“Paciencia y ciencia.” Diego Golombek –biólogo, investigador de Conicet y director del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) del Ministerio de Educación de la Nación– aplica esta fórmula a distintos aspectos de la realidad impuesta por el coronavirus. En lo más urgente, para entender los tiempos que se requerirán para volver a salir al mundo, pero también en relación a cómo plantarse frente a las manifestaciones “anticientíficas”, entre las que se cuentan antivacunas, terraplanistas y, ahora, personas que no creen en la existencia de la Covid-19 o en la efectividad de la cuarentena. En diálogo con Caras y Caretas, Golombek advirtió que la pandemia “desnudó un poco el funcionamiento del quehacer científico frente al público, en el sentido de que la mayoría de las veces la ciencia no da certezas absolutas y esto a bastante gente la agarró por sorpresa, porque esperaban una respuesta monolítica”.
Con su tono afable y pedagógico, el especialista en cronobiología sostuvo que el rol de la ciencia no debe ser intervenir en el debate “con la antorcha de la sabiduría”, sino crear instancias para comunicar la mirada científica y “pensar otros argumentos, otra forma de llegar a ese público”. Golombek habló, además, sobre la relación entre naturaleza y ciencia; sobre las posibilidades de la aparición de un nuevo virus y sobre lo que significa para él formar parte de un “gobierno de científicos”, tal como postuló el presidente Alberto Fernández: “Yo llamaría gobierno de científicos no a la presencia de científicos en el gobierno –que de hecho existe–, sino al intentar movernos por vías más racionales, más lógicas, con más evidencia y no tanto por encuestas, opiniones, corazonadas, ideologías”, apuntó el investigador.
–La pandemia de coronavirus provocó una fuerte demanda de respuestas rápidas por parte de la sociedad a los y las científicas, como si la ciencia fuera una institución monolítica. ¿Cómo vio ese proceso?
–Una de las consecuencias de la pandemia y de la cuarentena es que la relación de la sociedad con la ciencia se transparentó, como pocas veces ocurrió antes. En principio, desde el lado del Gobierno, estuvo claro que además de un apoyo a la ciencia, empezó a necesitarse un apoyo en la ciencia, para tomar decisiones de salud pública basadas en evidencia. Con la sociedad en general la relación con la ciencia es muy fluctuante: considera a los científicos como mártires, como chiflados, como héroes, y en este momento, claramente, los ojos se enfocaron hacia la ciencia buscando una solución. Lo interesante es que se desnudó un poco el funcionamiento del quehacer científico frente al público, en el sentido de que la mayoría de las veces la ciencia no da certezas absolutas, sino que aparecen nuevas preguntas, dudas, incertidumbres, y esto a bastante gente la agarró por sorpresa, porque esperaban una respuesta monolítica. Pocas veces la ciencia va a ofrecer eso o lo va a ofrecer en los tiempos que la sociedad lo demande. Eso no está mal, porque después de tanta fluctuación en la relación ciencia-público, que se entienda un poquito más cómo avanza la ciencia –a pasos pequeños, y, se espera, seguros– es una buena cosa. Lo que está sucediendo es un ejercicio de comunicación pública de la ciencia, para que se entienda cómo se avanza, de a poco, con los lógicos nervios que esto conlleva habiendo salud de por medio.
–En ese sentido, es como dijo en otras entrevistas: “La ciencia no es ciencia hasta que no se comunica”.
–Es así en múltiples sentidos. El primer sentido es el profesional: dependemos de la comunicación a nuestros pares a través de papers, congresos, de libros o lo que fuera, si no, en términos evaluativos, no existís. Esto es un problema, pero es así. La otra comunicación es la comunicación a la sociedad, la comunicación pública de la ciencia. Esto es un poco más polémico, porque hay sectores de la ciencia que dicen “allá los periodistas, que comuniquen, yo me dedico al laboratorio”. Creo profundamente que no es así, que no es que hay que invertir la situación y dedicarse a comunicar más que investigar, pero una parte de los esfuerzos, del tiempo de los científicos, debería ser de comunicación pública. No estamos hablando de que tengan que tener un programa de televisión, sino de que de alguna manera, cada tanto, comuniquen lo que hacen, respondan preguntas, participen en la vida comunitaria.
–Además de la fuerte demanda a la ciencia, se ve un cuestionamiento a principios científicos que parecían incuestionables, como el caso de los antivacunas, los terraplanistas, y, en este contexto, las personas que descreen de la existencia del coronavirus.
–Hay algo que viene desde hace rato que podríamos llamar “relativismo filosófico”, que es que toda explicación es igualmente válida y a todas hay que darles el mismo lugar. Yo estoy convencido de que no es así, que obviamente la explicación científica es preponderante para tratar de entender los fenómenos de la naturaleza. Por supuesto, hay otras explicaciones: religiosas, sobrenaturales, etc. Pero en los casos que mencionás, los casos de vacunas o ahora con el virus, si rascás un poco, siempre hay intereses debajo de la superficie. No son inocentes. No es inocente que alguien diga “no existe el virus” o “lo inventaron los humanos y lo tiraron para favorecer a las compañías farmacéuticas”. Nuestra credibilidad humana es tal que nos confunde una explicación alternativa. Por eso hay tanta gente que cae en este tipo de explicaciones pseudocientíficas. Parte de la responsabilidad, mínima pero parte al fin, es de la comunidad científica. Primero, porque no comunicamos, entonces dejamos que esto fluya. Segundo, porque cuando sí decidimos participar del asunto, vamos con la antorcha de la sabiduría, “acá vengo con la ciencia”, y nadie quiere ser iluminado o evangelizado. Entonces decimos “los antivacunas son todos unos idiotas” o “los terraplanistas están todos locos”, y eso no funciona. Tenemos que pensar otros argumentos, otra forma de llegar a ese público, porque claramente con una porción de la población no nos funcionan los argumentos que consideramos racionales. Pero eso es para la gente que genuinamente se convence o la convencen de alguna de estas explicaciones pseudocientíficas. Para la otra, la que tiene intereses detrás, no. La estrategia tiene que ser otra, claramente.
–¿Hay alguna relación entre estas teorías pseudocientíficas y, por ejemplo, la proliferación de fake news, como si en un punto estuviera cambiando el “régimen de verdad”? En las manifestaciones anticuarentena se escuchan argumentaciones que combinan teorías conspirativas y explicaciones pseudocientíficas.
–Paciencia y ciencia, se requieren ambas cosas. Estamos muy confiados en cuanto a las explicaciones científicas, en cuanto al método científico, con las falencias que tenga, porque la ciencia intentar ser objetiva, podrá seguir un método, pero la hacemos los científicos que de objetivos no tenemos nada, que también tenemos egos, intereses, fallas. Pero sabemos que paso a paso se va abriendo camino una verdad científica, que es temporaria, que a veces es más relativa, chiquita, y se van agregando cosas. A eso tenemos que aferrarnos, porque es muy fácil enojarse. Tenemos que hacer lo posible por no caer en esto, no caer en un ataque de trolls, no caer en este tipo de manifestaciones. Volver con lo nuestro: estoy investigando esto, te voy a ir contando despacito lo que pasa, vamos a ir para adelante y para atrás. Si caemos en la confrontación, perdemos. Perdemos, además, porque los científicos no sabemos confrontar de esa manera, contra esos intereses. Es paciencia y ciencia en ese sentido, aprovechando, además, algo bastante inédito en la historia, que es que un presidente tome decisiones con dos o tres científicos y científicas sentadas atrás.
–¿Cómo interpreta que el Gobierno se postule como un “un gobierno de científicos”?
–En principio hay una cuestión objetiva: hay un montón de investigadores del Conicet que están formando parte del Poder Ejecutivos en distintos estadíos. Había pasado también en los gobiernos de Cristina (Fernández), pero acá es más explícito. Incluso durante la campaña Alberto se apoyó un poco en este discurso de científicos, y lo cumplió finalmente. Obviamente, nos partió al medio este rayo, con lo cual muchas de las decisiones que implicaban un crecimiento en la ciencia se están viendo postergadas. Pero vemos esa intención en el poco tiempo que tuvimos para verla. Yo llamaría un gobierno de científicos no a la presencia de científicos en el gobierno –que de hecho existe–, sino al intentar movernos por vías más racionales, más lógicas, con más evidencia y no tanto por encuestas, opiniones, corazonadas, ideologías.
–Durante este tiempo se habló mucho de la pandemia como consecuencia de la relación brutal que tiene la humanidad con la naturaleza. ¿La ciencia debe replantearse su relación con el medio ambiente?
–Sí, pero no en relación con la pandemia. La pandemia es un fenómeno natural, es un virus que habrá mutado y de pronto se volvió infectivo para humanos cuando antes no lo era, y por fenómenos fortuitos o una serie de cadenas empezó a infectar a un montón de gente, que es lo que más quiere el virus: su evolución. Un virus para poder reproducirse necesita infectar a un montón de gente, e idealmente dejarlos vivos, porque si los mata se queda sin reservorio. Si bien uno no puede hablar de un virus “inteligente”, este es un capo (risas). Es un fenómeno natural, pero no me parece que este argumento de “nosotros hemos provocado esta catástrofe porque no hemos cuidado a la naturaleza y por el cambio climático”, sea veraz, sea realmente la base de lo que está ocurriendo. Por otro lado, es cierto que a partir de un positivismo del siglo XIX y de las revoluciones industriales, nos olvidamos de que había un planeta debajo de toda fábrica, de todo descubrimiento, de todo avance, y fuimos para adelante sin pensarlo demasiado. Ahora que las consecuencias de ese avance son cada vez más claras en el cambio climático, en la desaparición de especies, en la desigualdad que hay socioeconómica que también, en algunos casos, tiene que ver con cuestiones climáticas o naturales, se está aceleradamente repensando nuestra relación con la naturaleza. Y ahí la ciencia y la tecnología tienen un papel preponderante para ver cómo pelear contra la desigualdad social, pero siempre de manera sustentable.
–¿Cómo ve la apertura paulatina hacia la nueva normalidad?
–Una infección de este tipo –más allá de que se puedan seguir desarrollando, y se está haciendo muy bien, más pruebas diagnósticas y más ensayos para tratamientos, ensayos paliativos que hay y cada vez va a haber más–, se detiene con una prevención, no con un tratamiento, y la prevención es la vacuna. No hay otra. Acá volvemos a la primera pregunta. La sociedad se está preguntando: “¿Todos los científicos del mundo están pensando en lo mismo –lo cual es inédito, revolucionario–, cómo no tenemos la vacuna?”. Acá también tenemos que salir a explicar. Una vacuna está hecha con el mismo virus, y no se puede andar inyectando esto sin hacer quichicientas pruebas, que tardan mucho. Por eso se tarda tanto en la vacuna. Hasta entonces, estamos en un terreno de incertidumbre, porque con otro tipo de infecciones uno podría suponer que con un grado muy alto de infección la gente podría llegar a desarrollar cierto nivel de inmunidad y la cosa sería controlada. No parece ser el caso de esta pandemia, que es lo que se está aprendiendo día tras día.
–En los medios de comunicación aparecen constantemente noticias sobre nuevos virus que aparecen alrededor del mundo. ¿Existen más posibilidades de que aparezca un nuevo virus tan potente como la Covid-19?
–Las posibilidades están siempre y van a estar siempre. Pero tenemos que tener cuidado en el ejercicio del periodismo frente a estas noticias y también en el ejercicio del público, del lector. Tenemos que hacernos más críticos. Ahí, de nuevo, también es un papel para la ciencia; enseñar, aunque suene feo, a buscar fuentes, a escuchar fuentes a ver si algo está publicado de una manera que la comunidad científica acepta. Hay una responsabilidad mutua en cuanto al tratamiento de las noticias científicas. Entre otras cosas, tendría que contratarse a más periodistas científicos, hay un montón pero en general no están en los medios. Obviamente, la noticia de un nuevo virus ahora se resignifica. Si esa noticia aparecía hace dos años, uno decía, como diría Mafalda, “por suerte el mundo queda tan tan lejos…”. Ahora sabemos que el mundo no queda tan lejos. El mundo queda a la vuelta de la esquina.