa del 83

El entonces presidente Raúl Alfonsín junto al cantante Jairo.

El año del regreso a la democracia encontró a la escena musical en plena ebullición participativa. Los músicos firmaban solicitadas, escribían artículos en revistas y reivindicaban el valor de la juventud.

Dos días antes de las elecciones generales de 1983, la prensa publicó solicitadas con adhesiones a las fórmulas presidenciales. Como era de esperar, la mayor parte de los textos pulseaba entre el binomio radical, Raúl Alfonsín-Víctor Martínez, y el peronista, Ítalo Lúder-Deolindo Bittel. Muchos de los firmantes provenían del universo de la música, tan castigado por las desapariciones, la censura y el exilio que impuso la última dictadura cívico-militar.

En “Hombres y mujeres de la cultura con Alfonsín”, aparecían, entre otros, Jairo, Los Arroyeños, Les Luthiers, Astor Piazzolla y su Quinteto y Gerardo Gandini. En otro manifiesto, los “músicos y profesionales del rock nacional” se habían volcado de manera masiva a apoyar al candidato de la UCR: Charly García, Alejandro Lerner, Miguel Abuelo, Nito Mestre, Raúl Porchetto, Rubén Rada, Fabiana Cantilo, Miguel Mateos, Patricia Sosa, Oscar Mediavilla, Federico Moura, GIT, Oscar Moro, Vitico, Ángel Mahler, Miguel Ángel Erausquin, Cachorro López, César Banana Pueyrredón y Héctor Starc. También se sumó el empresario Daniel Grinbank.

Lúder, por su parte, reunió lealtades mayoritarias del folklore y el tango: Carlos Acuña, Facundo Cabral, Raúl Carnotta, King Clave, Chango Farías Gómez, Leonardo Favio, Yaco Monti, Dino Saluzzi, Jaime Torres, Cuarteto Zupay y Jorge Vidal.

Litto Nebbia.

La fe peronista de uno de los pioneros del rock nacional, Litto Nebbia, como la de tantos otros artistas, no quedó plasmada en esa solicitada. Por entonces, Nebbia estaba inmerso en dos proyectos que no dejaban dudas sobre su compromiso: crear la música para la película Evita. Quien quiera oír que oiga, dirigida por Eduardo Mignogna, y escribir una columna quincenal para la sección Charlaciones de la revista Feriado Nacional.

Lejos había quedado el exilio en México. El año del regreso a la democracia, Nebbia desplegó una vasta actividad musical con las ediciones de los LP Para que se encuentren los hombres –con el Cuarteto Zupay–, La guerra no sabe, En vivo en Obras –registro del recital del año anterior con Los Músicos del Centro– y Banda Sinfónica Municipal de Ciudad de Buenos Aires interpreta a Litto Nebbia. Eran tiempos en que la revista Pelo destacaba el “excelente momento” que atravesaba su carrera, la “fidelidad del público” que lo seguía y el “brillante nivel de los músicos” que lo acompañaban.

Otro representante de aquella generación fundadora del rock nacional, Miguel Cantilo, eligió otra propuesta política. Al igual que León Gieco, Opus Cuatro, Markama, Daniel Binelli y Luis Borda, optó por Oscar Alende-Lisandro Viale, la fórmula del Partido Intransigente. En ese año también incursionó en el periodismo desde las páginas de la revista Primera Plana.

Ya con treinta y pico, Cantilo –”el portavoz más lúcido del rock local”, según Pelo– acumulaba la experiencia del exilio en Colombia y España. La censura se había ensañado con Pedro y Pablo, el dúo que formaba con Jorge Durietz, por sus temas “Padre Francisco”, “Pueblo nuestro que estás en la Tierra”, “Apremios ilegales” y “Los perros homicidas”. Radicado en Bariloche, incursionaba en el sufismo, que se plasmaría en Unidad, su primer LP solista, un “disco espiritualista”, según sus palabras. Luego de dar varios recitales por el país con el dúo, viajó a Estados Unidos para grabar su siguiente álbum, La nueva vanguardia. En este año también apareció el cancionero Todo Miguel Cantilo, editado por Mutantia.

Páez, uno de los cinco millones de jóvenes que votaban por primera vez, empezaba a sacarse el lastre del antiperonismo familiar y de una afiliación al socialismo para complacer a una “colorada inolvidable” que le gustaba. Tiempo después le confesó al suplemento de Clarín que en el 83 había votado en blanco para presidente, al peronismo para diputados y a los intransigentes para concejales. Fito encontró en el mensuario SuperHumor un espacio para expresar en prosa lo que reflejaba en su poesía.

Ya había comenzado a hacerse un nombre en el universo del rock: contribuía en el último LP de Baglietto con “Tratando de crecer” y “Un loco en la calesita”; aportaba talento y creatividad en los discos debut de sus coterráneos Silvina Garré, Jorge Fandermole y Lalo de los Santos; se sumaba al clan de Charly García para reemplazar en los teclados a Andrés Calamaro en las presentaciones de Clics modernos, y preparaba su primer álbum, Del 63, lanzado al año siguiente.

El futuro es nuestro

Más allá de las diferencias generacionales y estilísticas, Nebbia, Cantilo y Páez coincidieron en otros ámbitos. Durante el verano, participaron en el agitado festival de rock de La Falda, en Córdoba: el primer rosarino con Los Músicos del Centro; el porteño junto con Durietz y con el grupo Punch, y el rosarino más joven con la banda de Baglietto.

Miguel Cantilo.

En enero, se había estrenado Buenos Aires Rock, el documental dirigido por Héctor Olivera que reflejaba las cuatro jornadas de shows celebradas a fines del año anterior en Obras Sanitarias. Allí Nebbia y Cantilo compartieron escenario y pantalla.

Ante los rumores crecientes de que la dictadura elaboraba un documento que justificaba la represión contra la guerrilla e imponía una amnistía para los delitos cometidos por los jerarcas militares, los organismos de derechos humanos publicaron en marzo una solicitada en la que exigían “la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos, la restitución de los niños secuestrados y nacidos en cautiverio a sus legítimas familias, la inmediata libertad de todos los detenidos por razones políticas y gremiales”.

Además, reclamaban “la investigación de la inhumación de los cadáveres no identificados, el juicio a los responsables de desapariciones, torturas y asesinatos, el levantamiento del estado de sitio, la derogación de la legislación antidemocrática y el desmantelamiento del aparato de represión política que sigue operando con impunidad”. Cantilo y Páez firmaron el texto junto con políticos, religiosos, artistas, escritores, defensores de los derechos humanos y personalidades de la cultura. Entre los cantantes se encontraban Mercedes Sosa, Víctor Heredia, César Isella, Marián y Chango Farías Gómez, Piero, Marilina Ross y Durietz.

En ese mismo mes, Nebbia y Baglietto –con Fito en los teclados– compartieron escenario en el festival Rock Rosario 83 en el estadio cubierto de Newell’s Old Boys. El show sirvió para promocionar a los nuevos valores de la trova de aquella ciudad. Luego, se armó la edición porteña con El Rosariazo.

El primer número de la revista Canta Rock, salido a mediados de año, le dedicó su tapa a Cantilo e incluyó una extensa entrevista. También aparecen allí los acordes y las letras de “Marcha de la bronca”, “La gente del futuro”, “Ánimo, che” y “Los sueños de la cultura”. En esa misma edición se publica “Actuar para vivir”, de Fito, y “Solo se trata de vivir”, de Nebbia.

Los tres representaban a sectores diferentes de la juventud argentina de esa época, que encontraron en las páginas de las revistas masivas un canal novedoso para transmitir sus ideas, no ya a través de entrevistas o críticas de sus obras, sino como columnistas.

Viaje a la libertad

Charly García.

Las notas de Nebbia, Cantilo y Páez dialogan entre sí, sin importar que las revistas en las que salen sean bien distintas. Las une la pasión por la música y expresan preocupaciones y sentimientos comunes, con estilos y caminos recorridos propios.

La primera columna de Nebbia en Feriado Nacional –un proyecto liderado por Martín García junto con hombres y mujeres de la cultura simpatizantes del peronismo– es un homenaje a Astor Piazzolla: “Los enanos también empezaron de pequeños”. Luego se suceden, entre otras, “Argentina: zona de descreimiento”, “Me gustaba el canto de los grillos sin saber quiénes eran”, “El rayo láser brilla para todos”, “Cosa que solo a un músico puede acontecer” y “Tejiendo pulóveres en el Parque Independencia”.

Cantilo se sumó también a la salida de una nueva revista, Primera Plana –en su segunda época, con una orientación “peronismo del 45” y financiada por el empresario Jorge Antonio–. En el número inaugural publica “¿Cómo hiciste tu dinero, papá?”, en la que plantea las diferencias generacionales y el rol que los jóvenes deben tener en la reconstrucción del país.

Sus textos se interesan en la oportunidad histórica de la juventud y en la música como herramienta de transformación: “¿Qué extraño mal sembraron los cazadores que ya no quedan pájaros cantores?”, “El rock y la violencia” (Pedro y Pablo la sufrieron en un recital en Rosario), “Carta abierta contra los mayores de 40”. En “Por una conciencia de justicia en la juventud” plantea: “La hora de unirnos llega inexorablemente. Aquellos que la dejan pasar serán víctimas de su propia negligencia. Está llamando a nuestra puerta una edad dramática que nos pone a prueba cada día”. Ese ideario es el que guía a Unidad, aparecido a fines del 83.

“Hace apenas unos días, Fito Páez cumplió veinte años. Pianista desde siempre, poeta y compositor de la mayoría de los temas que sustentan el vertiginoso éxito de su conciudadano Juan Carlos Baglietto, debuta ahora como columnista de SuperHumor. Insobornablemente comprometido con la tarea de oxigenar la atmósfera que cubre a los argentinos, y de manera muy especial a sus hermanos de generación, Fito tratará de barajar las cartas marcadas que la realidad de los últimos años le ha tirado sobre la mesa. Sin ocultar ningún gesto de temor por la responsabilidad asumida, el rosarino deja sonar la primera nota afirmando que no todo es talento e inspiración sobre estas pampas.” Con esta presentación, Páez hace su debut periodístico en la revista hermana de Humor, en marzo del 83. En su primera nota, “No todo es talento”, se detiene en la “supuesta casta de loquitos creadores, esparcidos por todos los rincones, dueños de una sensibilidad especial de los más variados colores y nacionalidades, dispuestos a transformar en obra todo lo que perciben”. El análisis concluye en que “hace ya casi siete años de gobierno de facto, hace ya casi siete años de represión. Represión que también afecta a los creadores y fundamentalmente al surgimiento de estos. ‘Si atacamos la raíz, el árbol no nacerá.’ El problema es que olvidan que hay ramificaciones que están vivas y –lo que es peor– están alertas”.

En las siguientes entregas –”El rock del proceso” y “Ai lavin tristeza, ai lavin alegría”– se explaya en los cruces entre juventudes, gustos musicales y acechanzas del mercado discográfico.

Esta incursión periodística no era la primera, había un antecedente en 1979. Un adolescente Rodolfo se había convertido en corresponsal en Rosario de la revista Expreso Imaginario. Cosas del destino: en ese mismo número figura como colaboradora Fabiana Cantilo, a quien conoció en este mítico 83.

Agradezco al colega Federico Anzardi, autor de Hay cosas peores que estar solo, por aportar material sobre Fito Páez.

Escrito por
Germán Ferrari
Ver todos los artículos
Escrito por Germán Ferrari

A %d blogueros les gusta esto: