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Caras y Caretas

           

LAS HUELLAS DE UN INCANSABLE

Entre las vanguardias y las barriadas. Entre los academicistas y la esquina. Entre las sutilezas y las carcajadas. Cuatro autores contemporáneos reflexionan sobre las marcas recibidas de Leopoldo Marechal y el insuficiente reconocimiento de su obra.

El 20 de marzo de 2014 se escuchaba por los parlantes del Salón del Libro de París: “Antes de venir aquí estuve almorzando con él y me pidió algo que comparto. Como habíamos charlado mucho de un autor argentino que fue ocultado, ignorado e invisibilizado por haber estado identificado con el peronismo, él me decía que sería bueno que aquí se lo recordara”. La emisora del mensaje era Cristina Fernández de Kirchner; el comensal, el papa Francisco, y el autor por el que pedían más reconocimiento, Leopoldo Marechal. “Ambos compartimos el gusto por Megafón, o la guerra, para nosotros fue su obra más importante. Él me dijo que se llevó un ejemplar a Santa Marta, donde vive, y me pidió que lo recordemos”, remató no ingenuamente la ex presidenta frente a centenares de editores franceses y argentinos.

Esta postura es compartida también por un gran sector del campo cultural, por críticos literarios, por periodistas culturales y demás actores de las letras. Empero, existe una vereda que lejos de olvidar, de ocultar o de esconder al autor de la novela que marcaría a la literatura argentina, lo saca a la luz. Es un puñado de escritores de distintas generaciones y disímiles géneros que reivindica la obra de Marechal y reconoce de manera consciente determinadas marcas e influencias provocadas por la lectura del “poeta depuesto”.

DESDE LA NARRATIVA: UN GUIÑO

Juan Diego Incardona, escritor del corazón de La Matanza, autor de Objetos maravillosos (2007), Villa Celina (2008), El campito (2009), Las estrellas federales (2016) y La cárcel del fin del mundo y otras historias (2019), recuerda que de manera casual tomó conocimiento de la figura de Marechal cuando viajaba en colectivo de su casa a la Facultad de Filosofía y Letras y pasó por un centro cultural llamado Adán Buenosayres, lo que lo llevó a investigar sobre el autor y comprar su novela. “Era una época en la que estaba muy fascinado con textos grecolatinos. Y en el Adán… encontré una síntesis de lo local, lo barrial, lo tanguero y hasta algo que yo veía como ‘dolinesco’. Me encantó. Continué leyéndolo en la facultad y terminó convirtiéndose en un autor entrañable para mí”, comenta Juan Diego.

En su tercera obra, Incardona muestra explícitamente la influencia de Marechal. “En El campito, Leopoldo fue modelo junto a Juan Rulfo. De hecho, en el texto aparecen personajes de Adán Buenosayres, y el capítulo “El purgatorio” tiene mucho del mundo marechaliano, mucho de Cacodelphia. Es un autor fascinante, tiene su universo propio”, describe el escritor, que actualmente publica, en la página del Centro Cultural Kirchner, distintos episodios narrativos sobre el aislamiento en cuarentena.

Por su parte, la reconocida escritora e investigadora del Conicet María Rosa Lojo también recuerda haber ingresado a la obra de Marechal por la lectura del Adán… en la escuela secundaria. “Me fascinó esa maravillosa capacidad para combinar, como él mismo lo definió, lo sublime y lo ridículo, el modo en que los símbolos esotéricos más complejos se entreveraban con los sucesos y personajes de la vida cotidiana. Luego, leí Días como flechas (1926) y Cinco poemas australes (1937), y se convirtieron en obras de referencia”, recuerda.

Lojo, además de sus reconocidas obras novelísticas y cuentísticas, ha publicado poesía y varios ensayos; el último, titulado Leopoldo Marechal y el canon del siglo XXI (2017). Con un profundo conocimiento de la obra reconoce cada marca que dejó el autor: “Me atrajeron varias direcciones que se plasmaron luego en mis obras: la construcción de un imaginario nacional ampliado; la ambición de totalidad; la percepción de un sentido cósmico que integra lo urbano en lo natural y que comunica entre sí las dimensiones visibles e invisibles del mundo. También esa poética de la correlación de lejanías que Marechal ejerce magistralmente desde sus comienzos como vanguardista hasta su etapa de madurez. Además, comparto decididamente su rescate de la cultura popular y la manera en que la hace convivir con registros hipersofisticados. Todo forma parte de una realidad compleja, y Marechal no renuncia a ninguno de sus planos. Yo tampoco, me irritan las falsas alternativas. Se puede escribir, y así lo hice, sobre Victoria Ocampo y sobre el Gauchito Gil, sobre Rosas y sobre Sarmiento, sobre Borges y sobre Evita, asumiéndolos como parte de una realidad: la nuestra”, reflexiona.

DESDE LA POÉTICA DESCAMISADA: OTRO GUIÑO

Situada en un vértice lírico, la joven poeta Sol Giles recuerda su primer acercamiento a Marechal gracias a la invención de historias que desde pequeña creaba, enmarcadas en su propia vida familiar como nieta e hija de militantes y ex presos políticos. “Mi viejo escondía sus poemas hechos con piedritas en la cárcel. Yo, a los ocho años, decidí compartir con él mi primera ‘novela’ sobre nuestro barrio, Libertad. Me felicitó y me dijo cariñosamente ‘mi Marechal’. Es decir que Leopoldo llega a mi vida antes que su obra. Llega a través del afecto, de la sangre, de nuestra realidad barrial y de valores de la filosofía peronista que, aún sin saberlo, nos unía y me guiaba”, relata Sol. Unos años después, cuando pudo leerlo, quedó conmovida por esa poesía atravesada de compromiso y por el ostracismo con el que cobraron su lealtad.

Desde allí, Sol sintió la necesidad de recuperar su palabra desterrada por la historia oficial y la construcción de una idea elitista de intelectualidad. Es así como en 2015, en el marco de un homenaje al autor organizado por el colectivo Poetas Peronistas, escribió velozmente en el viaje “Por eso Leopoldo”, un sentido poema que enumera y describe el “artivismo” presente en Marechal y la incomodidad que genera la palabra cuando es usada como herramienta de lucha. Sol recuerda: “Durante mucho tiempo me cuestioné haberlo leído aquel día porque lejos estaba de la métrica o la idea de perfección impuesta por las grandes academias diplomáticas y cafés literarios; pero luego aprendí que la poesía peronista se escribe con voluntad y sangre, y nace cuando tiene que nacer”.

Otro reconocido marechaliano es el poeta y crítico de poesía oriundo del barrio de La Boca Rodolfo Edwards. Paradójicamente, se acercó a la obra de Marechal por la narrativa: primero Megafón…, luego el Adán… y después El banquete…, para por último sumergirse en su etapa inicial de poeta. “¿Qué marcas hay en mí de Marechal? Sin duda, el humor. Mi poesía mezcla lo alto y lo bajo, esa cosa de carnaval constante, del humor sarcástico pero no hiriente. Por otro lado, eso de encontrar las maravillas pequeñas que tiene todo barrio, los pequeños lujos. La pluma de Marechal barnizó y embelleció toda esa cultura barrial que yo reivindico plenamente. Y, por último, obviamente en nuestras obras siempre asumimos la identidad política, que no es tan común. Somos peronistas y estamos orgullosos de serlo”, remata el autor del recomendable ensayo Con el bombo y la palabra. El peronismo en las letras argentinas.

INCÓMODO Y PERONISTA

Tan inserto en el mundo literario como en el mundo político, que molestaba. Tan vanguardista y artepurista como militante social, que desorientaba. Tan martinfierrista como autor de la obra en la que los “desnudaba”, que espantaba. Marechal fue, a veces, incomprendido, otras tantas, ignorado y, muchas más, silenciado con intencionalidad política. En resumen, para muchos, tuvo un insuficiente reconocimiento.

Incardona reflexiona al respecto: “Yo me subo a un subte y no veo gente leyendo a Marechal, como sí a Cortázar o a Arlt. Responde a distintos motivos: por un lado, es un autor magistral con una pluma exquisita pero un estilo muy cargado, con una prosa más abarrocada que dista un poco de los realismos más austeros de nuestra época. Por otra parte, me parece que en vida Marechal decidió no tener el recorrido habitual de los autores. Cuando asumió como funcionario del peronismo, con la gran aristocracia literaria argentina tan antiperonista, quedó marginado. A mí me parece un autor fascinante, es realmente una tercera posición dentro de la literatura. Si en algún momento existió una dicotomía entre Borges y Arlt, Marechal tuvo su universo propio”.

Para Edwards, fueron dos los motivos de la falta de una lectura verdaderamente masiva y de un reconocimiento merecido: por un lado, su pertenencia al movimiento peronista; por otro, la sombra de un gran contemporáneo: “Tuvo el problema que tenemos todos los peronistas cuando hacemos alguna actividad intelectual: ser peronistas y pensar sigue siendo un oxímoron para la cultura reaccionaria. El campo cultural no digiere fácilmente a un intelectual peronista, entonces nos cuesta el doble. Y, además, fue víctima del todopoderoso Borges. Esa figura es tan enorme y proyecta una sombra tan grande que oscureció a los demás camaradas de Boedo y de Florida. Pero, sobre todo, creo que su militancia en el peronismo fue mal mirada por el campo intelectual y, más aún, cuando cayó el gobierno en 1955”.

Por su parte, Lojo registra una primera etapa en la que Marechal fue reconocido por su obra poética, para caer luego sí en la incomprensión y la indiferencia: “Previo a su adhesión al justicialismo, tuvo un ascendente reconocimiento. Recibió premios importantes y a edad temprana. Pero cuando apareció el Adán… él estaba comprometido con el peronismo, contra la opinión de la mayoría de sus antiguos amigos del medio artístico e intelectual, y eso no predisponía para una acogida favorable. Pero, además, desde el punto de vista estético y conceptual, la novela resultó indigerible para su propia generación”.

Recién en la década del 60, asegura María Rosa, empezará una etapa de “rescates” parciales del artista, aunque muchos seguirán cayendo en el análisis de verlo únicamente como el peronista perseguido, y otros, con una desvalorización, relacionándolo con una vertiente nacional católica. “Lo cierto es que Marechal es mucho más que eso. Marechal desborda los moldes. Se escurre y se escapa. Desconcierta”, agrega.

De Leopoldo quedaron huellas, quedaron marcas, quedó un legado. Seguramente, sí, mucho más sucinto del que su pluma merecía; pero seguramente, también, mucho más fiel, comprometido y reivindicatorio. Hacen faltan más artículos, más revistas, más comentarios frente a decenas de editores para multiplicar su obra. Hacen falta más Leopoldos.

Escrito por
Damián Fresolone
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