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Caras y Caretas

           

Desde el patio trasero, historia reciente de las relaciones con Estados Unidos

Politóloga e investigadora del Conicet, Anabella Busso da cuenta del vínculo entre la Argentina y los Estados Unidos desde la recuperación democrática hasta este presente de endeudamiento feroz.

Llegó la IX Cumbre de las Américas en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos, en un contexto tirante para la región. La tensión que recorrió el cónclave por la decisión estadounidense de excluir a Venezuela, Nicaragua y Cuba se coló en la Argentina, incluso dentro del Frente de Todos. El gobierno nacional tuvo una posición oscilante. Amagó con faltar a la cumbre, como hizo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y luego decidió asistir para expresar in situ el desacuerdo.

La relación con uno de los imperios más grandes de la historia humana no fue lineal en estos casi cuarenta años desde la restauración democrática. Estados Unidos considera a América latina su área de influencia directa, donde cualquier mariposa que aletee puede ser considerada una amenaza para la seguridad nacional. Desde 1983, los distintos gobiernos han oscilado entre políticas más autónomas y el alineamiento automático.

Para repasar este vínculo, Caras y Caretas entrevistó a Anabella Busso, investigadora del Conicet y del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales de Rosario, y autora, entre otros trabajos, de Las relaciones Argentina-Estados Unidos en los noventa. El caso Cóndor II.

La primavera

Tomando como punto de partida el inicio del gobierno de Raúl Alfonsín, la académica destacó: “Hay dos temas importantes. El orden internacional estaba en transición. Alfonsín asumió en 1983. Ronald Reagan (entonces presidente de EE.UU.) estaba en su primer mandato. Y había un tránsito hacia la post Guerra Fría. Se daba en un contexto en el que el neoconservadurismo y el neoliberalismo producían ese proceso, Reagan en EE.UU. y Margareth Thatcher en el Reino Unido. Era un contexto muy difícil para América latina, y en especial para la Argentina, que iniciaba el retorno a la democracia después de un gobierno militar terriblemente virulento. Había mucha debilidad doméstica, con amenazas de golpe permanente”.

Busso sostuvo que el ciclo alfonsinista tuvo dos momentos en la relación bilateral: uno iniciático y otro en el que se dio el “giro realista”, como lo definen los académicos.

“Al principio las prioridades de política exterior fueron la relación con Latinoamérica, luego Europa y Estados Unidos. A poco de andar, hubo algo que en la academia se define como ‘giro realista’ de la política exterior. Se dio frente a las dificultades que había para la renegociación de la deuda. Los países de Europa apoyaban, pero le decían que fuera a negociar con el Fondo, donde EE.UU. tiene el poder. Negociar con el FMI obligó a un cambio en las políticas económicas, que intentaron combinar elementos heterodoxos con ortodoxos. Alfonsín quiso conservar un margen de autonomía en su política exterior. Y eso fue lo que se vio cuando visitó a Reagan en la Casa Blanca y dejó de lado el discurso preparado para cuestionar el tema de la deuda y la situación en Centroamérica, que fue el conflicto que cruzó toda la década del 80 en América latina.”

Los 90 y las “relaciones carnales”

El gobierno radical –se sabe– terminó seis meses antes, con una situación económica y social descalabrada, en parte debido al golpe especulativo que había recibido. Carlos Menem asumió y, según Busso, inauguró una combinación inédita en política exterior: un gobierno peronista que desplegó un vínculo con EE.UU. que hasta ese momento solo habían impulsado gobiernos militares.

“El giro de Menem también hay que contextualizarlo. Asumió en 1989, con desborde social, hiperinflación y un marco internacional signado por la caída del Muro de Berlín. Comenzaban la post Guerra Fría y el modelo de hiperglobalización. A partir del gobierno de Bill Clinton, en 1993, aparecieron sectores socialdemócratas sosteniendo el neoliberalismo. Ocurrió con Clinton y con Tony Blair en el Reino Unido. Continuaron las políticas de Reagan y Thatcher. Clinton su alió con los sectores financieros y la desregulación de las finanzas internacionales.”

“Fue la época del pensamiento único –describió la investigadora–. Parecía que si no se adhería a los principios de la globalización de modo acrítico se quedaba fuera del tren de la historia. Eso implicaba democracias formales, liberales, aunque con un modelo tan individualista que se perdió la idea de la acción colectiva. Hasta que no comenzaron las crisis más profundas, el neoliberalismo logró la desmovilización social.”

Según la académica, el segundo componente estructural de la época era “la economía de mercado y no productiva. Los países de la región con baja industrialización quedaron en esas condiciones y los que habían tenido procesos de industrialización retrocedieron, como el caso argentino, que fue peor porque los militares ya habían desindustrializado el país. El tercer pilar es que había una suerte de pax americana. Estados Unidos había ganado la Guerra Fría y eso conducía a las políticas de alineamiento”.

La decisión política del gobierno menemista, claramente, fue jugar a fondo en la alineación y organizar casi toda la acción gubernamental desde ese parámetro.

“Los temas económicos y políticos se organizaron inscribiéndolos en la política de alineamiento. Participar en la guerra del Golfo, dejar de producir el misil Cóndor, aprobar la ley de patentes medicinales, el voto contra Cuba en la ONU”, ejemplificó Busso.

Y la gran novedad, según la académica, fue que “era la primera vez en la historia en la que esta política la llevaba adelante un gobierno justicialista. Eso no impidió que EE.UU. presionara en cada una de las cosas que quería que el país cambiara. No hubo concesiones. Nunca dejaron de subsidiar la producción de granos, como pedía la Argentina”, por ejemplo.

Giros

El gobierno de Fernando de la Rúa, según Busso, fue una continuidad de la política menemista. Luego de la caída de la Alianza, la gestión de Eduardo Duhalde comenzó un giro en la política exterior, que Néstor Kirchner y Cristina Fernández profundizaron.

Busso sostiene que ese cambio se vio favorecido por el conflicto interno en Estados Unidos. “Había una disputa dentro de EE.UU. respecto de los planes de salvataje financiero. Cuando ganó George Bush hijo las elecciones, a mediados de 2000, hubo un período en el que se cortaron las políticas de salvataje. Se apeló a la idea del riesgo moral, que si los inversores tenían ganancias extraordinarias debían aceptar que corrían un riesgo. Da ahí la frase de que no se iba a usar la plata de los plomeros para salvar a los bancos. Eso fue lo que hizo que De la Rúa no tuviera salvataje, pero también abrió la puerta para que las negociaciones complejas, de Duhalde y en especial de Kirchner, tuvieran respaldo norteamericano. La Argentina fue el leading case de ese giro en la política estadounidense.”

“Kirchner no tuvo una política antinorteamericana –agregó Busso–. Era bastante pragmático. Pero sí tenía una visión de que la Argentina pudiese decidir su propio modelo de desarrollo, en la que había una inserción regional y el Mercosur ocupaba un lugar central. Apuntó a una diversificación de vínculos, con el crecimiento de China y el acercamiento a Rusia. Nunca estuvo de acuerdo con la forma en que EE.UU. planteaba la lucha contra el terrorismo internacional, pero en otras cosas, como las condenas en la ONU al gobierno iraní por el caso AMIA, estaba más cerca.”

La académica destacó que “la relación de Kirchner con el gobierno de Bush no fue traumática. Había temas en los que no había acuerdos, pero eso estaba limitado. Kirchner, y todos los gobiernos de la región en esos años, contaron con una ventaja: los atentados a las Torres Gemelas fueron en 2001 y la atención de EE.UU. estaba en la guerra contra el terrorismo”.

A pesar de la continuidad política que implicó el gobierno de CFK, Busso sostiene que la relación con Estados Unidos se modificó. “Diría que transitó por una secuencia de crisis, recomposición, crisis, recomposición. Hubo más altibajos.” Es que “el gobierno de Barack Obama había generado muchas expectativas que no se cumplieron. En su primer mandato estuvo muy preocupado por la crisis de 2008 y prometió una política de diálogo con los adversarios más acérrimos, como Hugo Chávez. Todo eso cambió en el segundo período. Y en el caso argentino, el Memorándum fue un punto de inflexión”.

“El tema de los fondos buitre fue otro punto –dijo Busso–. EE.UU. venía teniendo una postura de respaldo a la Argentina y, cuando el tema buitre ascendió hasta la Corte Suprema, Obama no movió los resortes institucionales para ser amicus curiae y el FMI tampoco. Abandonaron a la Argentina en el último tramo y eso se condice con su política de apoyo al macrismo. Obama vino a los pocos meses de la asunción de Mauricio Macri.”

Neomenemismo y después

“Macri siempre defendió el alineamiento con Estados Unidos al estilo de Menem”, remarcó Busso a la hora de describir la diplomacia hacia Washington desplegada por Cambiemos.

La investigadora destacó que las apuestas políticas que hizo el ex presidente dentro de la propia política estadounidense salieron mal. Puso las fichas en el caballo equivocado. “Apostó a un acuerdo con los demócratas, con la línea pro globalización neoliberal. Se había jugado muy fuerte por un triunfo de Hillary Clinton y ganó Donald Trump.”

“Macri tuvo el mismo problema que el gobierno de Sebastián Piñera. Trump era antiglobalización y proteccionista. Es una derecha que incluye el supremacismo blanco, los defensores del uso de armas y hasta el golpe de Estado en el Capitolio. Macri quedó enganchado en ese proyecto. Y hay sectores del PRO que plantean una derechización mayor.”

Con la herencia a cuestas de la deuda más grande en la historia del FMI, a la que se sumó la pandemia, llegó el gobierno del Frente de Todos. “La política hacia Estados Unidos no es exactamente igual que la de Néstor y CFK, pero Alberto tuvo demostraciones de autonomía. Se vieron en temas como el golpe contra Evo Morales. Alberto jugó fuerte ahí como presidente electo. En su discurso de asunción también marcó un sentido más autónomo.”

Busso les dio un peso importante a los funcionarios que el Presidente nombró. “Me da la sensación de que cuando conformó su gabinete, nombró a funcionarios que son proclives a mantener un vínculo sólido con Estados Unidos. A eso se suman las condiciones objetivas que nos obligan a estar más alineados, por la negociación de la deuda con el FMI. Es una de las cosas que dejaron Macri y Trump. Juntos por el Cambio perdió, pero dejó al siguiente gobierno atado de pies y manos con la deuda. Es una situación que empuja un equilibrio difícil.”

Escrito por
Demián Verduga
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