• Buscar

Caras y Caretas

           

Las convicciones

La creadora de “Como la cigarra” fue moderadamente antiperonista en los 50 y feminista avant la lettre desde siempre, sufrió la censura de la dictadura cívico-militar e integró el Consejo para la Consolidación de la Democracia por un pedido expreso del presidente Alfonsín.

Es especialmente significativo el hecho de que hayan venido desde lo femenino el golpe moral y la acusación irrefutable contra la última dictadura militar en la Argentina. La lucha de las Madres constituyó un alerta, un punto de partida, un sacudón imprescindible para nuestra sociedad (no siempre consciente ni atenta a las atrocidades que se cometían), desbarató cualquier maniobra publicitaria de la Junta, desnudó el oprobio, ayudó de modo primordial, en fin, a su desenmascaramiento, a su impopularidad, a su caída. Juntando símbolos, todo ese impulso y lo que lo movió podría condensarse en aquellos versos de John Donne: “For graves have learn’d that woman-head/ To be to more then one a bed” (“Pues las tumbas han aprendido esa condición femenina/ De ser lecho para más de uno”).

La participación de la mujer en la vida civil argentina databa de largo tiempo atrás, y en los últimos se había registrado una inmersión casi masiva de jóvenes que, verbal y corporalmente, fueron engrosando agrupaciones estudiantiles y políticas, y pagando también su tributo frente a la represión. La presencia femenina, pues, no era ya especialmente novedosa. Sin embargo, nunca un hecho que no podía dejar de ser político (el reclamo y la acusación a gobernantes) había alcanzado tan alta dimensión moral. Intuyendo que tan profundo y vasto movimiento tenía que representar y ser consecuencia de singulares procesos internos en el seno de una sociedad y, a su vez, arrastrar otros cambios, supuse alguna vez que se encontraría en la literatura escrita por mujeres y en su comportamiento la visión más cabal de lo que había sucedido durante esos años.

María Elena Walsh da la mejor respuesta a tal presunción. Con diferencias, que son lógicas en dos personalidades intelectuales tan distintas, su periplo en mucho se parece al de Julio Cortázar, aproximándose ambos a las causas populares por su personal deseo de justicia. Iniciada en la buena literatura de su época, con poetas que después fueron de talla mayor (el neorromántico Vicente Barbieri, los platenses Aurora Venturini y Roberto Themis Speroni), no frecuentó la política sino como observadora; fue moderadamente antiperonista hacia los años cincuenta (como lo era la mayoría de la intelectualidad y del estudiantado que la rodeaban), y se inclinó por las luchas sociales y las reivindicaciones de género antes de que estas fueran un verdadero nudo político en contra del sistema. Como ha dicho acertadamente Dora Barrancos, “no fue una feminista de fuste, no fue una feminista de tono alzado, no fue una militante feminista, pero eso en todo caso es lo de menos. Porque no importa el rótulo, no importa cuán en nombre del feminismo se juegan los lances de la vida, lo que importa es la subjetividad irreverente y la conducta en consonancia”.

CONCIENCIA

Dadas su conciencia democrática, su sensibilidad ante las injusticias y su acendrado feminismo, principista y avant la lettre, no era improbable que María Elena reaccionara, a su modo, contra el régimen que implantó la dictadura militar. Con un gesto parecido al de contados intelectuales alemanes frente al nazismo, asfixiada por la ensura impuesta, en julio de 1978 decidió “no seguir componiendo ni cantar más en público”. A partir de ello, varias de sus canciones se volvieron símbolo de la lucha por la democracia: “Canción de cuna para gobernante”, “Oración a la Justicia”, “Canción de caminantes”, “Balada de Cómodus Viscach”, su versión de la canción góspel “We Shall Overcome” (“Venceremos”), marcha del movimiento por los derechos civiles
en Estados Unidos.

La vida de un escritor, como la de cualquier ser humano, es, para decirlo bajo aires saerianos, una vuelta completa, y no cuentan tanto los calendarios o la cronología. Ellos, a veces, se superponen o se adelantan. La imagen total resignifica hechos y actitudes. Cantar contra la dictadura “Como la cigarra”, que se había conocido en 1973, la realza en sus méritos, aun para su mismo autor. María Elena Walsh confesó años después que si tenía que elegir una canción de todo su repertorio se quedaba con esta. “Debería decir ‘Manuelita’, porque es la canción que me brindó mayor reconocimiento aquí y en el exterior, la canción más cantada, pero si tengo que elegir una sola de mis canciones, me quedo con otro bicho: elijo ‘La cigarra’, fundamentalmente por lo que representa para mis compatriotas.”

Como sucedió con el poema “Liberté” de Paul Eluard, con el gran film El acorazado Potemkin de Serguéi Eisenstein, hasta con el celebérrimo Guernica de Pablo Picasso, esas enormes obras de la cultura humana no fueron en su origen concebidas ni creadas para ser aplicadas a los hechos que refieren sino de una manera casi indirecta, casual e involuntaria. Muchos de los poemas de
María Elena, anteriores o extraños a gobiernos puntuales de la Argentina, corrieron la misma suerte. El tema “Como la cigarra”, retomado y potenciado por Mercedes Sosa hacia 1978, le dio una vigencia y una paridad con los fenómenos contemporáneos que ya no cede. Ese tema pasó a ser uno de los cantos contra la dictadura.

CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA

Al año siguiente, publicó, entre muchos otros testimonios, “Desventuras en el País Jardínde-Infantes”, título que en 1993 retomaría para un libro. Entre 1985-1989 fue designada por el presidente Raúl Alfonsín para integrar el Consejo para la Consolidación de la
Democracia, luchó contra la implantación de la pena de muerte, por los derechos de la mujer, contra toda represión. “Hace tiempo que somos como niños y no podemos decir lo que pensamos o imaginamos. Cuando el censor desaparezca, ¡porque alguna vez sucumbirá demolido por una autopista!, estaremos decrépitos y sin saber ya qué decir. Habremos olvidado el cómo, el dónde y el cuándo y nos sentaremos en una plaza como la pareja de viejitos del dibujo de Quino que se preguntaban: “¿Nosotros qué éramos…?”.

Sus tomas de posición política fueron claras y valientes, y ejercieron una gran influencia en momentos clave de la reciente historia argentina.

Escrito por
Mario Goloboff
Ver todos los artículos
Escrito por Mario Goloboff

A %d blogueros les gusta esto: