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Caras y Caretas

           

Películas de fierro

El poema de José Hernández inspiró una extensa colección de films, que corrieron diversa suerte: el primero, antes del sonoro, y el último, de animación, con la participación de Roberto Fontanarrosa. En el medio, Torre Nilsson, Pino Solanas y otros referentes aportaron sus miradas sobre el gaucho.

“Nacional y popular” incluso antes de que estos dos vocablos fueran reunidos, en ese orden y con vocación de pertenencia, la épica heroica, rebelde y nacionalista de Martín Fierro sedujo al cine muy rápidamente y se mantuvo intacta hasta nuestros días. La imagen vistió la oralidad conceptual de José Hernández y les dio nuevo valor a los versos de su obra mayor.

La primera versión cinematográfica del poema llegó diez años antes de que el cine argentino aprendiera a hablar. Martín Fierro (1923) –hoy perdida– fue obra del debutante Alfredo Quesada. En los albores de lo que luego se conocería como “los géneros”, la producción local buscaba el entretenimiento tanto en la historia como en la literatura, poniendo especial atención en personajes que dieran la talla. No fue la primera aproximación audiovisual a la figura del gaucho ni tampoco la mejor. La película fue recibida con tibio entusiasmo por la prensa de entonces, que se ocupó de destacar todo lo que podría haber sido y no fue.

Casi medio siglo pasó hasta que el cine se volvió a acordar de aquel hombre desvelado por “una pena extraordinaria”. En el marco de un resurgimiento en la pantalla grande del “ser nacional” mediante temáticas que exaltaran valores y virtudes, Martín Fierro volvió al cine en 1968, con la cara de Alfredo Alcón y la dirección de Leopoldo Torre Nilsson. Esta tal vez sea la más recordada aproximación al personaje, aun cuando fue muy criticada por adaptar el original con visos de magno entretenimiento, soslayando el marco político e ideológico detrás de la figura protagonista. Entre los detractores se encontraba Fernando “Pino” Solanas, que pocos años después se dio el gusto de retomar su visión para hacer Los hijos de Fierro (filmada en 1978 pero estrenada recién en 1984). Aunque la película se centraba en el golpe del 55, la comparación con el poema no fue ni sutil ni solapada. Incluso se daba el gusto de comenzar con una adaptación de él: “Aquí me pongo a contar,/ con mi pueblo que está herido/ por el líder que ha perdido,/ la épica de una historia/ que le oponga la memoria/ a la traición y el olvido”.

La década del 70 también alumbró el que tal vez sea el proyecto más curioso sobre la figura de la creación de José Hernández. La vuelta de Martín Fierro (1974), de Enrique Dawi, tuvo a Horacio Guarany como singular protagonista. De guion esquemático en el que abundaban las representaciones e identidad campera, el fuerte de este gaucho era la canción, desplegada en numerosos y sucesivos segmentos musicales. Hay sí un interesante paralelismo entre autor y obra, no explorado en otras producciones sobre el material original.

LLEGAR A LAS INFANCIAS

 El período siguiente, que comenzó a finales de los 80, abrió la poética de José Hernández a nuevos formatos, con vistas a la conquista de un público infantil que, con suerte, se había topado con el personaje en textos escolares. Martín Fierro (1989) fue el primer intento de transpolar los versos de José Hernández al terreno de la animación. La película, dirigida por el colombiano Fernando Laverde sobre un guion de Jorge Zuhair Jury (hermano de Leonardo Favio), no tuvo estreno comercial en la Argentina. Y al igual que la versión muda, permanece en el olvido, esperando que algún viejo coleccionista o un joven buscador de tesoros audiovisuales la saque del ostracismo.

Gerardo Vallejo (responsable de títulos emblemáticos como El camino hacia la muerte del viejo Reales o El rigor del destino) regresó al cine luego de una década de ausencia con un guion de su autoría que estuvo 22 años guardado en un cajón. Martín Fierro, el ave solitaria (2006) se benefició del paisaje de San Luis para reconstruir la gesta errante y dolorosa del personaje, esta vez encarnado por Juan Palomino.

Un año más tarde llegó la, hasta ahora, última reversión del libro de José Hernández. Detrás de Martín Fierro. La película (2007) están la obra y arte de Roberto Fontanarrosa. Estrenada cuatro meses después de la muerte del rosarino, la producción animada fue dirigida por Liliana Romero y Norman Ruiz. A pesar de ya acarrear una salud disminuida, Fontanarrosa participó del guion del film junto a Horacio Grinberg y aportó los conceptos originales que luego serían animados. Aportaron sus voces Daniel Fanego, Héctor Calori, Juan Carlos Gené, Claudio Rissi y Roly Serrano, entre otros.

El desafío del equipo creador fue lograr una película que atrajera a los chicos y sedujera a los grandes, sin traicionar la sacra fuente literaria. Más allá de sus flaquezas conceptuales, el hecho de que el momento del estreno fuera tan cercano a la muerte del artista tiñó el resultado de un sabor agridulce. Martín Fierro. La película todavía se merece una segunda oportunidad.

Existen otros títulos, como El desierto negro (Gaspar Scheuer, 2007) o Aballay, el hombre sin miedo (Fernando Spiner, 2010), que no se basan estrictamente en la historia de Martín Fierro pero no pueden negar su influencia. La herencia de la obra de José Hernández es tan vasta que hasta circula en la web un poema de autor anónimo titulado “El gaucho de los anillos”, que toma estilo y métrica para reversionar con humor la trilogía de El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien.

Y es que la historia de Martín Fierro puede reescribirse una y mil veces, porque trasciende a su autor, su geografía y su época. Como el cine, es patrimonio del ser humano, en sus contradicciones, su esencia y su pensar: “Y aguante el que no se anime, a meterse en tanto engorro. O si no apriétese el gorro, o para otra tierra emigre. Pero yo ando como el tigre, que le roban los cachorros”.

Escrito por
Guillermo Courau
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