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Caras y Caretas

           

“El objetivo fundamental del Pacto Social era la restitución de la distribución del ingreso”

Carlos Leyba fue subsecretario del ministro Gelbard. En diálogo con Caras y Caretas, analiza el clima de época que favoreció la puesta en funcionamiento de dicho acuerdo económico, el factor imprescindible que significó el regreso de Perón y
qué causas y actores minaron el éxito sostenible del plan.

El 25 de mayo de 1973, José Ber Gelbard asumió el Ministerio de Economía durante el gobierno del presidente Héctor Cámpora, que había ganado las elecciones dos meses antes poniéndole fin a 18 años de proscripción del peronismo. Gelbard era un judeopolaco que había migrado a la Argentina en la década de 1930. Había comenzado a trabajar como vendedor ambulante y había terminado siendo referente de una parte del empresariado nacional.

Llegó a Economía con un plan centralmente político. Se plasmaría dos semanas después de su asunción y se lo conocería como Pacto Social. Un hecho inédito en la historia moderna argentina por su amplitud. Lo firmarían la CGT, los empresarios nucleados en la CGE y casi todas las fuerzas políticas.

En el equipo de Gelbard trabajaba como subsecretario el economista Carlos Leyba, que actualmente es investigador, docente universitario y autor de Economía política en el tercer gobierno de Perón, entre otros libros.

“Para entender el Pacto Social de 1973 hay que analizar un proceso histórico de décadas”, dice Leyba en esta entrevista con Caras y Caretas. “El recorrido sirve para contestar a una pregunta muy habitual: ¿cuándo se jodió la Argentina?”

–¿Cómo es el recorrido?

–Desde 1964 hasta 1974, el país había tenido un desarrollo esplendoroso. Un ejemplo: en 1972 exportamos 10 mil motores Fiat 128 desde Córdoba a Europa. Era un motor hecho en el país y muestra que estábamos a un nivel de tecnología respetable en el sector. Eso no vino de la nada. Habíamos tenido un gran proceso de desarrollo industrial que había empezado en 1930 como respuesta a la salida del modelo agroexportador que declinaba junto con el Imperio británico. Eso generó el proletariado industrial que luego sería protagonista del 17 de octubre de 1945. Al mismo tiempo que surgía el peronismo en el mundo se imponía como modelo general del capitalismo el New Deal, impulsado por
Franklin Roosevelt en Estados Unidos. Para la Argentina fue clave porque se había quedado sin el Imperio británico como su gran comprador y proveedor de capitales.

–Perón introduce muchas de esas ideas en la Argentina.

–Exacto. Inaugura la idea del Estado de bienestar, basada en varias corrientes de pensamiento. Perón, como todo líder, condujo las ideas dominantes de su época. Durante los primeros años fue un río que atrajo arroyos de todos lados. Luego del golpe de 1955 llegó la proscripción del principal partido político. Pero hay que decir las cosas como fueron: los fundamentos económicos que traen los golpistas no son tan diferentes a los del peronismo en el sentido del modelo industrial. Entonces: desde 1930, con todos los gobiernos, y más allá de las convulsiones políticas, la Argentina tenía un modelo de industrialización. La proscripción era un hecho innegable. [Arturo] Frondizi fue un presidente votado por nadie. Y Arturo Illia, lo mismo. En ese contexto, y con la aparición de los proyectos revolucionarios en América latina, en 1970 la totalidad de los partidos políticos argentinos se empezaron a reunir en una relación de amistad que desembocó en “La hora del pueblo”. Ese documento (firmado en noviembre de 1970) fue para llamar a elecciones y terminar con la proscripción del peronismo.

–¿Cuál era el rol de Gelbard en ese contexto?

–Era un tipo con contactos por todas partes. Se reunió con la CGT para pensar un programa conjunto en 1972. Se armó un proyecto económico más elaborado y todo esto desembocó en una propuesta que firmarían la CGT, la CGE, la Federación Agraria y todos los partidos políticos, excepto el de Álvaro Alsogaray y la Tendencia (Montoneros), que estaba en contra porque era, finalmente, un programa dentro del capitalismo.

–Ese fue el Pacto Social.

–Se firmó en junio de 1973, pero es importante entender que detrás está todo este proceso que acabamos de repasar. Y las coincidencias programáticas que tomaron casi todos los partidos.

–¿Cómo era el clima interno del gobierno de Cámpora frente al Pacto Social?

–La noche que se firmó no había ninguna persona de la presidencia, ni siquiera el presidente. Eso te da una idea. Estaban Gelbard, siempre respaldado por Perón, por supuesto, la Unión Industrial, la CGT y otros actores. El objetivo fundamental del Pacto Social era la restitución de la distribución del ingreso. Volver al 50/50 planteado por el peronismo, pero sobre el aumento de la productividad. A partir de ese momento se congelaron las paritarias por dos años y hubo un aumento de suma fija equivalente al 20 por ciento del salario mínimo. La tasa de inflación anual era del 80 cuando asumimos. Por su parte, Ricardo Otero, que era ministro de Trabajo por la CGT, había anunciado un aumento cinco veces superior. Eso indica la tensión interna. El programa se basaba en la idea de concertación permanente para que se vayan corrigiendo los desajustes que habían sufrido los salarios a pesar del enorme crecimiento que había habido desde 1964. Nuestra tesis era que había condiciones para redistribuir. Había una gran productividad ganada, límites a la capacidad de exportación y una regresión distributiva.

–¿Cuál era la situación económica general?

–La economía se venía frenando y el desempleo había crecido un poco, al seis por ciento, que para la época era mucho. La suma fija permitió que los trabajadores con menor capacidad de combate sindical lograran un mayor incremento salarial. Lo que había que hacer para corregir cuestiones de ese modelo industrial que regía desde 1930 era redistribuir el ingreso con un ojo puesto en la productividad y darles impulso a las exportaciones. Había muchos tipos de cambio y así era en el mundo entero. Trajimos a Leopoldo Tettamanti, de la Cancillería, a Economía, y comenzamos una enorme cantidad de misiones comerciales buscando nuevos mercados a los que pudiéramos venderles el nivel tecnológico que teníamos. Conseguimos, por ejemplo, vender ventiladores Yelmo a los países socialistas. Era un programa de promoción de la exportación industrial y de redistribución del ingreso.

–¿Podría decirse que el Pacto Social mostró resultados rápidamente?

–Tuvimos errores, pero en general logramos los objetivos. El FMI, en un informe de 1974, cuando nosotros ya nos habíamos ido, basado en datos que llegaban hasta julio de ese año, dijo que el Pacto Social había sido un éxito. Habíamos logrado bajar la inflación y el tipo de cambio paralelo. La economía comenzó a crecer al cinco por ciento anual y las reservas representaban ocho meses de importaciones, es decir, como si hoy tuvieras alrededor de 60 mil millones de dólares. Todo se basó en tener a un hombre como Perón al mando del Estado, con buena relación con [Ricardo] Balbín, que era el jefe de la oposición, Gelbard por el lado de los empresarios y el soporte del movimiento sindical.

–Ese consenso mundial alrededor del New Deal comenzó a modificarse en ese mismo período.

–En diciembre de 1973 se produjo la crisis del petróleo. Apareció el fenómeno de la inflación con estancamiento en Occidente. Una situación que demandaba remedios muy heterodoxos. Por eso la concertación que aplicábamos nosotros funcionó. Comenzó a surgir el neoliberalismo en el mundo. Pero para nosotros el impacto de la crisis del petróleo fue bajo. Producíamos el 80 por ciento del petróleo que consumíamos y, aunque no generábamos todos los derivados, con los tipos de cambio múltiple pudimos compensar.

–Gelbard, al igual que usted, estuvo durante unos meses del gobierno de Cámpora y luego con Perón, que murió en julio de 1974.

–Perón había desaparecido antes, el 12 de junio. No volvió más a la Casa Rosada. Y desde ese momento no tuvimos capacidad de tomar decisiones. Gelbard le tenía miedo a [José] López Rega, y en octubre de 1974, ya con Isabel al mando del Gobierno, nos fuimos. Antes de las elecciones, Perón le había pedido a Balbín que fuera su vicepresidente. El radicalismo de la provincia de Buenos Aires, que conducía Raúl Alfonsín, que luego sería un gran presidente, en ese momento se opuso porque sostenía que se perdía la identidad partidaria. Quizás hubiera sido distinta la historia luego de la muerte de Perón si el vice hubiera sido Balbín.

–¿Qué pasa cuando ustedes se van del gobierno?

–Asumió Alfredo Gómez Morales, impulsado por López Rega. Duró nueve meses en una situación muy compleja. Aparecieron Celestino Rodrigo, Pedro Pou y Ricardo Zinn, los caballeros de fuego, con las ideas neoliberales. Era una locura no esperable. Así que, a la pregunta de cuándo la Argentina se jodió, la respuesta es: en ese momento. Se tomó la decisión explícita de que dejáramos de ser un país industrial y con pleno empleo.

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Demián Verduga
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