Abril, el mes icónico para los libros en la Argentina, no sólo no tendrá su clásica Feria en la Rural. Tampoco habrá un solo libro nuevo en papel. De manera inédita, sólo un puñado de editoriales decidirán volcarse a títulos estrenos en ebooks. Así de rotundo fue el sismo que vive la cultura desde que el coronavirus dijo presente en el mundo entero. Y ya nada es igual.
Humanos
“Para el teatro, 2020 ya se terminó”. La sentencia corresponde al reconocido empresario Carlos Rottemberg. Sebastián Blutrach maneja El Picadero, reabierto en 2012 sobre el pasaje Santos Discépolo, en el microcentro porteño. Son 1500 m2 compuestos por el teatro y un pequeño restaurante, donde trabajan 35 personas: “Sostener la situación dependerá de la espalda de cada uno, de la solidaridad, de los acuerdos que se puedan concretar, de la flexibilidad de los gremios, de que todos entendamos que es una situación en la que nadie gana, y que el trato que pueda tener un empresario pyme no puede ser el mismo de una multinacional”.
“Veo un año que está perdido –continúa Blutrach, también productor de “Toc toc” y asesor del Cervantes–. Veo a un presidente y un ministro de Salud que plantean una situación realista, que es intentar bajar la curva de contagios, eso significa que el virus va a circular, y mientras haya virus no creo que haya teatro”. El antecedente más cercano es el 2009, con la Gripe A. En ese momento, el mundo teatral tardó unos tres meses en volver a cierta normalidad. En este caso, se agregan cuatro años de macrismo.
Más allá de transmisiones online de obras, como el Cervantes, el San Martín o Timbre 4, la mayoría de la comunidad teatral, con contratos a término, no declarados o autogestionados, quedó subsumida en la parálisis total. El Instituto Nacional de Teatro informó que destinará 96 millones de pesos para salas, obras y festivales. Blutrach apuesta a la solidaridad: “Seguro todos saldremos más pobres, espero que al menos salgamos un poco más humanos”.
Crisis psicoeconómica
En la Ciudad de Buenos Aires, los centros culturales buscan llevar la lucha de manera colectiva a través del Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA) que articula en red a 40 espacios donde trabajan más de 800 trabajadores. Anabella Etchegaray, parte de MECA y del JJ Circuito Cultural, expresa que han entablado “un diálogo activo con los ministerios de cultura Nación y Ciudad, sobre subsidios y créditos. Desde lo particular, algunos centros culturales han recurrido a plataformas de financiamiento colectivo, sorteos, o ventas de consumiciones a futuro”.
Uno de los centros culturales es Cusca Risún, ubicado en el Pasaje San Lorenzo al 300, corazón de San Telmo, que transmite la cultura regional en un sentido amplio, desde el folklore y el tango hasta la poesía, las artes plásticas y la gastronomía criolla. “Los últimos años del macrismo deterioraron todo. Y lo que es un derecho, como la cultura, pasó a ser un privilegio”, describe una de sus integrantes, Coni Banús, y habla de la crisis psicoeconómica que genera la pandemia: “Da mucha angustia. Sin pretender que nos solucionen la vida, porque somos conscientes de la emergencia y la prioridad sanitaria, seguimos teniendo gastos como un reloj de taxi que no para. Aunque no nos corten ningún servicio, cuando podamos volver a trabajar vamos a tener el triple de la deuda que teníamos”.
Contra todos los males
“Yo toco la guitarra y soy un consumidor del arte”, le confió Alberto Fernández a René Pérez Joglar (Residente) en una nota que le realizó el ex Calle 13 por Skype, y le manifestó su preocupación por el momento que deben atravesar los que viven de la música. “Para mí es un tema muy preocupante. Fui muy amigo de Luis Spinetta y él me decía que ‘a los pueblos hay que darles comida y también llenarles el alma’, y eso se logra con el arte. Pero hoy no podemos tener espectáculos multitudinarios, por los riesgos de contagios”.
Los “live” de los músicos desde sus casas se transformaron en una de las tendencias del aislamiento preventivo y obligatorio. De Fito Páez a Pedro Aznar, del bizarro “Imagine” españolizado por “famosos de la farándula” a “Como la cigarra” interpretado por un elenco de músicos de primer nivel. Pero es poco el rédito económico que le pueden sacar a la modalidad virtual. Al menos por el momento.
“Los shows en vivo con el principal sostén económico de los proyectos musicales en la Argentina. Pensemos que en espacios independientes de hasta 300 personas suelen llevarse el 70 por ciento de la recaudación. Otros ingresos que tienen los músicos, como dar clases, jornadas de grabación y demás, también se ven mermadas. Se vive un nivel de incertidumbre muy grande”, comenta Juan Ignacio Vázquez, presidente de la Unión de Músicos Independientes (UMI).
En el parate también pierde la industria que se mueve a su alrededor, como son los sonidistas, iluminadores, ingenieros y asistentes. Ni hablar de los músicos callejeros. Un reclamo colectivo se centra en que las emisoras de radio transmitan música nacional e independiente, tal como lo establece el artículo 65 de la desmembrada ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. “Eso ayudaría al cobro de los derechos intelectuales por parte de los ejecutantes”, anhela Vázquez. Y avizora el día que se levante la cuarentena: “Por un lado creemos que habrá una especie de ‘reverdecer cultural’, muchas ganas de salir, de compartir, y la música es un gran espacio de comunión. Por otro lado, hay una situación económica muy complicada. Pero claramente esperamos ansiosos ese momento”.
Pandemia
Uno de los grandes sellos editoriales que no publicará novedades este mes es Penguin Random, donde perciben un crecimiento del formato digital: en las últimas semanas la demanda aumentó un 50 por ciento. El Grupo Planeta tendrá de manera inédita su primer lanzamiento en ebook antes que en papel, con presentación por redes sociales. Se trata de una reedición ampliada y corregida de la obra de Mónica Müller: “Pandemia”.
Siglo XXI prevé cinco novedades en abril. Todas ebooks. Carlos Díaz, director de la editorial, resalta que hasta el momento notan un crecimiento del 20 por ciento de esa modalidad, “pero el punto de partida es muy bajo, rayano en la inexistencia, así que no estamos frente a ningún tipo de solución. Y la cadena de pagos ya está muy dañada”.
La Cámara Argentina de Papelerías, Librerías y Afines (CAPLA) segura que “entre 2015 y 2019 las librerías perdieron alrededor del 40 por ciento sobre su facturación. Ya quebraron el 20 por ciento de las librerías independientes en todo el país, pese al esfuerzo y creatividad de los libreros”. En ese contexto arribó la pandemia.
En casa
En los últimos diez días de marzo, el Ministerio de Cultura anunció medidas de emergencia que van desde refuerzos a líneas de fomento hasta el programa Cultura en Casa, que destinará 7,2 millones de pesos entre más de 500 artistas, para que produzcan y difundan contenidos desde sus casas a través de los canales oficiales.
Otro programa, Puntos de Cultura, apunta a reforzar las organizaciones sociales con lazos comunitarios a través de un fondo de 50 millones de pesos. Ampliarán el plazo para las rendiciones de cuenta de los músicos de 2019, casi cien millones para el Fondo Nacional de las Artes, y “mayor inversión” en la compra de libros para las bibliotecas populares, redireccionando montos que originalmente estaban destinados a la Feria del Libro. Parte de estos incentivos aún están en etapa de efectivizarse, obligando a aceitar en días una vasta maquinaria que hasta hace cuatro meses ni siquiera era Ministerio. Para conocer las problemáticas principales y necesidades del sector, este lunes lanzaron una nueva Encuesta Nacional de Cultura, disponible en la web del Ministerio.
En plataformas
Mientras tanto, las tendencias en los consumos culturales de los últimos años salieron a la superficie con el convid–19. Y se profundizaron. Ya lo reflejaban las Encuestas de Consumos Culturales de la Argentina. Bajó la lectura de libros en papel y la asistencia a recitales, pero ningún sector poblacional dejó de realizar consumos culturales: crece la lectura de libros digitales, el 86 por ciento de los jóvenes ya apelan a las aplicaciones para escuchar música, y el tiempo que se mira ficción frente a una pantalla (entre televisión, celular, Netflix, Youtube) ascendía a las tres horas y media promedio antes de la cuarentena.
En estos días donde todos podemos mirar lo mismo, las plataformas gozan de un pico de popularidad, ya sea Netflix, Cine.ar o Teatrix, que lleva las obras de teatro a los hogares. “Crece el consumo en plataformas y se ‘plataformizan’ contenidos que antes ocurrían en el off line. Antes de la crisis era de suponerse que la publicidad se mudaría a gran escala a plataformas de internet, gran parte de lo cual configuraba la crisis de los medios. Sin embargo, hoy vemos que muchos de los consumos audiovisuales se instalan en los noticieros en vivo”, resalta Stella Puente, directora de la especialización Industrias Culturales en la Convergencia Digital de la Universidad de Tres de Febrero (Untref). Y acota: “Otra de las premisas que teníamos presente es que en estos tiempos de convergencia la contemporaneidad está marcada por la ubicuidad y la movilidad en la producción de contenidos. Pero en estos días la movilidad está en crisis, más allá del uso de los dispositivos móviles”. Y habla de “guerra ‘entre plataformas’ para ver quién ofrece el mejor ancho de banda”.
“La crisis para el sector cultural y sus industrias es realmente preocupante –concluye Puente–, y seguramente su impacto en la reconfiguración de los consumos se sentirá, mientras todo el paradigma de la convergencia digital está en construcción. De lo que no hay duda, es que habrá un antes y un después”.