Juan Pablo Sutherland es una figura insoslayable dentro del panorama cultural chileno y del activismo de las disidencias sexuales. Sus luchas militantes (muchas de ellas emprendidas junto a su amigo Pedro Lemebel) forman parte de la historia viva del movimiento LGBTIQ+, y Nación marica (2009) o Papelucho gay en dictadura (2019) son libros emblemáticos de una propuesta política interseccional que aúna género y clase social.
–¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta Chile a partir del proceso que se inicia el 11 de marzo de 2022?
–Desde el estallido social de 2019, Chile vive un gran momento, telúrico, tempestuoso, como si sus placas tectónicas políticas y culturales hubiesen liberado una gran fuerza acumulada históricamente. Por lo mismo, quizás este es un escenario privilegiado para ver y vivir esos desplazamientos. Al estadillo social que puso en jaque el modelo político heredado de la dictadura y su economía neoliberal, luego se sumó terminar con la Constitución política de la dictadura, que la transición a la democracia no pudo o no quiso desbancar. Ese anhelo había sido enorme: derribar el bastión más relevante de la dictadura, la Constitución política de los años 80. Por estos días de verano, la Convención Constituyente comienza a votar las primeras indicaciones en sus plenarias. Todo ello indica que se viene un tiempo nuevo para Chile desde el 11 de marzo, un tiempo no sin dificultades, pero que sobresale por las fuerzas inéditas que le dieron a Boric un triunfo contundente sobre la ultraderecha de Kast.
–¿Creés que fue un triunfo tan contundente?
–Nunca un presidente de Chile tuvo tanta votación. Chile no es el mismo desde 2019, la derecha ha quedado disminuida. Eso no significa que no pueda boicotear la Convención Constituyente con mayoría de izquierda, movimiento social y socialdemocracia. Pero la derecha tiene claro que se busca un “nuevo trato social” donde ellos ya no sean “los dueños del país” y hagan lo que quieran. El 11 de marzo será épico, lleno de símbolos. La ministra de Defensa elegida por el joven presidente electo (el más joven de la historia) es Maya Fernández Allende, la nieta del presidente Salvador Allende. Ella será la figura que encabezará el poder civil sobre los militares que derrocaron a su abuelo en 1973.
–¿Cuáles son las señales más esperanzadoras del futuro gobierno?
–En enero de 2022, Boric presentó su gabinete, que incluye a la diversidad sexual con nombramientos en el Ministerio de Educación y del Deporte, Marco Antonio Ávila y Alexandra Benado, respectivamente. Cada uno de ellos, “abiertamente gay y lesbiana”, como le gusta señalar a la prensa chilena. Por otra parte, hay mayoría de ministras en este gobierno inédito. Hay, en cargos muy estratégicos, feministas jóvenes, mujeres con gran trayectoria en sus áreas (Cultura, Medioambiente, Cancillería, Defensa, entre los más notorios). La vocera del gobierno de Boric será Camila Vallejo, diputada comunista y compañera de generación del presidente electo, quienes lideraron el movimiento estudiantil (2011) y pusieron en jaque a la clase política de los gobiernos de la concertación y la derecha.
–¿Qué expectativas hay puestas en el gobierno de Boric en relación con la comunidad LGBTIQ+?
–Es difícil responder parceladamente el escenario, pues todo es un gran mapa cultural y político que se lee desde diversas dimensiones. Es decir, una parte importante de las disidencias sexuales, del mundo marica, trans, travesti, se movilizó contra Kast para detener el peligroso cuadro neofascista que significaba su triunfo. Eso significó que hubo una vuelta contrahegemónica no sólo de las maricas y feministas, sino del Chile popular, de los barrios periféricos, de los jóvenes que se dieron cuenta de que ese momento se jugaba no sólo una elección, sino el futuro que ya se había comenzado a construir desde el estadillo social. Es decir, apoyar a Boric configuró nuevas equivalencias posibles, que no se habían encontrado o reunido por décadas.
–¿Por qué causas se lograron esas confluencias?
–Sobre todo, por la proximidad del triunfo de la posdictadura, del nacionalismo más feroz, de la xenofobia, de la homo-lesbo-transfobia, que era la vuelta al pasado que se caía a pedazos, pero que contaba con el poder económico, del gobierno de Piñera y de los medios de comunicación, que son monopolio de la derecha. Todo estaba ligado. Fui parte junto a un equipo de activistas lesbofeministas, maricas, gays, bisexuales de la redacción del primer informe sobre violaciones de derechos humanos durante el estadillo social. Todo se repetía y recordaba mi juventud en los 80, en los cuarteles siendo golpeado por decenas de policías. Todo volvía con otras y las mismas fobias: carabineros, militares, policía civil (PDI) volvían para detener y golpear a gays, maricas, lesbianas, trans. Se pudieron rescatar decenas de denuncias en comisarías y cuarteles denunciados ante el Instituto de Derechos Humanos. Las locas más castigadas fuimos siempre las que nos opusimos a la dictadura desde el mundo popular. Por eso mismo, Nación marica, mi libro de ensayos activistas, adelantó discusiones respecto a la interseccionalidad, lo local, lo queer como campo en disputa de las teorías sobre la posidentidad.
–¿Cómo se organizó la militancia para la segunda vuelta contra Kast?
–“Menos pacos más lesbianas” fue uno de los tantos grafitis que acompañaron la calle con ánimo de revuelta sexual en medio del estallido social. El ánimo de la calle se puede traducir como un gran lienzo donde miles de comunidades y multitudes coparon la vía pública desde un activismo callejero y deseante en los flujos de la protesta social. Entre manifestaciones de todo tipo, La Guerrilla Marica, un conjunto de activistas maricas, destaca por su vistosa y barroca presencia al son de una batucada disidente y enérgica, llena de histéricos colores, reivindicando lo andino, la anormalidad de cuerpos distintos, de alma travesti, pop, andinas, punkis. La Guerrilla Marica es una expresión performativa de las nuevas propuestas de critica anticapitalista a lo heteronormativo y a la violencia de género patriarcal. Surge en medio del estadillo social como respuesta a la violencia simbólica y material de protesta masculina y patriarcal que miró con burla las expresiones de la maricada social metida en la protesta. Como producto de ese sentimiento de poner “la cuerpa y voz” en la calle nace La Guerrilla Marica.
–¿Cómo reaccionó el gobierno de Piñera frente al resultado electoral?
–De manera contradictoria. Se acaba de aprobar el matrimonio igualitario en el último año del gobierno de Piñera, cuestión llamativa que siempre fue utilizada por la derecha para salir con una cara democrática frente a las demandas de las comunidades desplazadas en su igualdad de derechos. La demanda es legítima y las organizaciones lo celebran. Lo curioso es que justo que se repone un proyecto estancado por años en el Congreso, al sur de Chile la nación mapuche, el Wallmapu, recibe por parte del Estado chileno su copamiento militar en la zona y la represión más brutal. Ya Jasbir K. Puar, en su noción de homonacionalismo, dio cuenta de las maneras en que determinadas causas del mundo LGBTIQ+ son utilizadas como blanqueamiento estratégico por parte de los estados nacionales.
–¿Qué nuevas formas de solidaridades habían inaugurado los estallidos de 2019?
–La primera línea fue una denominación en la protesta surgida durante el estallido social. Fue en medio de las protestas focalizadas en la ex plaza Italia, hoy Plaza de la Dignidad, renombrada por las multitudes, que apareció como una nueva forma de enfrentar la represión. Materialmente, se constituyó desde la necesidad de enfrentar a los carabineros que copaban la plaza para impedir la llegada de los manifestantes desde diferentes lugares de la ciudad. La Plaza de la Dignidad se constituyó como el punto cero de la protesta y lugar de disputa simbólico y material de la ciudad. Las manifestaciones eran tan multitudinarias que para que la mayoría de la gente pudiese manifestarse, se requería un contingente que contuviera en primera línea la represión policial que quería despejar las calles. Es decir, la gran cantidad de manifestantes pudieron permanecer gracias a la organización de la primera línea: jóvenes principalmente de barrios populares y de algunas barras bravas de fútbol que se enfrentaron a las lacrimógenas, policías militarizados, carros lanza-aguas defendiéndose sólo con palos, escudos improvisados de tapa-basureros, objetos metálicos, etcétera. La primera línea constituyó un aura épica de la protesta, algo así como la lucha entre David y Goliat en tiempos actuales.