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Caras y Caretas

           

La primera gran estafa

Ya desde sus orígenes, el sistema internacional de créditos estuvo viciado. Cuando a comienzos de la década de 1820, Buenos Aires se endeudó con la casa Baring Brothers, de origen británico, no imaginaba el tamaño de la operación, que la Argentina terminó de pagar en 1904, ocho veces más que su valor original.

El hábito del endeudamiento, de la bicicleta financiera y de colocar los recursos naturales como garantía nació casi junto con la Patria, al mismo tiempo que la burguesía porteña selló su alianza con la alta banca británica, allá por los comienzos de 1820, cuando la política del Imperio británico invadió América del Sur.

Los empréstitos a América latina se iniciaron a fines de 1821. En 1824, los banqueros de Londres ya habían prestado más de 18 millones de libras esterlinas a México, Colombia, Perú, Chile, Buenos Aires y América Central, a intereses que oscilaban entre el 5 y el 6,5 por ciento anual. Brasil había recibido seis millones al 5 por ciento.Las antiguas colonias españolas pagarían intereses por un millón de libras anuales con las garantías de sus aduanas, rentas y, en algunos casos, como Buenos Aires, “toda la tierra pública y su territorio”. No pudieron pagar. Perú entró en mora en 1825; Colombia, en 1826; Chile, en 1827; Buenos Aires y Guatemala, en 1828; México llegó a resistir hasta 1833.

En el Río de la Plata, antes de colocar el empréstito, se preparó la estructura financiera. En 1822, con el impulso de Bernardino Rivadavia como ministro del gobernador Martín Rodríguez, se creó el Banco de Descuentos, con forma de sociedad anónima y con la facultad de emitir moneda. La mayoría de los accionistas eran comerciantes ingleses y fueron quienes tuvieron a cargo la emisión monetaria en la capital porteña.

LA ESTRUCTURA DE LA ESTAFA

¿Cómo se conformó esa entidad financiera? El banco recibía depósitos y los mismos accionistas obtenían préstamos descontando pagarés a sola firma para cancelarlos recién al vencimiento. Con esa plata, los accionistas integraban las acciones, es decir, con dinero del propio banco. El procedimiento era que los comerciantes ingleses eran aceptados como accionistas por el banco y, a la
vez, ellos reconocían una deuda con la entidad. Cuando llegaba el vencimiento de esas letras, descontaban nuevos documentos a sola firma, y por estos créditos que se les adelantaba contra pagarés, abonaban el 9 por ciento anual. Pero como el banco, por otras operaciones en diferentes negocios, obtuvo entre el 15 y el 19 por ciento de utilidad, se les pagó a los accionistas como dividendos. Con este dinero podían saldar los intereses y amortizar parcialmente la deuda. Es decir, en poco tiempo y sin dinero, se habían convertido en dueños del banco.

Cuando en 1826 el Banco de Descuentos quebró, se transformó en el Banco Nacional, una entidad mixta con una importante financiación estatal de la Nación y las provincias, y también participación de los comerciantes, en su mayoría británicos. Las acciones del Banco de Descuentos, que en el mercado valían 10 pesos, a la hora del canje por las nuevas acciones del Banco Nacional se valorizaron a 140 pesos, es decir que esos papeles devaluados recobraron su valor nominal de 100, y además dejaron una utilidad del 40 por ciento.

Para entonces, por ley del 29 de noviembre de 1822, el gobierno había autorizado celebrar un empréstito con la financiera británica Baring Brothers. Baring debía entregar al gobierno de Buenos Aires un millón de libras esterlinas, pero el acuerdo la facultó a prestar 700 mil, aunque el endeudamiento era por el total. La entidad británica retuvo de antemano su comisión y pagó la que correspondía a los comisionistas porteños, que constituyeron por su cuenta una sociedad para ese fin. Los socios fueron Braulio Costa, Félix Castro, Miguel de Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson, todos accionistas del Banco de Descuentos, que se llevaron 120 mil libras por su intervención.

LO QUE DEBÍA SER Y LO QUE FUE

Una vez descontadas las comisiones y los gastos, Baring debía enviar al Río de la Plata 500 mil libras que nunca llegaron. Distintos investigadores rastrearon el ingreso de ese dinero, pero solo pudieron registrar el arribo de 20.678 libras cambiadas por metálico, y en octubre de 1824, unas 140.000 libras a través de obligaciones negociables. Porque la casa Baring no mandó el oro, sino que emitió letras giradas a los comerciantes del Plata, que no eran otros que los comisionistas antes nombrados, y a los que el Banco de Descuentos, que ellos mismos integraban, les garantizaba el pago. Esas letras nunca fueron pagadas, y cuando el Banco de Descuentos se transformó en Banco Nacional, se llevó como capital esas letras inservibles.

Aquí es donde empiezan a jugar las riquezas naturales. La Baring hizo el préstamo sabiendo que el gobierno de Buenos Aires no iba a poder devolverlo de inmediato. Para asegurarse el cobro con una garantía, sugirió la enfiteusis, es decir, la utilización de la tierra sin transmisión de propiedad a cambio del pago de un canon. De esa forma, no solo se obtenían recursos fiscales que garantizaban el pago del empréstito, sino que además se inmovilizaba la tierra pública que no podía ser vendida. Esta fue la garantía hipotecaria que obtuvo la casa Baring, a la que sumó las riquezas mineras del interior cuando las provincias debieron aportar para constituir el capital del Banco Nacional. Para aquel tiempo, casi toda la tierra argentina quedaba hipotecada. De esta manera, se disimuló la colocación de tierra pública como garantía del endeudamiento.

El empréstito Baring siguió su curso con otros actores pero siempre con el mismo espíritu e idéntico perjuicio para los intereses nacionales. Se canceló recién en 1904, cuando se pagó ocho veces más del valor inicial que, como se vio, se diluyó entre comisiones, negociados y bicicletas financieras.

Escrito por
Araceli Bellotta
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