Cualquier elección en la que una fuerza política saque cerca del 60 por ciento produce impacto. Ocurrió en muchas de las contiendas en las que triunfaron Hugo Chávez, en Venezuela, y Evo Morales, en Bolivia. Por derecha está el caso de Nayib Bukele, en El Salvador. Lograr que dos tercios del electorado acompañen a una fuerza implica que se consiguió construir una hegemonía política. Hacia derecha o izquierda, un triunfo de esa magnitud abre la posibilidad de realizar un giro profundo.
En las PASO que se celebraron este 16 de julio de 2023 en la provincia de Santa Fe surgió una fuerza hegemónica. El Frente de Frentes cosechó cerca del 60 por ciento de los votos, con un 33 por ciento del radical Maximiliano Pullaro, algo más de 20 puntos para la macrista Carolina Losada y 8,5 para la socialista Mónica Fein. El peronismo, con sus cuatro listas, terminó sumando 28 por ciento, y Marcelo Lewandowski fue el claro ganador en esa primaria.
¿De qué manera explicar los resultados? ¿Hasta qué punto pueden trasladarse a nivel nacional? ¿Cuánto hay de fracaso de la gestión del gobernador Omar Perotti y cuánto de errores de construcción política?
Para una primera aproximación, hecha a la distancia y por lo tanto con los elementos que pueden tomarse desde esa perspectiva, es central analizar las últimas cuatro elecciones a gobernador, es decir, un período de 16 años. Comenzó con el triunfo de Hermes Binner en 2007. El médico se transformó en el primer gobernador en la historia del Partido Socialista, que existe desde 1896. Sacó el 52 por ciento de los votos. Era el candidato del Frente Cívico Social, que reunía al socialismo con el radicalismo. El candidato del peronismo, que jugaba bajo el paraguas del Frente para la Victoria, fue Rafael Bielsa. Había sido canciller de Néstor Kirchner y cosechó el 41 por ciento.
Esta elección tuvo los resultados esperables de la cultura bipartidista argentina: las dos fuerzas principales concentraron el 90 por ciento de las voluntades, y el ganador le sacó entre ocho y diez puntos al segundo.

El cambio comenzó a darse cuatro años después, en 2011, el mismo año en que Cristina Fernández lograría su reelección y se transformaría en la presidenta más votada después de Juan Perón y de Hipólito Yrigoyen. En Santa Fe, el candidato del Frente Cívico y Social fue el socialista Antonio Bonfatti. Sacó 39,68 por ciento. En segundo lugar quedó Miguel Del Sel, que era impulsado por Mauricio Macri, que se reelegía como jefe de gobierno porteño. Del Sel sacó 36,08 por ciento, y en tercer lugar quedó el actual precandidato vicepresidencial Agustín Rossi, con 22,76. El esquema de dos fuerzas había cambiado y la política santafesina se volvería –hasta el pasado domingo– en un esquema de tercios.
En las contiendas de medio término ocurría lo mismo, pero aquí repasaremos solo las de gobernador. En 2015 volvieron los tercios. El Frente Cívico sufrió un retroceso y su candidato, el socialista Miguel Lifschitz, que falleció en plena pandemia en mayo de 2021, ganó la gobernación con el 31,74 por ciento de los votos. Del Sel quedó segundo por un puñado de granitos de arena. Logró el 31,65 por ciento. Y el actual gobernador, Omar Perotti, quedó tercero. Le mordió los talones al comediante con 30,35. La diferencia entre el primero y el tercero fue de 1,40 por ciento. Se trató de un escenario de tercios que pareció construido por un cirujano que utilizó un bisturí para partir alguna fruta en partes idénticas.

En 2019, este escenario se desbalanceó: Perotti ganó con el 42,31 por ciento, el socialista Bonffatti se ubicó segundo, con 37,91, y el radical José Corral, que representaba al ala del radicalismo que a nivel provincial había roto con el Frente Cívico para acompañar la alianza nacional de la UCR con el PRO, consiguió 20 puntos.
Lo primero que salta a la vista al hacer este recorrido es que el esquema de tercios que se había consolidado en la provincia desde 2011 fue enterrado este 16 de julio. Lo cierto es que el proceso es previo. En las elecciones de medio término de 2021, los socialistas hicieron su peor elección en dos décadas. Sacaron 12 por ciento. El radicalismo aliado de Macri ganó con la boleta encabezada por Mario Barletta, con cerca del 40 por ciento, y el peronismo consiguió 30 puntos. El socialismo santafesino llegó a la conclusión de que no tenía manera de escapar de la polarización nacional entre Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. Para sobrevivir, debía sumarse a alguno de estos dos grandes bloques políticos. ¿Por qué con JxC y no con el FdT? Es una pregunta que necesita un trabajo largo y específico para ser contestada. Quizá haya faltado también un trabajo del peronismo para sumar aunque fuera sectores del partido de la rosa a sus filas.
Lo que terminó ocurriendo es que de los tres tercios que hubo hasta la elección de 2019, en la que ganó Perotti, hay dos que ahora están en el mismo frente. La experiencia del Frente Cívico y Social, que reunió a sectores de la UCR y al PS, y que consiguió gobernar la provincia durante doce años seguidos, terminó de diluirse el domingo pasado.
Las construcciones políticas pueden mutar o terminarse, pero los votantes siguen ahí. Y en el caso de Santa Fe, terminaron sumándose la base electoral del Frente Cívico con la del macrismo-radicalismo. Por supuesto que el retroceso del peronismo se explica también por una desaprobación mayoritaria de la gestión de Perotti, pero el fin de los tercios explica en buena medida lo que ocurrió. Nació así una nueva fuerza hegemónica cuyo eje ordenador por ahora es el antiperonismo.
Parece imposible que Pullaro no gane en las generales del 20 de septiembre. Y también es difícil que ese bloque político comience a resquebrajarse antes de que pase por el ejercicio del poder. Quizás entonces el peronismo –habrá que ver qué vertiente– pueda construir lazos con los sectores políticos y del electorado que respaldaron al Frente de Frentes pero no quieren un giro a la derecha.