María Estela Spinelli es doctora en Historia por la Universidad de Córdoba. Especialista en historia argentina contemporánea, ha sido una investigadora pionera en realizar estudios sobre el antiperonismo. Cuando a mediados de los 80 emprende su tesis doctoral que devino en el libro Los vencedores vencidos. El antiperonismo y la “revolución libertadora” (Biblos, 2005), la revisión bibliográfica académica revelaba una amplia literatura sobre el peronismo, pero un escaso análisis del fenómeno antiperonista, la otra y necesaria cara que explica la persistente inestabilidad política de la segunda mitad del siglo XX en la Argentina y da cuenta del largo enfrentamiento que parece dividir a la sociedad con profundos ecos que continúan hasta la actualidad.
–¿Por qué creíste necesario centrarte en el estudio del antiperonismo?
–Mi análisis partió de la preocupación por explicar la naturaleza del enfrentamiento peronismo/antiperonismo como problema de largo plazo en el proceso político argentino. Era necesario comprender y explicar por qué para los antiperonistas fue necesario excluir, proscribir y hasta intentar eliminar al peronismo para construir un régimen democrático, sin visualizar en ello incompatibilidad alguna con la idea de democracia. Se trataba de conocer quiénes eran los antiperonistas y bajo qué supuestos defendían la democracia partiendo de no garantizar el piso mínimo del pacto democrático: el derecho al sufragio al partido que representaba a la mayoría de la población.
–¿Quiénes eran los antiperonistas?
–Yo centré mi estudio en el antiperonismo después del golpe militar de 1955, aquel que interrumpe el orden constitucional, con el pretencioso título de revolución libertadora. El contexto entonces es un nuevo escenario político donde aparecen los proyectos de desperonización de la sociedad materializado básicamente en la persecución a los peronistas. Dentro de ese clima general quise analizar qué sucede con el conjunto de los partidos políticos que habían apoyado al golpe y me propuse distinguir las variantes del antiperonismo agrupando los partidos dominantes en tres vertientes. Primero, lo que caractericé como el antiperonismo radicalizado, que estaba constituido por los partidos formados en la tradición liberal. Una de las características sobresalientes en esta concepción que surge entre 1943 y 1946 es que interpreta al peronismo como una implantación nazi-fascista a la que hay que derrotar. Para ellos, el peronismo representa la concepción totalitaria de la política, un instrumento destinado a satisfacer las ambiciones de riqueza y poder de Perón. La segunda vertiente es el antiperonismo optimista, que representa la postura de la Unión Cívica Radical del Pueblo. Esta caracteriza al peronismo como engaño y a los sectores populares como engañados por parte de Perón a través de la estrategia de lo que Gino Germani llamaría “el plato de lentejas”. Tiene una postura optimista porque cree que la captación de los sectores peronistas por parte de los radicales –que habían sido hasta 1943 los representantes de los sectores populares– es una tarea realizable por la vía de la educación democrática. Finalmente, la tercera postura es la del antiperonismo tolerante, en el que confluye la Unión Cívica Radical Intransigente, partidos nacionalistas, el Partido Comunista y el Partido Demócrata Conservador Popular. Los antiperonistas tolerantes se caracterizan por una política de diálogo, de negociación con sectores del peronismo, con peronistas exilados, dirigentes sindicales y termina en el acuerdo con Perón en 1958 y el consecuente triunfo de Frondizi.
–¿Cómo se manifestó ese antiperonismo durante las dos primeras presidencias de Perón?
–El proceso de rebelión antiperonista adoptó la forma de la conspiración política militar intermitente. Su primer estallido ejecutado por fuerzas del ejército lideradas por el general Benjamín Menéndez se produjo en septiembre de 1951, cuando en el país se sentían los efectos de la crisis económica del modelo inaugurado en 1943. Su finalidad inmediata había sido impedir la inminente reelección de Perón y la probable vicepresidencia de Evita. A comienzos de 1952 fracasó un complot al mando del coronel José Francisco Suárez que se proponía matar al presidente y a su esposa. En ambos estuvo vinculado Lonardi. El antiperonismo civil, reducido a una escueta representación política parlamentaria y al activismo estudiantil, apeló aisladamente a la propaganda, el terrorismo y el enfrentamiento callejero. La acción de mayor impacto fue el ataque a la multitud reunida en Plaza de Mayo para apoyar a Perón en abril de 1953 que dejó un saldo de seis muertos y que motivó la represalia peronista con el incendio de las sedes del Partido Socialista, de la UCR, del Partido Demócrata y del Jockey Club. La rebelión antiperonista revitalizada con el aporte de nuevos aliados nacionalistas y católicos alcanzó su mayor pico de violencia en los sangrientos sucesos de junio de 1955. Esta vez concretados por la Marina de Guerra, consistieron en el bombardeo de la aviación naval sobre Plaza de Mayo que dejó cientos de civiles muertos y heridos.
–¿Cuáles son las causas que explican esta constante violencia?
–Una de las principales razones que explican el recurso a la conspiración por parte del antiperonismo se ubica en el momento mismo en que el peronismo triunfa electoralmente en febrero de 1946. La candidatura de Perón derrota a una amplia coalición que reunía a casi el conjunto de los partidos políticos existentes hasta entonces. En 1946 el contexto de la inmediata posguerra, la Unión Democrática concibió el triunfo electoral del peronismo como ilegítimo puesto que simbolizaba la adhesión de las masas al fascismo totalitario. Esta situación inicial condujo a desnaturalizar la relación política entre el peronismo y los partidos derrotados: los antiperonistas no concibieron al peronismo como un competidor político, lo veían como un enemigo al que había que eliminar en una guerra sin cuartel. A su vez, para el peronismo, la posibilidad de negociación pacífica de las diferencias es restringida en tanto significa renunciar a la “revolución social” que se estaba llevando adelante. Así, salvo en el Congreso donde tienen una participación minoritaria, los partidos de la oposición tienen recortados los derechos políticos: el de reunión no existe, el de propaganda era casi nulo, no tienen acceso a la prensa y hay partidos que pasan a la abstención. A su vez, los socialistas tienen la mayoría de sus dirigentes de primera línea asilados en el Uruguay, y hay dirigentes como Balbín que sufren la prisión.
–¿Por qué te parece que tras la muerte de Evita se acrecienta la violencia?
–No hay una explicación precisa de los virulentos ataques que comienzan con la bomba en el subte en esa marcha de 1953 que apoyaba las políticas de Perón contra el agio. Creo que tiene que ver con la soledad de Perón. Después de la muerte de Eva, él se aparta, parece dejar la política en sus colaboradores más próximos, muy alejado de la centralidad que había tenido en el juego de la dirigencia política desde 1943. Eso lo distancia del manejo y el control del juego político. A su vez, el enfrentamiento con la Iglesia permitió aglutinar y hacer entrar en dialogo a los opositores, va a unir en procesión a gente que de católica no tenía nada, pero que aprovecha el contexto. La militancia de los opositores es acotada hasta el conflicto con la Iglesia.