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Caras y Caretas

           

El gabinete que no fue

En aquel tumultuoso año 1973, el gobierno de Héctor Cámpora duró apenas 49 días. Sin embargo, la mayoría de sus funcionarios siguió en su lugar durante la tercera presidencia de Juan Perón.

Cuando Juan Domingo Perón pisó suelo argentino, el 17 de noviembre de 1972, sintió que había triunfado y derrotado a la dictadura de Alejandro Lanusse. Después de dos años de todo tipo de operaciones políticas cruzadas, la dictadura tuvo que aceptar el regreso de Perón a la patria y el llamado a elecciones sin proscripciones de partidos políticos. A partir de ahí, Perón sintió que las elecciones serían un trámite (cualquiera fuera el candidato justicialista) y que su llegada al poder sería cuestión de meses. Y se lo hizo saber a los más cercanos.

Pero su obsesión por derrotar a Lanusse minimizó las dificultades dentro de su propio movimiento. Las disputas entre derecha e izquierda se iban agigantando a medida que se acercaba el ascenso al poder. Una especie de Teorema de Baglini (cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven), pero a la inversa. Perón sentía que, como siempre, podría ponerse por encima y manejar esa disputa. Pero ya la propia elección de Héctor Cámpora como candidato había dejado muy enojado a José Ignacio Rucci. Tanto fue así que Perón le encomendó a Juan Manuel Abal Medina que hablara con el líder metalúrgico para que acatara su decisión. Y Rucci podía ser combativo pero también era leal. Perón sabía que “su hijo” iba a entender. Pero desde el inicio de la campaña electoral esto se volvió complicado. La Tendencia Revolucionaria comenzó a copar los actos y los sindicalistas eran abucheados. Tanto Rucci como Lorenzo Miguel empezaron a armar sus propios actos proselitistas por separado.
En algo tenía razón Perón, el justicialismo ganó las elecciones del 11 de marzo de 1973 caminando con Cámpora como un presidente de la transición hacia su propio gobierno. Esa situación de delegación de poder también complicaba las cosas. Era la hora de formar el gabinete de gobierno y las decisiones se tomaban entre San Andrés de Giles (donde vivía el Tío) y Madrid.
Cámpora armaba con sus más allegados y viajaba constantemente a Madrid para buscar la bendición de Perón en el armado de los hombres que acompañarían al presidente. De hecho, la primera propuesta se discutió en una reunión en Giles, en la quinta de Cámpora, la Semana Santa de 1973, justo entre el triunfo en primera vuelta con el reconocimiento oficial de la dictadura y antes de la segunda vuelta. En esa oportunidad, se juntaron Esteban Righi, Héctor Cámpora, su sobrino y su hijo a proponer el gabinete. A Righi le ofrecieron ser ministro del Interior. El Bebe, un hombre de derecho, prefería la cartera de Justicia, pero no tuvo más remedio que aceptar. De la lapicera de Giles también surgió Juan Carlos Puig como canciller. Perón, hombre de comunidad organizada y amante del Pacto Social, puso a dos ministros clave para tal fin. En Economía, a José Ber Gelbard, de la Confederación General Económica (CGE), y en Trabajo, a Ricardo Otero, hombre de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y la Confederación General del Trabajo (CGT). También colocó a su secretario personal, José López Rega, en Bienestar Social. De las conversaciones entre Perón y Cámpora en Madrid, aparecieron los nombres de Jorge Taiana (hombre de la izquierda peronista y médico personal de Perón) como titular de Educación y Antonio J. Benítez como ministro de Justicia. En el Ministerio de Defensa fue electo un peronista de la vieja guardia, Ángel Federico Robledo, que además había sido el abogado de Cámpora cuando le incautaron sus bienes en 1955.

TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE

El mismo 25 de mayo, mientras Salvador Allende se presentó en la Casa Rosada alrededor del mediodía, Cámpora recibió la banda presidencial y, en otra ceremonia realizada media hora después, el presidente tomó juramento a los ministros de su gabinete. Desde el primer día de gobierno la situación variopinta de los ministros fue difícil. Por ejemplo, Esteban Righi reconoció que jamás habló con su colega López Rega. Cada uno iba por su lado. Lo único que unificaba eran las directivas de Perón sobre el Pacto Social, que fue la medida clave del gobierno, firmado el 8 de junio. El Pacto pretendía lograr una participación de los asalariados del cincuenta por ciento del ingreso nacional en un lapso de cuatro años, reducir la alta inflación y consolidar el crecimiento económico. Su principal acuerdo fue la renuncia de los sindicatos a realizar paritarias por dos años, a cambio de que las empresas congelaran los precios y realizaran un aumento de salarios de suma fija, que para las categorías más postergadas representó un veinte por ciento de aumento real. Esto tuvo como consecuencia una rápida conquista: el PBI creció el 4,5 por ciento (un tercio más que el año anterior); el desempleo bajó del 6,1 al 4,5 por ciento; la inflación, que en el primer semestre del año había llegado al 60 por ciento, se redujo a cero en el segundo semestre; el peso argentino se revalorizó un 25 por ciento.
A pesar de los escasos 49 días de gestión, el gobierno de Cámpora se caracterizó por importantes iniciativas de sus ministros, como las Universidades Nacionales y Populares y el impulso de Eudeba por parte de Taiana; la incorporación al Movimiento de No Alineados; la designación de Jorge Carcagno al frente del Ejército con el abandono de la Doctrina de la Seguridad Nacional y la colaboración con las organizaciones armadas, cuyo mayor ejemplo fue el Operativo Dorrego de ayuda a los inundados, junto al restablecimiento de las relaciones comerciales con los países del bloque comunista, entre otras.
Pero las divisiones internas en el peronismo y la delegación del poder hacían ingobernable a la Argentina. El único que podía tomar el mando era el propio Perón. El 16 de junio, Cámpora viajó a Madrid para traer definitivamente al General a la patria. Su regreso, cuatro días después, estuvo signado por la Masacre de Ezeiza. El 12 de julio se produjo una enorme movilización del sindicalismo a Gaspar Campos, donde estaba el líder justicialista, para reclamar que asumiera inmediatamente la jefatura del país. Alrededor de las 14.30, un legislador que había asistido a la comida realizada en el local de la CGT, admitió la renuncia del gabinete. Cámpora se quedó sin aire. Un día después, dio un paso al costado. Antes de irse, a las 14, se despidió de sus ministros y colaboradores. Tres meses después asumió Perón su tercera presidencia con la mayoría de los ministros del gabinete camporista. Solo dos hombres debieron dejar sus lugares. Precisamente los que había colocado la lapicera de San Andrés de Giles: Righi y Puig.

Escrito por
Fernando Amato
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