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Caras y Caretas

           

El principio del fin de Evita

El día del renunciamiento terminaron las aspiraciones políticas que con tanto trabajo Evita había construido con la CGT. Su estado de salud que derivó en su muerte tuvo un rol central.

El 22 de agosto de 1951, la Confederación General del Trabajo (CGT) convocó a un acto multitudinario en la Avenida 9 de Julio de la ciudad de Buenos Aires para pedirle a Eva Perón que fuera candidata a vicepresidenta en las elecciones que se iban a realizar dos meses después y en las que las mujeres votarían por primera vez.  El Cabildo Abierto del Justicialismo quedó grabado en la historia argentina porque ese día Evita protagonizó un diálogo con la muchedumbre que nunca se vio, ni antes ni después.

Una vez aprobada la nueva Constitución Nacional que permitía la reelección del presidente Perón, se desató la competencia entre dirigentes peronistas por la candidatura a la vicepresidencia. En julio de 1949, la rama masculina proclamó la fórmula Perón-Mercante. La rama femenina se abstuvo de indicar el candidato a la vicepresidencia .

De los sectores obreros surgió el nombre de Eva Perón. El 20 de febrero de 1951 su candidatura fue propuesta por el Consejo Superior del Partido Peronista y luego por la CGT.

Fue en ese marco cuando se produjo el Cabildo Abierto, organizado por la central obrera para proclamarla candidata a vicepresidenta en las elecciones generales que se celebrarían en noviembre de ese año. Ese día, alrededor de dos millones de personas llegadas desde todos los puntos del país, se reunió en la Avenida 9 de Julio y le pidieron a Evita que aceptara la candidatura. Cuando subió al palco no pudo contener la emoción al ver semejante cantidad de gente y le preguntó a Perón: “¿Qué les digo? Él le respondió: “Decí que sí, pero sin decirlo”.  Ella prometió responder en cuatro días, pero ante la insistencia de la multitud, Evita redujo el tiempo a dos horas. Sin embargo, una semana después, el 31 de agosto,  por cadena nacional, renunció de manera indeclinable.

A las 20,30 de ese día, la Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión transmitieron el discurso con el que Eva Perón anunció al pueblo su decisión de no aceptar el ofrecimiento. Ese renunciamiento también quedó grabado en la historia junto al famoso párrafo: “No tenía entonces, ni tengo en estos momentos, más que una sola ambición, una sola y gran ambición personal: que de mí se diga, cuando se escriba el capítulo maravilloso que la historia seguramente dedicará a Perón, que hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevarle al presidente las esperanzas del Pueblo, que luego Perón convertía en hermosas realidades, y que a esta mujer el Pueblo la llamaba cariñosamente Evita”  .

En ese mensaje radial, Eva repitió varias veces que su decisión surgía “de lo más íntimo de mi conciencia, y por eso es totalmente libre y tiene toda la fuerza de mi voluntad definitiva”, y al referirse a Perón subrayó  “que con la grandeza extraordinaria de su alma supo dejar mi decisión de estos días librada al arbitrio de mi propia conciencia y de mi propia voluntad”. En el párrafo siguiente otra vez se refirió a “mi decisión porque es irrevocable y nace de mi corazón” cuando sostuvo que sabía que el pueblo la comprendería. Tanta insistencia conduce a pensar que sucedió lo contrario.

Renunciar a los honores pero no a la lucha

Existen varias versiones sobre esta decisión. Hay quienes sostienen que Eva renunció por su salud. Sufría desmayos desde 1946, pero se resistía a disminuir sus actividades. El 9 de enero de 1950 su cuerpo ya no pudo disimular la enfermedad y se desvaneció durante un acto en el sindicato de taxistas. Su médico personal, Oscar Ivanissevich, que era también ministro de Educación, diagnosticó apendicitis aguda y decidió operarla  .

Una de las tantas películas sobre la vida de Evita, muestra a Perón oponiéndose a su candidatura al grito de “No sabés que tenés cáncer . Sin embargo, el doctor Jorge Albertelli, que la atendió una vez conocido el diagnóstico, asegura que el Presidente se enteró por su intermedio, el 22 de septiembre de 1951, es decir, un mes más tarde del multitudinario acto.

La versión que resulta más coherente es que fueron las Fuerzas Armadas las que amenazaron a Perón en caso de que ella se presentara. Les preocupaba el enorme poder que Evita había construido. Según un cable enviado por el embajador español a su gobierno, Eva ejercía el control de la ayuda social mediante la Fundación, el de la CGT, controlaba todos los diarios de la Capital  y muchos de las provincias, las radios y la subsecretaría de Prensa que supervisaba todo el sistema informativo y la distribución de papel y la asignación de publicidad oficial. Manejaba el Congreso, con legisladores que respondían a sus órdenes y el Consejo Superior del partido. En el gobierno había logrado librarse de casi todos los ministros que ella no podía controlar.

Esta opinión parece un tanto exagerada pero, de todas maneras, era lo que la oposición pensaba.

Vera Pitchel, colaboradora y amiga de Eva, en su libro Evita Íntima reproduce un diálogo que  ella misma le habría referido luego del multitudinario acto en la avenida 9 de Julio. Le contó  que cuando regresaron a la residencia el General le dijo: “Estuviste bien. Decir sí, sin decir nada… Otra cosa no se podía hacer. Tenemos a los militares en contra, golpeando en los cuarteles y en las guarniciones. Lucero (el ministro de Guerra) me trae a diario los informes y son bastante serios… Y los de la CGT, que tardaron tanto en decidirse. No viejita… Mirá, mejor dejar el asunto como está…”. Entre lágrimas, Eva le preguntó: “¿Te parece?”, y él respondió: “Si, viejita… Es lo mejor que podemos hacer. Darle la vicepresidencia a cualquiera será una forma de apaciguar a esas fieras que tienen todo en sus manos en ese momento. Quiero que comprendas, mi amor, quiero que comprendas. La política es así: a veces hay que hacer grandes sacrificios, llevarse grandes desilusiones, para salir de un pantano. La vicepresidencia te correspondía, pero no puede ser. Mejor lo dejamos así…”

En las elecciones de 1951, el nombre de Eva no figuró en la boleta electoral, pero su foto sí apareció justo al lado del apellido del candidato que, igual que en la primera presidencia, fue Hortensio Quijano quien estaba enfermo y al poco tiempo murió, una razón más para deducir que no fue la salud de Evita la que la obligó a declinar sus aspiraciones. Ella, además, como el resto de las mujeres argentinas, votó por primera vez, pero debió hacerlo desde la cama del hospital donde estaba internada. Murió de cáncer el 26 de julio de 1952.

Escrito por
Araceli Bellotta
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