“Los únicos privilegiados son los niños y niñas.” La frase cuelga del pasacalle de la avenida Eva Perón. Una declaración de principios y una brújula que marca el norte: estamos en la kermesse de Perón Volvió.
En este sector del parque temático, la alegría es el principio rector; por eso no sorprenden las risas y los gritos de los más pequeños que saltan en la carrera de embolsados. Un médico de los 70 –la caracterización del staff es exacta– decreta el final de la competición y, si bien hay un claro ganador, ambos pequeños reciben la misma cantidad de tickets. El lema se mantiene: todos los niños son privilegiados.
La iniciativa lúdica cumple con la premisa de todo el evento de Perón Volvió: un punto de encuentro entre la historia, el presente y el futuro para que festeje todo el pueblo peronista. Es por eso que dos parejas adultas aguardan su turno en la cancha de bochas mientras disfrutan la explicación de un padre a su hijo sobre las reglas del juego y cómo lanzar las pelotas. La transversalidad del peronismo, también en marcha.
La lista de juegos “peronistas” se multiplica. Los que concurren al predio El Dorrego pueden participar de la competencia “El auto justicialista” que conmemora el desarrollo de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), la iniciativa estatal que potenció al sector automotriz a niveles impensados y que fue desmantelada por la dictadura cívico-militar. Y si bien la premisa es simple (una bola debe recorrer un camino sinuoso hasta llegar al auto), el juego es mucho más complejo de lo que parece. Esta última aclaración es por propia experiencia. La carrera de exportaciones con rociadores genera el mismo efecto histórico. Es que con juguetes e ingenio se rememora otra política esencial del peronismo, como fue la creación del IAPI. Y como todo viaje exportador debe ser remunerado con divisas, en este caso, una vez que se cruza la línea de llegada, con los tan preciados tickets.

Los niños que corretean por el predio suelen detenerse en el famoso tiro al blanco o, con el rayo peronizador, el denominado “bombo peronista”. La puntería se premia con derechos: cada bombo que es derribado determina un beneficio para el pueblo, ya sea vacaciones pagas, aguinaldo y hasta choripanes para todos y todas.

En una pelopincho figura otro de los juegos que ofrece Perón Volvió: “Patas en la fuente”, que evoca el icónico juego de pesca con una primitiva caña. Del “perontero” no hay mucho más que explicar, el nombre lo dice todo.

San Perón
Los niños acumulan boletos. Y como corresponde a una kermesse, se pueden cambiar por premios. Un llavero con la foto de Perón cuesta de 45 a 54 tickets: los valores no son una mera coincidencia. Por eso mismo, para una gorra de Perón Volvió –el premio máximo– es necesario conseguir al menos 72 puntos. Sí, en alusión al año de su regreso al país.
La lista de juegos se completa con dos clásicos para medir el “peronismo en sangre”. En el primero, la competencia es contra otro compañero en una serie de preguntas sobre la historia del justicialismo. En el segundo, en cambio, la competencia es contra uno mismo. Se trata del “peronómetro”, que interroga sobre distintas situaciones cotidianas. Por ejemplo, para saber qué canción elegís cantar en un karaoke (una de los Redondos o una de Queen). Lo mismo si elegís leer un libro sobre el peronismo: ¿te quedás con uno de Germán Rozenmacher o uno escrito por Pedro Saborido?

Una vez que finalizan los diez interrogantes, el diagnóstico es certero: si tenés entre 0 y 4 respuestas correctas, necesitás hablar con un compañero, de manera urgente. En cambio, cuando se alcanza el rango de entre 8 y 10 respuestas correctas, el peronómetro aclara que, en tu casa, todos los días son “San Perón”.
Choripatio y vermutería
Humo en la parrilla. Otra brújula más: acá se puede comer choripanes. El patio de comidas del predio es amplio y se aclara que, además de ese sándwich, también se venden patys, pizzas, panchos, panqueques y hasta pastel de papas, plato favorito del General.

Pero el chori es la figura del evento. Así lo confirma Juana, la encargada de cobrar los pedidos (a precios populares). “Es lo que más sale”, aclara. En el mismo patio, a unos pocos metros de la parrilla, hay una zona mundialista con una pantalla gigante que demuestra que el fervor popular por la Scaloneta también se trasladó al parque.

La propuesta gastronómica no finaliza en el Choripatio. Al entrar al almacén “Marilina”, una de las atracciones del evento, también hay ofertas para comer y beber. La ambientación del local nos sumerge a un día cualquiera de principio de los 70: un grupo de actores –perfectamente caracterizados– toman café y discuten sobre política. Pero no es solo eso. En el bar está también la histórica heladera Siam, de madera, un símbolo de la Argentina industrial que aún hoy figura en algunos bares notables de la ciudad. Y el menú mantiene la curaduría temática: hay Amargo Obrero, Cinzano y hasta damajuanas. De comer, sándwich de crudo y queso o picada para dos.
Por estas estas cosas (y más), no hay duda. Ya sea para juega o para comer, las propuestas son 100 por ciento peronistas.