Araceli Matus, nieta de Mercedes Sosa, lleva adelante un trabajo cotidiano en la fundación para que la obra de la voz de América se siga proyectando, cada vez más amplia y profunda, sobre las nuevas generaciones. Aquella “niñita con la que iba cargando” recuerda la generosidad con los compositores de sus canciones, el exilio, su posición a favor del aborto legal, su permanente lucha por los derechos de las artistas mujeres y su posición política, que no sólo era pública, sino que se expresaba a la hora de defender el valor de su trabajo y el de sus compañeros músicos.
–¿Cómo encararon el trabajo de difusión de su obra?
–Desde que existe la fundación editamos tres libros acerca de ella, reeditamos la mayor parte de su discografía, hicimos un documental que se llama Mercedes Sosa, la voz de Latinoamérica, que ha sido el documental más visto de la historia de la Argentina. La fundación para eso está, para divulgar, promocionar y difundir el legado de Mercedes y de la cultura latinoamericana, por eso tenemos el centro cultural. Y así como viene gente del barrio, tenemos turistas porque nos ayuda estar en un lugar estratégico turístico. La mayoría conoce a Mercedes Sosa. Tenemos contacto con fundaciones y centros culturales, tanto de acá como de otros lugares, como Cuba, con quienes hicimos muchas cosas. En junio fuimos parte de una movida que se llamó Que no se calle, junto a 20 centros culturales más de la ciudad, donde el núcleo era homenajear a Mercedes y su posición desde donde ella cantaba, que no era cualquiera, bajo la idea de que la calle no es un lugar para vivir, porque hay mucha gente en situación de calle.
–¿Cómo es el trabajo cotidiano en la fundación?
–La fundación cuenta con un espacio abierto a la comunidad en el que hay un centro cultural que durante estos ocho años fue cambiando. En una época había una orquesta juvenil infantil, una escuela de formación de teatro, ahora hay una variedad de talleres, como folklore, biodanza, percusión. El centro cultural La Fundación funciona dentro de un barrio, una comunidad, en San Telmo. Una de las ideas es ofrecer el espacio para que venga la gente del barrio. También tenemos una pequeña muestra de Mercedes en la que se exhibe ropa de trabajo, videos, afiches de muchos lugares del mundo en donde ella trabajó. Contamos con un pequeño auditorio también en donde además de música y charlas se hacen experiencias casi a ciegas (blind sound experience) con temas de Cantora, pero también de Depeche Mode y hasta de Buena Vista Social Club. Además, los domingos hay feria.
–¿Cómo cree que se puede llegar a proyectar su obra hacia el futuro?
–Mi abuela se lo merece y la gente que ha disfrutado de verla en vivo también. Ahora ya hay una generación que no la ha visto, pero es un éxito en YouTube, ojalá los niños y los jóvenes también disfruten de mi abuela.
–¿Cómo será el trabajo para seguir promoviendo su obra desde la fundación?
–Es muy arduo, nos lleva gran parte de nuestras vidas, a mi papá se le hicieron muy difíciles las situaciones económicas, políticas y sociales que a veces no ayudan. Yo intento hacer una vida normal, no me sale. Porque también tengo que pagar la luz, cargar la SUBE, intento mantener mi vida con mis trabajos y también ocuparme de la fundación, pero es muy difícil. Yo creo que en algún momento me va a resultar un poquito más fácil. Tengo esperanzas, porque si no tendría que irme a mi casa y ponerme a hacer otra cosa. Pero mi abuela se merece el tiempo que le estoy dedicando. Tener la abuela que tuve es una parte de mi vida, no es toda. Es una parte importante, es hermosa, es difícil, pero no es toda.
–¿Cómo está atravesada la magnitud de una artista como tu abuela en tu vida?
–Está bastante atravesada, en el buen y en el mal sentido, con sus cosas lindas y sus cosas feas, como todo, sólo que tiene otra parte que es pública, muy pública. Tuve la suerte de tener esa abuela con la que tuve un trato y un vínculo cotidiano, y eso quedó muy fuete en mí, y lo compenso un poco con la dificultad que es tener una abuela tan pública. No era muy común, pensaba que no era una abuela normal, hasta que una vez uno de los músicos me dijo que no, que era normal, sólo que no era muy común. Ella era muy joven en relación a las abuelas de mis amiguitos, y tenía un trabajo no tan convencional, de hecho, trabajaba y otras abuelas no. Sí me retaba por cosas cotidianas, y me enseñaba que hay que hacerse cargo en la vida de las cosas que uno hace y por qué. Yo la tengo muy presente todo el tiempo.
–¿Cómo vivió tu familia el exilio?
–Con muchísimo dolor, es una marca que no nos sale y no nos saca nadie. Eso te marca, te transforma y no se va más. Pero bueno, nosotros estábamos vivos, en cambio a muchos de mis amigos les mataron a sus padres o siguen desaparecidos. Yo tuve la suerte de tener a mi abuela viva hasta los 32 años y a mi papá hasta los 42, tengo amigos que no han conocido a sus padres porque los mataron cuando ellos estaban en la panza.
–A pesar de tener una carrera artística muy activa, ¿la familia estaba presente?
–Sí, justamente por su trabajo ella tenía la posibilidad de andar cargando una niñita, cuando en otros trabajos es más complicado. No es que fuera fácil, pero en las vacaciones de invierno y de verano yo iba de gira con mi abuela. Me tocó así, es la abuela que tuve.
–¿Desde dónde cantaba Mercedes?
–Ella lo ha dicho, desde muy jovencita ella tuvo una necesitad de lectura y de aprender, y fue tomando conciencia acerca de las injusticias, y a partir de ahí fue formando su carrera, su canto. Ella no cantaba cualquier cosa, sino que seleccionaba qué cantar y por qué. Pensando en la conciencia del otro.
–¿Por qué creés que ella destacaba el origen de la canción y del artista?
–Si hay una marca que dejó mi abuela al cantar es siempre decir el compositor y el escritor, y eso se fue tomando, lo que se canta tiene sus autores y compositores. La selección de la obra.
–¿Aportó a que se diera a conocer a artistas americanos?
–La voz de mi abuela tenía esa posibilidad para los compositores y los autores, de llevarlos por el mundo. León [Gieco] siempre recuerda que gracias a que mi abuela cantó “Sólo le pido a Dios” por todo el mundo, a él lo conocen Bono y Bruce Springsteen, que lo convocaron a cantar.
–Cantora, la última pieza de su obra, fue una decisión de ella de reeditar con un montón de artistas. ¿Fue para poner un broche a su carrera o como un proceso creativo más?
–Era parte de cómo ella hacía su trabajo. Se le empezó a ocurrir que podía llamar a distintos artistas para que estuvieran en el disco, eso se conceptualizó como obra; por suerte muchos empezaron a decir “yo quiero estar”. En algún momento de todo ese proceso, mi abuela sí se dio cuenta de que ese iba a ser su último trabajo, pero los de- más no. O no querés darte cuenta.
–Pero fue arriesgado por la cantidad de artistas con registros tan distintos.
–Ella no lo hacía nunca, pero le salía bien. Y eso también tenía un costo porque no era fácil su vida, ni todas las cosas que recibía eran buenas. Pero la vida es así, es un tema de decisiones, podés saber que la vas a pasar mal pero algo te hace ir por ahí. En la época que le tocó vivir a mi abuela, lo folklórico no estaba relacionado al resultado económico, pero mi abuela siempre hacía valer su trabajo. Era parte de su trabajo, hacerse valer, y si sus compañeros músicos necesitaban algo, ella iba a estar. En un momento desde una de las discográficas le dijeron: “Oiga, Mercedes, pare de cantar gratis para todo el mundo”.
–¿Tuvo dificultades por ser artista mujer?
–He visto a mi abuela hacer explícita la diferencia todo el tiempo sobre cómo se trata a una mujer en comparación a un hombre. “Usted me ofrece esta plata cuando si viene este otro artista que es hombre le va a ofrecer otra.” Y ella siempre decía que para trabajar tenía que dejar a su hijo, y los hombres no tienen que dejar a sus hijos porque tienen a la mujer que se queda con ellos. O con el tema del amor, ella siempre decía que es muy normal que un músico sea acompañado y seguido por su mujer, pero un hombre no se pone a seguir el trabajo de su mujer. Esto tiene que ver con las cuestiones de género que recibimos de generación en generación, y que ahora puede que esté cambiando, pero ella siempre lo hacía notar. Está cambiando en donde vivimos, en la ciudad de Buenos Aires, pero el cambio lleva su tiempo. Para el Día de la Mujer, este año, durante toda una semana hubo charlas, encuentros, y se terminó con un concierto en donde la temática eran las mujeres. El año pasado, cuando se trató la ley por el derecho al aborto, seleccionamos con mi tía Maby Sosa y mi papá algunos extractos del pensamiento, opinión y experiencia de mi abuela sobre el tema y le pedimos a Luisa Kuliok que le pusiera su voz. Mi abuela era un poco adelantada y podía pensar en eso, hablar acerca del aborto y de la realidad, y hacerlo público. Ella decía: “Si una mujer tiene plata no muere, el problema lo tienen las mujeres que no tienen plata y tienen y quieren abortar”. Cuando la Unicef la declara “embajadora de buena voluntad”, ella aprovecha ese contexto para denunciar esa injusticia. Fue una jugada muy grande, lúcida y especial.