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Caras y Caretas

           

“KIRCHNER TOMABA PARTIDO POR LOS MÁS DESPOSEÍDOS”

Horacio González es sociólogo, docente, investigador y ensayista. Fue el director de la Biblioteca Nacional entre 2005 y 2015. Analiza por qué el ex presidente “se convirtió en un personaje que le dio nombre a una identidad”.

Es profesor de Teoría Estética, de Pensamiento Social Latinoamericano, de Pensamiento Político Argentino y dicta clases en varias universidades nacionales, como la UBA, la de La Plata y la de Rosario. Siempre vinculado con las letras y el análisis político, le asigna un rol incomodante al kirchnerismo, que agita la figura de Néstor como un fantasma que recorre al peronismo.

–¿Néstor Kirchner fue hijo de su tiempo o fue un generador de su tiempo?

–Todos somos hijos de nuestro tiempo pero eso no agota las posibilidades de la autoconciencia y de la toma de decisiones basadas en la propia visión que uno puede concebirse como individuo que se lanza al abismo. El hijo de su tiempo en realidad era un hijo huérfano. Pero era una orfandad productiva, porque los que son enteramente hijos de su tiempo creen conocer lo que pasa; el que se lanza a un abismo es un hijo de su tiempo que no tiene el conocimiento suficiente para saber cuál es el tiempo de la realidad. Creo que Néstor Kirchner así lo ideó y así me entusiasmó, pero me entusiasmó progresivamente, no desde el comienzo. Me pareció que era imposible que fuera presidente. Alguien de Santa Cruz, con poco conocimiento de la metrópolis. Por lo tanto, me pareció una inviabilidad total, y esa inviabilidad terminó colocándolo en el centro de una manera ejemplar. Se convirtió en un personaje que le dio nombre a una identidad que actúa en la política argentina de un modo secreto, como un oleaje que se va moviendo en distintas direcciones dentro del peronismo, fuera del peronismo, subiéndose en el peronismo, siendo más que el peronismo y siendo menos que el peronismo. El peronismo está constituido, tiene sus marcas, su doctrina. El kirchnerismo está dentro de eso, lo interroga, destaca lo que todavía no está dicho, le cuestiona los momentos errados, los núcleos ya adoctrinados, calcáreos, que ya se convirtieron en una cosa fétida.

–¿Le asigna un rol incomodante al kirchnerismo?

–Diciéndolo de esa manera, sí, sería generar incomodidad. Como les dijo a los militares cuando bajó el cuadro de Videla, esa frase “no les tengo miedo”, hoy sería interesante decirla, pero ya no en el patio del Colegio Militar sino en el patio extenso de la política argentina. No hay que tenerles miedo a los grandes monopolios, a las trasnacionales, a los conglomerados que dirigen hoy la conciencia con sus medios de comunicación. No le pido a nadie que diga esa frase de “no les tengo miedo”, pero debe resonar en la conciencia secreta de cada militante.

–¿Todavía seguimos bajo ese mismo paradigma, con más continuidades que diferencias, a pesar del hiato del macrismo? ¿Hay valores que se mantuvieron en el sentido común?

–Lo que llamaste “el hiato del macrismo” es algo que efectivamente azotó la vida del pueblo, la desmenuzó casi destruyéndola. El kirchnerismo le presentó muchos desafíos. El kirchnerismo es como un fantasma que recorre el peronismo, un método alternativo que tiene muchos componentes, pero si se convierte en un fantasma, o como podría decir un filósofo, en un espectro, funciona como una declaración amorosa a todos los nuevos militantes que vayan a ver cosas novedosas en la Argentina.

–Hay una cantidad de funcionarios que fueron militantes en los primeros períodos y ahora están en el gobierno en altos lugares. ¿El kirchnerismo se impregnó en las instituciones?

–Hay una relación entre institución y fantasma, y sería necesario mantener ese hiato, esa mella, si se puede decir. Porque cualquiera sea la institución de este gobierno, me interesa y creo que hay que protegerla. Pero dentro de ellas creo que la imagen del saco desabrochado de Néstor tiene que seguir funcionando.

En ese sentido, ¿la muerte de Kirchner en plena actividad política lo asimila a la construcción de una imagen de líder de masas propia del peronismo, como Evita, como Juan Perón?

–Habría que ver si los grandes mitos que crearon Perón y Evita son los mismos que se generaron alrededor de la figura de Néstor Kirchner. La naturaleza de los grandes liderazgos obliga a ser al mismo tiempo una autoridad simbólica creíble, pero a la vez saber disminuirse en la cotidianidad de lo popular. No pueden ser siempre jefes, no pueden dar siempre órdenes, siempre tienen que estar presentes en la vida popular porque, si son origen de una devoción, tiene que ser un culto democrático ejercido cotidianamente y al mismo tiempo capaz de seguir interrogando a los que pasan a la función pública. Conversé poco con Kirchner, mucho menos de lo que hubiera querido, pero vi en él también su capacidad de arriesgarse en las situaciones donde había conflicto. Tomaba partido por los más desposeídos. Ese es el culto a su figura y es lo que tiene que conservarse. Es una figura absolutamente democrátca. El protocolo de Estado sirve para proteger las figuras que hoy están bajo el múltiple tiroteo de las derechas. Te diría que Alberto Fernández lo usa menos de lo que lo debería en este momento tan difícil; el protocolo estatal es importante porque tiene burocracia pero también protege y hay que usarlo. Pero Kirchner lo usó poco porque le gustaba ser una figura no construida, porque lo que interesaba de su informalidad es que no había tenido la asesoría de ningún especialista. Él mismo debía construirla, nadie le había dicho “conviene usar este saco así” o que había que ponerse mocasines. Eso brotaba de su conciencia de informalidad política.

–¿Y cuáles serían las rupturas que ve en relación con el momento actual?

–Hay una pequeña disputa alrededor de Néstor Kirchner, como corresponde a los grandes líderes que quedaron en la memoria popular. Se nota cuando Alberto Fernández invoca para sus concepciones a la figura de Kirchner, a quien acompañó en su período. Me parece que Alberto Fernández busca sus fuentes principalmente en Kirchner, sin abandonar a Alfonsín, pero eso está admitido dentro del kirchnerismo porque fue homenajeado por Cristina y Néstor bajo la idea de que había que hacerlo en vida. Por lo tanto, está dentro de lo que podría llamarse “linaje kirchnerista”, un linaje que actúa como derecha en el peronismo, como el primer cinturón del peronismo, como si fuera el conurbano del peronismo. Eso debe ocurrir, porque si no se integra todo en un macizo homogéneo que no conviene a la hora de la producción más interesante de hechos políticos. En ese sentido, el apellido queda produciendo efectos muy importantes en la Argentina. De hecho, la presencia de Cristina en el gobierno es muy importante. Tanto es así que muchas personas le reclaman que hable, otras que siga en silencio. El silencio de Cristina tiene un enorme valor político, produce un encanto y al mismo tiempo una incomodidad. Como decía, el kirchnerismo es incómodo y la figura de Cristina es el emblema natural de la presencia de Néstor Kirchner. Alberto precisa nombrarlo, Cristina no precisa decir nada, de hecho cultiva un silencio espectacular, y digo espectacular porque es un silencio que todo el mundo considera un espectáculo, un espectáculo silencioso, un silencio tenso. Y en algún momento puede romperlo, como lo rompe a veces.

Escrito por
Gimena Fuertes
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