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Caras y Caretas

           

Cosas que la muerte no mata

Modelo de país o proyecto de colonia. Nuevas palabras para definir viejos problemas. El enemigo real. Gustavo Campana y una brillante exposición en Perón Volvió.

Como ya es costumbre desde hace un mes, el predio de Zapiola 50 vivió otra noche significativa. En la unidad básica de la ciudadela peronista del siglo pasado, se presentó Gustavo Campana para reflexionar sobre los sueños del campo nacional y popular, sus aciertos, sus errores, los ataques propiciados por los sectores reaccionarios y sobre el verdadero enemigo: el poder real. Una sala repleta lo esperaba, y luego del ya clásico cántico de la marcha peronista previo a cada actividad, comenzó la exposición.

“Los títulos de mañana tienen un kilómetro cero muy lejano. Y ese es nuestro laburo: contar toda la película, no solo el último fotograma. Esa es la única forma de saber, y saber es la primera de todas las revoluciones. La derecha, en todas sus expresiones, lo mejor que hace es deshistoriar; y de esa manera millones de seres humanos no se pueden reconocer en la fábrica donde laburaba el abuelo y ni siquiera pueden encontrarse en su propio barrio”, comenzó el periodista, escritor y subdirector de Radio Nacional.

Campana se encargó de ilustrar cada uno de sus postulados con ejemplos de algunos acontecimientos públicos y otros de su vida privada. Contó que su tío formaba parte de ese grupo reconocido como analfabetos políticos y que de vez en cuando, sentados en la mesa familiar, le gustaba preguntarle cómo era la vida con la vuelta de Perón: las fábricas trabajaban tres turnos, la heladera estaba llena, existía el terrenito, la casita, el autito, los pibes en la escuela pública, el carnet sindical para ir a algún lado de vacaciones, los sábados al cine y los domingos a la cancha. “Ah, eran felices y no se habían dado cuenta”, le respondía él.

Luego, lo más pedagógicamente posible, el periodista trataría de explicarle a su tío que el 24 de marzo de 1976 vino a implosionar todo eso que se conoce como Estado de bienestar. Pero esta vez, intentaron hacerlo con sentido de eternidad, porque ya habían fallado en varias oportunidades: intento de golpe de Estado en 1951, bombas en la boca del subte de Plaza de Mayo en 1953, bombardeo de Plaza de Mayo en 1955, golpe de septiembre de 1955, fusilamientos de 1956, muerte de la Constitución del 49 y decreto-ley 4.161 para que no se lo pudiera nombrar ni cantar la marcha, entre otros. Así y todo, después de ese derrotero, Perón volvió y ganó con más del 60 por ciento de los votos.

Minutos más tarde, Gustavo Campana se preguntó y respondió cuántos errores pudo haber cometido el campo nacional y popular en estos 212 años: “¿Cien? ¿Mil? ¿Un millón? No importa, porque el problema es que ellos nunca vinieron por nuestros errores, sino por nuestros aciertos. Para entender por qué lo hacen con tanta fiereza hay que conocer qué hicimos, y nada mejor que la frase del azucarero millonario Robustiano Patrón Costa para graficarlo: ‘Si algo no le perdono al peronismo es que a partir de su llegada, un obrero me pudo pedir aumento mirándome a los ojos'”.

Planteo y ejemplificación, esa fue la estructura de la exposición del subdirector de Radio Nacional y autor de Malvinas 1982 (2022), Recuerdos del peronismo (2018) y Culpables (2014), entre otros títulos. El peronismo es peligroso, sostuvo, porque prepara a generaciones para la pelea, para trabajar por más dignidad, por más industria nacional, por más independencia económica y por más soberanía política.

“Cuando tratan de llevarse a la rastra a Cristina lo hacen porque es la que mejor entiende qué es eso de darle pelea al poder real. Porque para ensanchar derechos, hay que achicar privilegios, no hay otra. La torta del producto bruto interno siempre es igual, pero depende de quién gobierne la cantidad de porciones que tiene cada uno. La distribución de la riqueza es, sin duda, el mejor sinónimo de la palabra democracia”, sentenció Campana.

Luego de asegurar que como comunicador siente la enorme obligación de explicar desde el pasado el porqué de la pelea del presente, el periodista volvió a ilustrar posturas con casos empíricos. Llevó a la unidad básica el tema del lawfare y sostuvo que no es más que una palabrita nueva para explicar algo muy viejo. Lo ejemplificó rápidamente con las 24 causas que “le encajaron” a Perón para que no pudiara volver al país durante 18 años, con la muerte de Ramón Carillo como un “supuesto ladrón de vales de nafta” y con el reconocido ministro de Obras Públicas Juan Pistarini, que terminó su vida en la cárcel de Tierra del Fuego. “Esto de nuevo no tiene nada, es viejísimo”, remató.

El enemigo

“No hay dos modelos de país. Hay uno solo, lo otro es un proyecto de colonia. Enfrente no hay y nunca hubo otro paradigma nacional, enfrente solo hay un proyecto de colonia. Entonces, la clave está en saber quién es el enemigo. Y el principal laburo que tienen los grandes medios de comunicación desde hace 46 años es que el enemigo esté borroso”, describió Gustavo Campana.

Para el disertante, el enemigo siempre fue el mismo. Recordó que cuando Perón llegó al poder hasta los alfileres que utilizaban las modistas eran importados y que cuando se ejecutó el golpe de Estado se estaban fabricando buques de ultramar. Esa distancia entre el alfiler y el buque de ultramar es el conflicto. “¿Le van encontrando sentido a los 12 mil kilos de explosivos sobre Plaza de Mayo en 1955? Es para terminar con eso. Pero hay cosas que no mata la muerte”, afirmó.

Una nueva enumeración propone para graficar los hechos: la semana trágica con ochocientos obreros asesinados por solicitar jornadas de 8 horas; los 2.400 fusilados de la Patagonia por pedir botiquines y mantas; los cien muertos de la huelga de 1921 en La Forestal; la masacre de Napalpí; posteriormente, los 30 mil compañeros desaparecidos; los vuelos de la muerte; el robo de bebés; y ya en los últimos años, los 39 muertos de 2001; Kosteki y Santillán; Santiago Maldonado; Rafael Nahuel, etc. “¿Pero saben por qué seguimos acá? Porque hay cosas que no mata la muerte. El enemigo cada vez que se enoja mata. Pero hay cosas que no mata la muerte”, repitió Campana mientras el auditorio rebalsaba de silencio.

Entonces ¿quién es el enemigo? La mejor manera que encontró el periodista para quitarle la opacidad que proponen los medios masivos de comunicación fue pensar cuál era la primera gran aparición de Domingo Felipe Cavallo: fue para estatizar la deuda privada en 1982. Deuda que todos los presentes en la sala de Perón Volvió y todos quienes se encuentren leyendo este artículo pagamos (20 mil millones de dólares de setenta grupos económicos). Ese es el verdadero enemigo, y eso se llama poder real.

Como cierre, Gustavo Campana propuso hablarle al enemigo con la palabra justa y el tono justo: “Porque mi enemigo no es el que piensa distinto. Mi enemigo es el que hace ajuste, toma deuda externa para hipotecar la vida de generaciones de argentinos y apila cadáveres. Y utilizo la palabra ‘enemigo’ para que todos sepan que la bestia disfrazada de cordero por los medios de comunicación va a venir a comerme una y otra vez. Porque mi enemigo cada vez que se enoja mata. Pero hay cosas que no mata la muerte”.

Escrito por
Damián Fresolone
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