Martín Kazimierski es geógrafo y Magíster en Políticas Ambientales y Territoriales por la Universidad de Buenos Aires. Sus trabajos académicos y de campo como becario doctoral del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe y como miembro del Grupo de Estudios en Geopolítica y Bienes Comunes y el Grupo de Estudios Críticos e Interdisciplinarios sobre la Problemática Energética (GECIPE) lo sitúan como un importante referente para pensar y analizar los dilemas de la transición energética de hidrocarburos a energías renovables.
–¿Cuáles son los desafíos y las disputas que planteás en torno a la llamada transición energética?
–La transición energética es un concepto difuso, con muchos significados. Se refiere a transición energética de maneras muy diferentes. En general, el mainstream de la transición energética erigido por las agencias internacionales, por los gobiernos, refieren a una sustitución de lo que es la potencia fósil por la potencia renovable. Es decir, consumo de petróleo, de carbón, de gas por una potencia renovable, ya sea solar, eólica o de otros tipos en virtud de la contaminación y de la conciencia del carácter finito de los combustibles fósiles. ¿Por qué hablo de disputa? Porque es necesario plantear una distinción entre lo que se puede llamar transición energética “desde arriba” y que refiere a las propuestas que nacen desde las altas esferas, desde quienes concentran los flujos de poder político y económico: Estados-nación, organismos supranacionales como las agencias de las Naciones Unidas y organizaciones multilaterales como el Banco Mundial, entre otros. El factor común en todos ellos es que la transición aparece estrechamente vinculada a la relación entre energía y cambio climático, se materializa en grandes corporaciones y se suelen embanderar en el discurso verde de la ecología. A ello se opone el concepto de transición energética como un aspecto de algo más amplio que es la transición socioecológica. Para numerosos movimientos sociales, académicos y ciudadanos, la transformación de raíz energética no es simplemente –ni siquiera es en su mayoría– una cuestión de tecnología y de política económica, sino que es, en esencia, una pregunta intrínsecamente humana, una cuestión social. La transición energética “desde abajo” implica pensar nuevas formas de convivir en momentos de crisis y de alguna forma repensar nuevos modelos económicos. Es decir, pensar un nuevo modelo energético más redistribuido, menos centralizado y concentrado, que no tenga que ver con replicar este modelo fósil donde vemos grandes infraestructuras. La idea de comunidades energéticas, de generaciones fluidas, de emprendimientos, de cooperativas, de iniciativas locales que tienen que ver con la tracción social.
–¿Por qué creés que la pregunta sobre la transición energética es intrínsecamente humana y social?
–Porque esa pregunta es algo que ha cruzado a la humanidad, a las diferentes civilizaciones. Nos define la posibilidad de ser quienes somos las maneras en que gestionamos la energía, es decir, nos apropiamos de energía exógena para aprovecharla para determinados usos. La condición humana es inherente a la relación con la energía, con el medio ambiente. Hoy en día, el paradigma fósil ha sido cuestionado desde diferentes aspectos. Hay debates sobre si el sistema fósil provocó el sistema capitalista o al revés. Yo soy partidario de que un sistema capitalista no podría haber existido sin un sistema fósil o la potencia que da este tipo de energía, que es fuertemente redituable, para conformar el entramado que tenemos hoy en día. Hoy estamos en un punto de inflexión donde ese sistema está en riesgo sobre todo por cuestiones que tienen que ver con el cambio climático, pero también por efectos locales sobre las poblaciones y las resistencias que se generan.
–¿Cuáles son los riesgos de eso que llamás transición energética desde arriba?
–Un nuevo paradigma puede replicar la misma forma bajo potencia renovable o se puede abordar de una manera más integral para repensar los modelos económicos. Se puede imponer desde una agenda global tal vez enmascarado desde un discurso verde, prácticas más sostenibles en armonía con el medio ambiente, pero, si pensamos por un segundo en los materiales y la infraestructura que requiere este tipo de transición, requeriría de materias primas que nos llevaría a los mismos destinos, el mismo final que estamos planteando. Por eso, tenemos que cuestionar algo más. No podemos seguir bajo el mismo modelo porque no se cambia el problema de fondo. Estrategias como la generación distribuida pueden llevar a cuestionar el modelo económico capitalista.
–¿Cómo se materializan esos campos de disputa en la realidad argentina actual?
–Podemos hacer una infraestructura totalmente renovable. Pero ¿quién asume el costo de esta infraestructura? Para hacer fotovoltaica necesitamos silicio y otros materiales como el litio, y pensar futuro renovable requiere de baterías y tecnología que la potencia fósil no requiere a priori. Así, la energía eléctrica como vector requiere de algún tipo de almacenamiento energético y hoy hay mucha disputa detrás del litio, y eso se está viendo con las problemáticas que se están sucediendo ahora mismo en Jujuy. Y eso tiene el trasfondo de la transición energética. En Jujuy se está avasallando a muchas personas por un supuesto paradigma verde que es muy bonito, pero que detrás tiene un montón de consecuencias que muchas veces son invisibles o están siendo visibilizadas por el movimiento popular.
–¿Cómo puede relacionarse la transición energética con una sociedad más democrática e igualitaria?
–El sistema energético que se implantó desde el siglo pasado, donde vemos una potencia fósil con grandes centrales termoeléctricas que se transportan por redes de distribución, tiene que ver con una población cautiva que no decide sobre su energía, está condicionada por las tarifas desde el sector que se regula incluso desde sectores privados haciendo lobbies. Somos todos usuarios cautivos que no tenemos poder de decisión sobre qué y cómo queremos consumir la energía. Yo trabajé con generación distribuida. Pensemos en la reducción de costos que tiene por ejemplo la energía solar fotovoltaica. Hace
quince o veinte años era imposible pensar que una persona como vos y como yo dispongamos de un techo solar y abastecernos nosotros mismos la energía y hacer ahorro o tener ganancia a partir de esto. Hoy en día estamos tan avanzados que es posible pensar en emprendimientos privados, sociales, individuales donde sean ellos los que generan su propia energía y desligarse del sujeto privado que los tiene sujetos y ser autónomos sobre qué y cómo consumir. Hay regímenes de generación distribuida en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.