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Caras y Caretas

           

“LA LEY DEL ABORTO TIENE QUE SALIR ESTE AÑO”

La abogada Nelly Minyersky tiene 91 años y es una importante militante feminista. Además participó de la redacción del proyecto que realizó la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Nelly Minyersky es una de las redactoras del proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Fue la primera mujer que presidió la Asociación de Abogados de Buenos Aires (ABBA), integró la Secretaría Internacional de la Asociación Internacional de Juristas Demócratas, un organismo no gubernamental consultivo ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas y la Unesco. Pero por sobre todas las cosas, es una militante feminista que tuvo que enfrentar al patriarcado en una de sus estructuras más rígidas: el derecho. Hoy, a sus 91 años, sigue en actividad y espera que antes de fin de año nazca la ley que considera la más disruptiva de todas: el derecho al aborto.

–¿Cómo se enmarca políticamente la discriminación hacia la mujer?

–Toda la construcción del contrato social desde la Revolución francesa se basa en un acuerdo en el que estábamos excluidas. Nos acostumbramos tanto a que lo humano era lo masculino que no nos dábamos cuenta de que ni éramos nombradas. De ahí viene esta revolución para el lenguaje que se está generando. Cuántas décadas hemos vivido enajenadas, pensando que estábamos incluidas. Cuando estudiamos el feminismo vemos que el primer derecho por el que se lucha a nivel internacional es el sufragio. Si vemos nuestra historia, en el año 1945 las mujeres obtenemos el derecho al voto producto de una larga lucha de diferentes sectores del feminismo, de distintas corrientes políticas, también con una gran influencia por haber tenido en la historia una mujer con una presencia política muy grande, como fue Eva Perón. Pero eso es uno de los ejemplos de cómo las leyes nos atribuyen derechos y siempre nos traen algo que les falta, desde la primera Ley de Derechos Civiles de la Mujer, de 1926. Es que siempre vinieron con obstáculos, trampas y problemas para su aplicación. En la ley que nos otorgó el derecho al voto, visiblemente no hubo ninguna trampa. De hecho, yo voté por primera vez la primera vez que votamos las mujeres en la Argentina. Pero lo singular era que no advertimos que otorgándonos el derecho al voto libremente, no teníamos prohibido el ser elegidas.

–¿Cómo se hace para despatriarcalizar la política y el derecho?

–Después de la Segunda Guerra Mundial empieza esta construcción muy importante en la historia de la humanidad con los tratados de derechos humanos, que desde 1994 están incorporados a nuestra Constitución. Hubo que trabajar durante décadas para que se produjera la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, llevo años para que los Estados la aprobaran y que cada uno la incorporara a su legislación. Fue cuando por primera vez las mujeres empezamos a ser actoras y sujetos reales de derechos humanos a nivel mundial. Para las mujeres hubo dos instrumentos fundamentales, que son la Convención sobre los Derechos del Niño y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación, y ahí empezamos la lucha por todo un conjunto de leyes sobre la responsabilidad parental, el divorcio vincular. Veníamos de una discapacidad muy grande: las mujeres no podíamos fijar domicilio, durante décadas no podíamos ejercer el comercio, no podíamos constituir sociedades, no teníamos la responsabilidad parental, recién la tuvimos en 1985, pero nunca se modificó el Código Civil en los capítulos que se ocupan de los derechos de familia, que implica el modelo de familia patriarcal. Si bien se iban modificando y adecuando, podemos decir que realmente se aplican los principios de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación y se camina hacia una igualdad formal casi completa recién en 2015, cuando se modifica el Código Civil y se llega a un modelo de familia totalmente igualitario. Se incorporan diversos tipos de familia, se incorporan las normas de matrimonio igualitario, se hace una igualdad total entre los hijos biológicos y adoptados, y se incorporan las técnicas de reproducción asistida a través del reconocimiento de igualdad de derechos para los hijos nacidos, ya sea con donación de semen. Se da una seguridad a ese tipo de filiación ya que se incorpora la voluntad creacional. Entonces estos caminos tan lentos, pero que ya los tenemos incorporados, nos muestran cómo el derecho civil, que es el derecho de la vida diaria, el de familia, todavía está plagado de estereotipos que nos fijan modelos que terminan siendo naturalizados. A través de los estereotipos nos hemos constituido en mujeres con equis derechos o sin ninguno, hombres que se consideran y siguen considerándose superiores. Entonces, frente a toda esta estructura formal de leyes, vemos que todavía nos falta camino, no tanto en lo formal sino en ver cómo impregnamos en esta sociedad estos principios.

–¿Y el camino al derecho al aborto llegó a su fin?

–Las leyes de derechos reproductivos comienzan a través de un camino de hace décadas en nuestro país. El programa nacional de derechos reproductivos, donde se establecen todos los derechos que tenemos las mujeres y las personas con capacidad de gestar, es muy bioético tanto en la concepción como en el programa, ya que habla de la prevención y la provisión de los insumos. En estas leyes se dice que toda persona con capacidad de gestar tiene derecho a que se le provea, que se la eduque, a que se le tome todas las medidas de prevención respecto a su salud reproductiva. Cuando estas leyes salieron fueron objeto de mucha lucha. Cuando se sancionó la Ley 418 de Salud Reproductiva de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que no hablaba de aborto sino de anticoncepción, hubo manifestaciones, acusaciones, planteos de anticonstitucionalidad de parte de los grupos antiderechos. Se acepta la Ley de Matrimonio Igualitario porque en realidad parte de un movimiento que buscaba incluirse en instituciones muy respetadas, como el matrimonio. En cambio, que la mujer salga de su rol de maternidad, de reproducción, es el último reducto que queda, a pesar de que no porque haya aborto el mundo deje de ser patriarcal. Hay sectores, cuyas creencias aparecen disfrazadas con un discurso laico, que en el fondo están a favor del patriarcado y en contra de este avance en las mujeres de llegar a la igualdad formal y la igualdad en la vida. Estos grupos que están en contra de lo que ellos llaman despectivamente ‘ideología de género’ nos dicen que los hijos son de ellos. Pero las personas que estamos a favor de la interrupción voluntaria del embarazo no nos apropiamos de los hijos, no son de nadie, son independientes con sus derechos. Detrás de todo esto trasciende en realidad el retorno a un modelo de familia autocrático piramidal. La prueba son estas manifestaciones que hubo en otros países tratando de que no se imparta educación sexual integral.

–En términos legales, ¿el aborto sería el último rincón por conquistar?

–Es aceptar que no somos sólo reproductoras. Los temas fundamentales son la educación sexual integral y la despenalización y legalización del aborto para seguir sembrando y seguir cambiando una ideología donde la heteronormatividad es la regla, donde las mujeres seguimos sometidas a otros grupos. Lo absurdo o lo triste de todo esto es el discurso de sectores que no quieren entender por qué sus creencias no son solamente creencias, sino que para ellos son creencias totalitarias, porque si yo creo que tengo el poder de imponérselas a otro, es totalitarismo. En cambio, las que luchamos por el derecho al aborto luchamos por derechos que no obligan a nadie, es como la Ley de Divorcio. Todavía estamos luchando para que la ciudad incorpore el protocolo que adhiere a la Interrupción Legal del Embarazo que existe desde 1921. Firmaron un proyecto que no pudieron presentar por el tema de la pandemia. El problema es que nosotras todavía no somos capaces de hacer nuestro proyecto de vida, de elegirlo, de cuándo tener hijos o no tenerlos, como nos dice la ley. La penalización del aborto que pesa sobre la mujer en edad fértil la obliga todavía a no tener el derecho al goce. Los anticonceptivos pueden fallar, y un acto lícito, como es tener relaciones sexuales, puede convertirse en una amenaza, y la mujer en una delincuente, si por equis motivo no quiere o no puede. En la historia de las leyes no hay otra situación que obligue a las mujeres a gestar. Las Naciones Unidas han dicho que un embarazo no deseado es una tortura. Acaba de morir otra persona por una interrupción hecha en condiciones indignas y clandestinas. Son las mujeres vulnerables que viven en situación de pobreza. El artículo primero de la convención dice que una ley es discriminatoria cuando sus efectos son discriminatorios, aunque no diga ni enuncie ninguna discriminación. Uno de los efectos de la penalización del aborto es que castiga a las mujeres con la muerte, porque tienen que elegir si ir al hospital por complicaciones por hacerse un aborto en condiciones indignas por miedo. La ley tiene que salir este año. El proyecto que se va a presentar junto con el de la Campaña será el material con el cual se va a trabajar con diputados y senadores. Las víctimas son las que mueren y las que quedan con secuelas muy graves por hacerse abortos en condiciones indignas, pero también son todas las mujeres sobre las cuales pesa esta posibilidad de tener que seguir con un embarazo no deseado que interrumpa todo un proyecto de vida, o enfrentar una situación de delito. La sexualidad de los seres humanos tiene que ser un motivo de felicidad, de deseo, de goce y, justamente, de tener los hijos que uno desea tener.

Escrito por
Gimena Fuertes
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