En un contexto de pandemia aún difícil de controlar y mucho más de superar, la economía argentina está dando muestras de cierta reactivación, todavía parcial y segmentada, aunque es justo recordar que arrancó desde un piso demasiado bajo, al que cayó en el segundo trimestre de 2020.
Técnicamente, no se trata de crecimiento genuino respecto de la situación prepandemia, pero sí de un rebote, a distinta velocidad y dinamismo según los sectores.
Esto abriga esperanzas de que con el correr de los meses los números de la economía pasen de rojo profundo a azules intensos, comparados con febrero de 2020, el último mes completo antes de decretarse la cuarentena e imponerse restricciones a la circulación en el marco de la pandemia de covid-19.
Las estimaciones iniciales del Gobierno para este año, plasmadas en el Presupuesto 2021, hablan de un crecimiento del PBI del 5,5 por ciento, que en los primeros meses del año llegaron al 6 por ciento. En la última semana, el propio ministro de Economía, Martín Guzmán, se entusiasmó al decir que la expansión del PBI se movería por encima del 7 por ciento.
“Esperamos un crecimiento del Producto Bruto del 7 por ciento para 2021, eso lo establecemos como una base, y junto a esto se está comenzando a ver una recuperación del empleo, y un fortalecimiento de las cuentas públicas”, señaló el Guzmán ante dieciocho fondos de inversión de una decena de países, convocados por el Gobierno por videoconferencia el martes pasado.
Y agregó que luego de los tres años de recesión económica antes de asumir el gobierno actual –en verdad, 2017 no fue recesivo– y del año de la pandemia, la Argentina “es la economía que más rápido se está recuperando en todo el continente”.
CURVA ASCENDENTE
Algunas cifras oficiales sirven para ilustrar la película de los últimos meses. El Índice de Producción Industrial (IPI) manufacturero, que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), cerró en enero con un incremento de 4,4 por ciento en la variación interanual (contra enero de 2020) y de 1,7 por ciento en la comparación con el mes anterior.
Es el tercer mes consecutivo de aumento en la producción fabril, con la particularidad de que diez de las dieciséis ramas de actividad relevadas terminaron el mes con números positivos.
Se destacan, en ese sentido, los avances en minerales no metálicos y maquinaria y equipo, ambas con 31,2 por ciento de crecimiento interanual; la industria automotriz y autopartes (16,5 %), industrias metálicas básicas (acero, aluminio) con 16,2 por ciento de aumento, y productos de caucho y plástico (14,6%).
Además, si se observa la actividad en Vaca Muerta, uno de los imanes de la inversión en la Argentina, en febrero se realizaron 685 etapas de fractura, apenas 3,8 por ciento menos que el récord histórico de explotación en la formación neuquina.
Y el campo, que esta campaña atraviesa un año Niña caracterizado por sequía y aguda escasez de lluvias, aun así cerrará con una cosecha en torno a las 118/120 millones de toneladas. Es menos que en la campaña 2019/20 pero por el alza de precios de los granos la cosecha gruesa (soja, maíz, sorgo y girasol) aportaría unos 6.000 millones de dólares adicionales en divisas.
Esto en un contexto en que los precios de la soja y el maíz subieron casi 40 por ciento y tienen el mejor valor en siete años, al tiempo que el aceite de soja duplicó su precio en los últimos doce meses.
Aún no puede hablarse de una tendencia consolidada en términos de crecimiento real ni del fin de la recesión, y de hecho la economía viene de cerrar un 2020 con caída del 10 por ciento del PBI.
Pero es bueno reconocer cuáles son hoy los vectores que impulsan la mejora de la economía y que explican este rebote, aunque aún no se traduzcan en crecimiento sostenido ni mejora del empleo, que al fin y al cabo son hoy las grandes preocupaciones de los argentinos.
Por su parte, un estudio del IAE Business School destaca que la actividad económica “sostiene su recuperación mensual desde el segundo semestre de 2020”, pero apunta que si bien se observa una dinámica mensual positiva, “el panorama se presenta incierto, dada la fuerte dependencia de la evolución sanitaria y de la política económica futura”.
Al respecto, considera que “estabilizar la problemática sanitaria a través de un programa sostenido de vacunación es el desafío principal para la gestión de gobierno”, lo que determinará el desempeño de la actividad económica “en un contexto de poco margen para una política fiscal expansiva”.
LADRILLOS, LADRILLOS
El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró en enero (último dato relevado) un incremento del 23,3 por ciento en comparación con el mismo mes de 2020, y acumula nueve meses consecutivos de subas respecto del mes anterior.
En ese sentido, la producción de algunos insumos de la construcción literalmente “vuela”. Es el caso de pisos y revestimientos cerámicos, que creció 51 por ciento en enero contra el mismo mes del año anterior; ladrillos huecos (44,1%), hierro redondo y acero para la construcción (30%) y cemento portland (20,1%).
A estos hay que sumar hormigón elaborado (29,3%) y asfalto (35,8%), que expresan en cierta forma el dinamismo de las obras públicas viales, a cargo del Estado.
El auge de la construcción, en algún punto, es la contracara de la relativa quietud del tipo de cambio.
Si bien la cotización del dólar oficial se desliza lentamente hacia arriba, siguiendo la política de minidevaluaciones del Banco Central (crowling peg), lo hace a un ritmo menor que la inflación, lo que genera un cierto atraso cambiario. Por eso hoy el costo de la construcción está en niveles bajos medido en dólares.
Ricardo Delgado, director de la consultora Analytica, explica que el costo de la construcción en dólares es hoy más bajo incluso que el que había en 2002, tras el fin de la convertibilidad. Pero destacó que “la inflación es la madre de todas las batallas”. Sin duda, se trata de uno de los principales desafíos de la economía este año, mucho más en un escenario de recuperación y esperable mayor demanda.
Respecto de las posibilidades que ofrece la construcción, Delgado señaló que “es auspiciosa la visión que tiene el Gobierno respecto del sector de la construcción, proponiendo beneficios fiscales como nunca tuvo”.
Se refiere específicamente a la ley que incentiva la exteriorización de capitales (blanqueo) destinados al sector productivo, y lo diferencia del blanqueo realizado por el gobierno anterior, cuya única finalidad fue recaudatoria, precisó.
Por su parte, para Camilo Tiscornia, director de CyT Asesores Económicos, el incremento de producción y venta de materiales de la construcción revela que estos son una “protección contra la inflación” y una forma de “acumular comprando algo vinculado al dólar”.
En ese sentido, el economista apuntó que el Gobierno “puso el foco en el consumo y por eso mantiene bajas las tasas de interés”, hoy en torno al 34 por ciento y por debajo de la inflación esperada por los analistas, que se ubica entre 40 y 50 por ciento anual.
“La construcción necesita canalizar el ahorro, construir un edificio demanda de 24 a 36 meses y hoy no se favorece el ahorro, sino el consumo”, explicó el economista. Para movilizar la inversión se requiere confianza y credibilidad en las medidas que toma el Gobierno, y destacó que en ese sentido hoy “se necesitan señales”.