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Caras y Caretas

           

“La gente volvió a salir a la calle para reclamar justicia por Cabezas”

Foto: Alejandro Calderone Caviglia
Foto: Alejandro Calderone Caviglia

La abogada Norma Pepe representó a la revista Noticias y a Candela Cabezas y María Cristina Robledo, la hija menor y la compañera del reconocido fotoperiodista. En este reportaje reflexiona sobre una causa compleja y atravesada por múltiples intereses.

Norma Pepe es una testigo de excepción en el caso José Luis Cabezas. Junto a Oscar Pellicori, en su calidad de abogados de la revista Noticias, patrocinaron también a Candela Cabezas y a María Cristina Robledo, la hija menor y la compañera del reconocido fotoperiodista.

–Toda una generación recuerda ese momento. ¿Cómo se enteró del crimen de Cabezas?

–Yo estaba en casa, un domingo de enero, y recibí un llamado de Teresa Pacitti, la editora de la revista Caras, pidiéndome si podía ir a Pinamar porque había ocurrido un hecho grave. A los minutos me llama [Jorge] Fontevecchia, con el mismo mensaje críptico. Llegaron a mi casa Hugo Ropero, el director de fotografía de José Luis, y el director de Noticias, y en el viaje con ellos me enteré de lo ocurrido.

–¿Cuáles fueron las primeras acciones?

–Llegamos a la casa de María Cristina y con Pellicori nos pusimos a disposición. De ahí nos dirigimos a la comisaria de Madariaga, donde estaba el juez Macchi, que estaba a cargo. A eso de las doce de la noche nos invitan a concurrir a la puerta de la casa de Andreani. Cuando llegamos había decenas de patrulleros y policías. Dimos vueltas una hora sin encontrar ninguna evidencia. Más tarde, descubrimos que la invitación era del comisario Gómez, que luego fue condenado por liberar la zona.

–¿Cómo evalúa la actuación del tan cuestionado José Luis Macchi?

–Quiero decir a su favor que no quedó una sola línea de investigación, por absurda que pareciera, que no haya llevado hasta las últimas consecuencias.

–¿Cuáles fueron los principales obstáculos en el avance de la causa?

–Casi desde el primer momento comenzaron las operaciones, lo que se conoce como “embarrar la cancha”. Hubo una primera testigo de nombre Marta que supuestamente había visto a un señor que cargaba en el coche un bidón de nafta. Esa línea de investigación no condujo a nada. Otras versiones apuntaban que podía tratarse de un tema de drogas en que estaría involucrado José Luis, o una cuestión de polleras. Macchi libró juicios a todos los bancos para saber si había alguna cuenta a nombre de José Luis que acreditara esos dichos. Nada. Yo creo que a José Luis le alcanzaba justo para vivir, mantener a los hijos y no mucho más. De esa manera se desbarató el recurrente método argentino de culpabilizar a la víctima.

–¿La peor de esas coartadas fue usar de perejiles a los miembros de la banda de Margarita Di Tullio?

–En efecto: la banda de Mar del Plata parecía tener todos los números para ser acusada. Margarita era dueña de un prostíbulo, asaltante de casas, culpable de crímenes. Las declaraciones del delator Redruello basadas en escuchas eran inconsistentes y plenas de incoherencias. A los días de que están detenidos, el ministro Corach va a hablar con el juez Macchi. Luego, sin haber realizado la pericia, señala ante la prensa que se encontró el arma homicida y que ya están detenidos los asesinos de Cabezas. ¿Cómo podía asegurar eso sin pruebas? Pellicori y yo teníamos contacto permanente con el doctor Vecchi, abogado de la familia Cabezas, y con el grupo de policías designados especialmente por Macchi. Por eso, no nos convencieron y seguimos.

–¿Cómo siguió la causa?

–Duhalde presionó fuerte porque creía que había móviles políticos en su contra, y apareció la gente del barrio de Los Hornos. Eso fue a partir de declaraciones de gente de La Plata que empieza a hablar de coches raros que iban y venían y alguien hace la denuncia. Con las declaraciones de los nuevos procesados aparecen Prellezo, Cammarata, Luna y Silvia Belawsky, la esposa de Prellezo que también era policía y de la cual se averigua que unos días antes había pedido los antecedentes de José Luis. Se prueba que a Cabezas lo secuestran frente a su casa. Ahí Braga y González lo colocan en la parte de atrás del auto. Aparentemente, estaban drogados y se les disparó el arma que llevaba Braga. Lo llevan a la cava donde, supuestamente, la primera intención era pegarle un susto. Un posible damnificado podría haber sido Michi, que se fue antes de la fiesta porque era el cumpleaños. Cuando Prellezo llega a la cava, se encuentra con esta situación de José Luis herido y entonces deciden rematarlo.

–¿Cree que el plan inicial era sólo un susto?

–Eso no lo vamos a saber nunca. Personalmente, no lo creo. Es improbable si Prellezo estaba en la cava, porque Cabezas seguramente lo conocía.

–¿Cuándo comienza a manejarse la hipótesis Yabrán?

–Después de que Los Horneros detenidos testimonian que Prellezo había ido a ofrecer sus servicios de custodio a Yabrán en Pinamar. Yabrán le habría advertido a Prellezo, y eso figura en el expediente: “Lo que no quiero es que haya periodistas alrededor mío”. En otra ocasión le había dicho, creo que a Héctor D’Amico, que tomar una foto de él es como darle “un tiro en la cabeza”.

–Usted siempre habló de un trabajo mancomunado con los periodistas que se comprometieron con la causa. ¿Por qué?

–En la oficina de la revista Noticias se habilitaron números de teléfono para que llamaran todas aquellas personas que tuvieran algún dato que pudieran aportar. Se recibieron miles de llamados sin sentido, pero hubo un llamado que recibió Teresa Pacitti de un amigo de Yabrán que pidió conservar el anonimato. Este hizo llegar a la redacción una tarjeta personal que Yabrán le había enviado en una ocasión junto con un regalo. La tarjeta decía: “¡Muy feliz cumple! Si no te sirve de adorno es para que se lo rompas en la cabeza a algún fotógrafo indiscreto”. El regalo era un jarrón. A su vez, Pacitti había recibido una tarjeta de Yabrán cuando le brindó su primera entrevista y pudo cotejarse la escritura. Todo fue agregado a la causa. Por otra parte, los periodistas de la editorial hicieron un trabajo extraordinario con el famoso sistema Excalibur: cotejar miles de llamadas de un informe en que sólo aparecían números. De ahí surgieron todas las llamadas entradas y salientes entre Prellezo y Ríos.

–¿Cuál fue el resultado de ese esfuerzo?

–La investigación comienza en 1997, y en enero de 2000 ya teníamos sentencia de primera instancia. Fue muy rápido dentro de lo que podíamos esperar. No era fácil incriminar a la Policía de la provincia de Buenos Aires o a Yabrán. Hoy, casos de igual envergadura, como el de Nisman, siguen sin resolverse. Yo creía que el caso Cabezas iba a marcar un antes y un después en la historia de la Justicia argentina. Me equivoqué. Fueron todos condenados, pero, salvo los que fallecieron, hoy están todos en libertad.

–¿Recibió amenazas durante el proceso?

–No, pero me seguían autos con patentes falsas y sin disimulo.

–¿Cuáles fueron los momentos que más la impactaron emocionalmente?

–Cuando vimos la foto y reconocimos fragmentos de la bota tejana que usaba Cabezas. La pericia de la autopsia que revela que se encontró humo en los pulmones de José Luis y comprueban que cuando lo queman aún estaba vivo.

–Siendo José Luis el único periodista que logró fotografiar a Yabrán. ¿En Noticias no se sospechaba desde antes del empresario?

–Supongo que sí, pero era una locura pensar que por una fotografía hubieran matado a un periodista. Yabrán fue a la Casa Rosada a ver a Menem y se fotografió con la icónica pancarta del rostro de José Luis y la frase “No se olviden de Cabezas”.

–Ahí se hizo evidente la paradoja de que el eslogan de los que reclamaban justicia era semejante a una advertencia de los victimarios.

–Pero ese eslogan nació de los compañeros. Yo nunca me voy a olvidar de las manifestaciones y las cámaras de los reporteros apuntando al cielo. Hubo una particularmente masiva con un escenario montado en Corrientes y Talcahuano, que era donde funcionaba Noticias. La gente volvió a salir a la calle para reclamar justicia por Cabezas.

Escrito por
Adrián Melo
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