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Caras y Caretas

           

“Luisito era un mundo nuevo”

Ilustración: Jung!
Ilustración: Jung!

Black Amaya fue el baterista de Pescado Rabioso y compartió una rica amistad con Spinetta. En diálogo con Caras y Caretas recuerda y analiza la experiencia que le cambió la vida.

David Lebón dijo que Pescado Rabioso fue la mejor banda de rock de la Argentina, incluso mejor que Serú Girán. Entre 1971 y 1973, el grupo atravesó como un rayo los 70 con una música cruda y densa para una época de oscuridad, violencia institucional y represión. Liderados por Luis Alberto Spinetta, grabaron dos discos, Desatormentándonos y Pescado Rabioso 2, con clásicos como “Despiértate nena”, “Ámame Peteribí” (utilizada como sampler por el rapero Eminem), “Post-crucifixión” y “Me gusta ese tajo”. Black Amaya fue el baterista de la banda desde su primera formación, con Bocón Frascino en bajo y Spinetta en primera guitarra. El debut de Pescado Rabioso fue durante una gira por Uruguay, donde llegaron a tocar en la casa de Páez Vilaró. Cuando se fue Bocón, ingresó Carlos Cutaia en Hammond. La formación siguió como trío unos meses hasta que se sumó David Lebón en voz y bajo eléctrico. La ruptura fue en la sala Planeta de la calle Suipacha. Cuando salió el segundo disco, en marzo de 1973, Pescado Rabioso ya estaba separado, cuenta Sergio Marchi en su biografía Spinetta. Ruido de magia. Todos los integrantes se volvieron a reunir para el recital Spinetta y las Bandas Eternas, casi 36 años después, en el estadio Vélez Sarsfield. “Lo más hermoso de las Bandas Eternas fue todo, desde el primer día que empezaron los ensayos hasta después del show, cuando nos juntó a todos los que participamos en un círculo y trajo a su mamá para que nos saludara. Era un amor impresionante lo que había ahí”, dice Black Amaya, que vive con su esposa Lorena en Concarán, San Luis, un pueblo de diez mil habitantes. Tiene dos hijos. Uno vive en Villa Mercedes, y la mayor vive en Mallorca, España. Black Amaya sigue tocando los temas de Pescado Rabioso y Pappo’s Blues, la otra formación legendaria de la que fue parte a comienzos de los 70.

–¿Cuándo fue la primera vez que viste a Luis?

–Tenía 18 años y nos habíamos hecho amigos con Pappo. Un día me dice: “Va a venir a tocar el bajo Spinetta, venite”. Teníamos todos la misma edad, pero ellos ya eran conocidos. Zapamos juntos y en un momento, cuando Pappo se fue a la cocina, el Flaco se anima y me pide el número de teléfono. Me dijo que había escuchado el disco Pappo’s Blues y que le gustaba cómo le pegaba al bombo. Él estaba buscando algo más agresivo después de Almendra. Era la edad en la que uno quiere tocar y tocar. Cuando Pappo se fue a Londres me acordé de llamarlo a Luis. Quedamos en encontrarnos el mismo día. Me tomé un taxi hasta su casa, en Arribeños y Quesada. Cuando dobló el taxi, ya lo vi al Flaco fumando sentado en el umbral de la casa. Nos metimos en su pieza/estudio, donde tenía la cama, la mesa de dibujo, el equipo de guitarra, el tocadiscos, libros por todos lados, dibujos y frases que escribía en la pared. Le dije que brindáramos por el encuentro. Juntamos unas monedas y nos alcanzó para una sidra en el almacén de enfrente. Después, lo primero que hizo fue mostrarme el tema “Blues de Cris”.

–¿Ese día ya se pusieron a tocar?

–Ese día fue más de compartir. Había un bajista llamado Alejandro Marassi, que tocaba en la Banda del Oeste, que estaba por ahí, pero cuando quisimos empezar a tocar el pibe no tenía un bajo que afinara. Ahí quedamos los dos solos, entonces le dije que conocía un guitarrista que había tocado el bajo con Pappo. Se llamaba Bocón Frascino. Enseguida me dijo: “Vamos a buscarlo”. El Flaco tenía un Citroën todo destartalado y nos fuimos hasta Castelar. Cuando llegamos estaba el Bocón tomando mate. Tuve que convencerlo porque quería tocar la viola. Ahí formamos el primer Pescado Rabioso, pero no teníamos nombre. Un día, el Flaco me dijo que tenía dos nombres para el trío, Los Diaguitas o Pescado Rabioso. Elegí Pescado porque me parecía mucho más loco.

–¿Apenas se juntaron a tocar ya sonaba así?

–Éramos re potentes. Bocón en el bajo andaba bien y Luisito se estaba animando a hacer solos de guitarra. En Almendra hacía más la segunda, pero en Pescado tocaba bien, era un muy buen violero de blues y rock; él quería tocar esa música porque estaba de moda. Todo el mundo tenía un blues. Estaba Jimi Hendrix, estaba Cream, estaban todos los tríos que venían del blues. Tipos que zapaban y tocaban temas largos. Pasamos de la época beatle y melodiosa a la zapada. Luisito siempre nos hacía participar a todos en los temas. Quizás yo pensaba un ritmo y Luisito se enganchaba con la viola y Bocón con el bajo. Usando los tres acordes del blues salieron temas como “Dulce 3 nocturno” o “Me gusta ese tajo”, que salió tocando el fa y el do.

–¿Qué recordás de esa época con Luis?

–Era un tipo muy solidario, abierto, de gran corazón. Aparte estaba adelantado y no hacía alarde de eso. Como que nos esperaba un poco. Nos dimos cuenta después sobre cosas que nos quería decir o quería tocar. Ahí empecé a entender quién era Luis. Nos hicimos recontraamigos. Venía a comer a mi casa. Como mis viejos trabajaban todo el día, la casa estaba sola y en la suya siempre había gente. Así que se venía porque le gustaba que había como un jardincito y comíamos debajo de un arbolito. Le hacía unos bifes de costilla, tomábamos gaseosa y le gustaba estar ahí en el parque. El banco donde nos sentábamos sigue ahí, a una cuadra de Dorrego y Corrientes, en un lugar que se llama La Casa Colectiva, un barrio con un estilo inglés, todas casas antiguas y ladrillos a la vista. Pappo le había puesto “London”.

–Pescado Rabioso duró poco, pero tuvo un impacto fuerte en el rock. ¿Cómo lo ves a la distancia?

–En esa época, las bandas duraban poco. Antes la búsqueda era ir sumando y armar cosas nuevas todo el tiempo. Pescado tenía melodía, lírica y un sonido bien pesado. Éramos polenta polenta. Luisito decía que éramos una aplanadora. A él lo cargaban por ser muy blandito, y de repente en Pescado te cantaba “Post-crucifixión”. Varios amigos de la época me decían que ver en vivo a Pescado era como ir a ver a Led Zeppelin. Éramos fanáticos mal de Zeppelin.

–¿Qué pasó que se cortó la onda?

–Luisito ya estaba arrancando a hacer temas que tiraban más a la onda de Invisible, que vino después. Y pasó que nosotros queríamos tocar más rock con David Lebón, con Cutaia también, así que nos fuimos.

–¿No te arrepentiste de esa decisión?

–Sí, al poco tiempo de que me fui escuché el disco Artaud y pensé: “Qué lástima que no le dije a Luisito la verdad, que sólo quería descansar un poco”. Con Pescado habíamos tocado por todos lados y para mí era todo nuevo. Yo venía de San Justo. Nunca había leído nada más que El Tony. Éramos cuadrados de tocar. Encontrarte con el mundo Spinetta, que leía y hablaba de otras cosas, era impresionante. Recuerdo que íbamos juntos al cine a ver 2001: Odisea del espacio o Cabaret. Luisito era un mundo nuevo. Cuando nos separamos en la sala Planeta, me dijo: “¿Vos también te vas?”. Y se enojó. Con los años entendí: quería que me quedara.

–¿Cuándo fue el reencuentro?

–Me fui a vivir a España a principios del 73. Cuando volví, en el 79, mi mamá me dice: “Te llamó Luisito a casa”. Me dejó un mensaje para ir a Sadaic a firmar unos papeles para ponernos como coautores de los temas de Pescado en los que había puesto un toque o había aportado algo. Mirá lo que era Luis. No se tragaba todo para él. Hasta el día de hoy se lo agradezco porque sigo cobrando por Luis. Con los años mantuvimos una hermosa amistad. Era su confidente. Cuando volvía a Buenos Aires nos encontrábamos y hablábamos un montón. Descubrí con el Flaco lo que es el amor entre músicos. Creo que se fue porque ya había hecho todo lo que tenía que hacer. Era un adelantado.

Escrito por
Gabriel Plaza
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