Médica clínica, infectóloga, presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE), miembro de la Fundación Vacunar y subdirectora médica del Centro Médico Huésped. Sin proponérselo, Florencia Cahn se preparó toda la vida para enfrentar una pandemia. Hija del doctor Pedro Cahn, uno de los fundadores de la Fundación Huésped y uno de los especialistas que más trabajaron con la problemática del VIH-Sida, Florencia vivió de cerca tres hitos en términos de problemática de salud mundial: el VIH era un tema frecuente en su casa en la década del 80; el brote de gripe A, en 2009, la sorprendió trabajando en la sección de infectología del Hospital Italiano, y ahora, con la irrupción de la covid-19, es asesora científica del Gobierno.
–¿Qué similitudes y diferencias encuentra en la reacción social de la década del 80 a esta parte?, ¿se avanzó en algo o siguen los mismos prejuicios?
–Cuando empezó el tema VIH-Sida yo era muy chiquita, nací en 1978, pero me lo han contado en muy primera persona. Recuerdo que los primeros casos que se detectaron fueron en hombres que tenían sexo con hombres y en personas con hemofilia. Hubo mucha estigmatización y discriminación, incluso había médicos que se negaban a atender a los pacientes. Cuando irrumpió el H1N1, me dije “estoy viviendo una pandemia como infectóloga, ¡qué desafío!”, pero en ese momento teníamos un tratamiento con retronavir y rápidamente tuvimos una vacuna. Si bien hubo fallecidos, no se acerca ni un poquito a lo que estamos viviendo ahora. Con la covid-19 hay situaciones de discriminación: al principio se aplaudía al personal de salud a las nueve de la noche y después se pasó del aplauso a echarlos de un edificio porque trabajaban en un hospital. Estamos en un momento en que todos opinamos de todo y la gente habla muy a la ligera. Tenemos libertad de expresión, cada uno puede pensar lo que quiera, pero con qué facilidad se puede ningunear a entidades con prestigio. Se criticó mucho a la OMS porque cambió recomendaciones. La ciencia es así, dinámica, y como este es un virus nuevo fueron apareciendo nuevas evidencias que hicieron que determinadas recomendaciones tuvieran que cambiar; eso no significa que no resistís un archivo, significa que a medida que se generan nuevas evidencias se producen nuevas recomendaciones.
–¿Cómo fue la selección para realizar la vacuna de Oxford en la Argentina?
–Se hizo un convenio para fabricar el antígeno acá y hacer el envasado en México para poder proveer a toda América latina menos a Brasil de una vacuna para todos los Estados que así lo demanden. Es muy importante porque nos posiciona para acceder temprano a la vacuna. Es lo que se denomina “transferencia de tecnologías”, que vendría a ser pasar la receta de la vacuna para fabricarla y que se pueda dar a mayor cantidad de población. Se eligió realizarla acá porque la Argentina tiene mucha experiencia en desarrollo y fabricación de vacunas. Durante la pandemia de 2009 también se fabricaron por transferencia de tecnologías contra la gripe A en forma local. La ciencia argentina es muy valorada en el exterior. Se reconoce su técnica y experiencia, muchas veces bastante más que en nuestro país.
–¿En epidemiología se estudia también el factor social, esto es, cómo hacer para que las personas se cuiden, no entren en pánico y acudan a los especialistas?
–Los que estamos en el comité asesor del Gobierno siempre vimos la pandemia desde diferentes ángulos, no solamente desde el punto de vista sanitario-epidemiológico, también desde el punto de vista económico y psicosocial, por eso se recomienda la apertura de ciertas actividades, aun a sabiendas de que cuanto más circule la gente más circula el virus, pero también entendemos que esta situación de restricción de actividades viene desde marzo y hay un cansancio y un desgaste lógico. A nosotros también nos pasa, también estamos dejando de hacer un montón de cosas. Este es un virus nuevo y de transmisión rápida, entonces tenemos que llevar a cabo protocolos y medidas de prevención. Uno puede ser un eslabón en la cadena de transmisión o puede ser una barrera. Nos cuidamos entre todos.
–¿En el mundo científico se articula con el problema medioambiental la posibilidad de que relativamente pronto haya otra pandemia o nuevas enfermedades?
–No sólo se piensa en el problema medioambiental sino también en las costumbres. Los primeros casos de covid-19 fueron detectados en Wuhan, y todos habían estado en un mismo mercado. Culturalmente, en algunos lugares se acostumbran a consumir ciertos productos que deberían estar prohibidos por las consecuencias que pueden llegar a traer. Potencialmente, los virus tienen una capacidad importante de mutación, y en algunos casos, como en enfermedades zoonóticas como esta, que se transmiten de los animales a las personas, ese riesgo potencial también está. Uno espera que no suceda, pero el riesgo está.
–Esto también posiciona al mundo científico en otro lugar de relevancia a nivel internacional.
–Hasta este año, cuando decía que era infectóloga, me preguntaban “¿qué hace un infectólogo?”. Mucha gente no tenía ni idea. Lo mismo pasa con la ciencia y la técnica. Como cuando dicen de manera despectiva “¿qué hacen los científicos todo el tiempo metidos en un laboratorio?”. Hacen un trabajo silencioso, permanente y constante que permite actuar en situaciones como esta. Ahora vemos un montón de desarrollos en diagnóstico y terapéutica llevados a cabo por científicos argentinos: esta es la importancia de sostener la ciencia y la técnica, de no mandar a los científicos a lavar los platos, porque cuando las papas queman son ellos los que resuelven muchas de estas cosas. Por ejemplo, cuando fue la pandemia de 2009, fueron capacitados más de 20 laboratorios por el Instituto Malbrán para poder descentralizar el diagnóstico. Sobre la base de esa labor, este año para la pandemia de covid-19 se pudo descentralizar mucho más el diagnóstico: pasamos de hacer 200 test por día sólo en el Malbrán a hacer 20 mil diarios en varios lugares. Eso es gracias a la capacitación y a la expertise del Malbrán, que es modelo en la región y en el mundo.
–¿Hay un replanteo a nivel social de la importancia que tienen la ciencia y la salud?
–Nosotros ahora tenemos un Ministerio de Salud que había sido degradado a secretaría. Parece un tema semántico, pero no lo es. Cuando empezó la pandemia teníamos un sistema de salud muy debilitado, había que fortalecerlo porque si no habría colapsado hace muchísimo tiempo. Hay que valorar la salud pública y a su personal, que día tras día se expone para cuidar la salud de la población. Por eso nos da tanta bronca cuando vemos aglomeraciones de personas. También hay que decir que los médicos y demás profesionales y trabajadores de la salud están muy mal pagos y entonces hay pluriempleo. Se habla de poner respiradores o camas de terapia intensiva, pero si no tenés un médico terapista que sepa manejar a un paciente crítico, ni el respirador ni la cama te van a servir.