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Caras y Caretas

           

UN CLÁSICO DE LA CIENCIA FICCIÓN

El Eternauta es el trabajo más emblemático de Oesterheld. Una trama cuyo parecido con la realidad no fue pura coincidencia. Acaso por eso caló tan hondo en el público, que aún hoy sigue viendo en este personaje y sus aventuras una referencia palpable a la Argentina trágica del siglo XX.

Aquella noche, la noche cuando mi vida de siempre quedó hecha trizas, fue una noche de invierno, mucho más fría que esta.” Las palabras las dice Juan Salvo. Apenas unos minutos antes terminaba de corporizarse en la silla de madera crujiente frente al escritorio de Germán, un guionista de historietas, un hombre común que se preparaba a escuchar el relato más fantástico de su vida. Así empieza El Eternauta. Y en esa frase, la ficción premonitoria condensa el destino trágico de su autor: Héctor Germán Oesterheld.

El Eternauta se publicó por entregas en 1957 en el suplemento semanal de la revista Hora Cero con dibujos de Francisco Solano López. La trama, un clásico de la ciencia ficción: seres de otros planetas invaden la Tierra. El arma de la avanzada: una nevada mortal que sepulta a Buenos Aires y crea la distopía. Pero lo más notable y trascendente de la obra es que Oesterheld logra componer un héroe colectivo que sintetiza una expresión política netamente argentina. La resistencia a la invasión está encarnada por hombres, mujeres y niños comunes, no hay superhombres, todos aportan desde su lugar para construir una férrea resistencia al invasor. “Quizá por esta falta de héroe central, El Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe solo”, escribe Oesterheld en una especie de prólogo que presenta la obra reunida. La extracción de clase de esos hombres se asemeja a la composición de la resistencia peronista. Es Favalli, un científico, el cerebro que acompaña a Juan Salvo, un típico hombre de clase media; Franco, obrero metalúrgico, el combatiente más destacado contra los invasores; también la pata intelectual, no muy significativa pero presente, en la figura de Mosca, el historiador que todo lo registra; incluso aparece el Ejército Argentino, fundamental en la batalla de River Plate. Esto último no es un dato menor, ya que en 1956 sectores de esta fuerza leales al peronismo, con el general Juan José Valle a la cabeza, fueron fusilados por intentar un levantamiento que posibilitara la vuelta al poder de Juan Domingo Perón. La importancia del fusilamiento de Valle para la configuración de la estructura de sentimientos del peronismo encontró lugar también en las páginas de El Eternauta.

Al menos en dos de las viñetas de esa primera versión aparece otro signo político de época: Solano López dibujó los restos de pintadas llamando a votar a Arturo Frondizi en las paredes de una Buenos Aires ocupada.

UNA POSICIÓN POLÍTICA

En casa de los Oesteherld, los debates donde Vietnam se mezclaba con el peronismo y la música fueron tomando cuerpo, y eso que en la primera versión de El Eternauta fueron indicios de un sentimiento de época se cristalizó como una posición política definida en la reversión que fuera publicada por la revista Gente en 1969. Con dibujos de Alberto Breccia, menos realistas, y un guion modificado en el que las superpotencias de entonces –Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas– pactaban la entrega de Sudamérica a los invasores, se evidenciaba la aparición de la llamada “Tercera Posición” impulsada por Perón: “Ni yanquis ni marxistas, peronistas”. Esta versión de la primera parte que se entregaba en fascículos semanales con cada edición de la revista duró solamente tres entregas. El argumento de la editorial fue que las modificaciones introducidas y el cambio de dibujante habían generado un rechazo en los lectores. Sin embargo, teniendo en cuenta que esas modificaciones estaban impregnadas de un mensaje político mucho más transparente, no sería ilógico pensar en un acto de censura.

Tanto Oesterheld como sus cuatro hijas se incorporaron a la militancia activa dentro de las organizaciones de izquierda peronista que confluyeron en Montoneros en 1973. El golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976 encontró al historietista en la clandestinidad, pero decidido a darle continuidad a su obra maestra. El guion de la segunda parte de El Eternauta iba tomando forma. Solano López, exiliado en España, sería otra vez el elegido para darles imagen a las palabras.

La historia comienza en el mismo lugar donde termina la primera: Germán parado frente a la casa de Juan Salvo recuerda lo que el Eternauta le había narrado y se pregunta si contándolo podría ayudar a que se evitara la invasión. Dentro de Germán comienza a aparecer una contradicción entre su sentir, su pensar y su actuar. Necesita ser protagonista de esa historia. Así, en esta aventura, Oesterheld hace que su alter ego abandone el sillón de guionista y pase a vivir en carne propia la lucha por la libertad de la humanidad. El cambio de narrador acompaña la decisión personal que el autor había tomado para su vida: brindarse en cuerpo y alma a la lucha revolucionaria.

LA BÚSQUEDA

Otra gran diferencia con el espíritu de El Eternauta original es que mientras en la primera parte el héroe colectivo se impone a las voluntades individuales, ahora Juan Salvo –dueño de poderes sobrenaturales que irá descubriendo a medida que avanza la historia– jugará un rol de dirección incluso por encima de otros líderes, en apariencia, con mayor legitimidad. La obra denuncia el avecinamiento de un futuro desolador e incluso comienza a hablar de las desapariciones. Para ese entonces, Oesterheld ya había perdido a dos de sus hijas y faltaba poco para que el terror arrasara con él y con gran parte de su familia.

Tanto en El Eternauta III (publicada en 1983 con guion de Alberto Ongaro y dibujos de Oswal, Morhain y Carlos Meglia) como en la versión de El Eternauta. El regreso (publicada en 2003 con guion de Pablo Maiztegui y dibujos, una vez más, de Francisco Solano López), la búsqueda de Juan Salvo por recuperar a su familia es el primer motor de la narración. En alguna de las dimensiones, él sabe que sus desaparecidas están vivas. En la última versión, la alegoría se expone al máximo: Martita ya tiene unos 20 años y vive con un Mano como padre adoptivo, pero sueña con un hombre que, enfundado en un traje con escafandra, atraviesa una nevada asesina buscándola. La referencia es transparente: la apropiación de la niña por el enemigo. La búsqueda de la identidad sustraída y el relato histórico, encarnado en el “Diario de la Invasión” escrito por el historiador Mosca durante los días de la resistencia, son la base de la recuperación del pasado perdido.

Escrito por
Juan Carrá
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