A lo largo de su trayectoria académica, el historiador Gabriel Di Meglio ha investigado con rigor la participación de las clases populares en los acontecimientos políticos del siglo XIX, desde la Revolución de Mayo en adelante. Desde esa perspectiva, destaca que la literatura es una fuente insoslayable para aproximarse y comprender a este actor social. Y en esa vasta y rica producción literaria, obviamente rescata al Martín Fierro de José Hernández. “Cuando repasamos las obras literarias iniciáticas del siglo XIX, vemos que la presencia popular es apabullante. Está en El matadero de Esteban Echeverría, en el Facundo de Sarmiento, en toda la literatura gauchesca incluyendo el Martín Fierro, en Amalia de José Mármol. Algunos lo desprecian y otros lo celebran, pero la presencia es insoslayable. En esa línea, creo que el Martín Fierro, además de ser una excelente obra literaria, también es un documento espectacular para entender históricamente una época”, afirma Di Meglio.
–¿Podríamos decir que la literatura se adelantó a la historia en poner el foco en las clases populares?
–Sí. Aunque diría que en las primeras historias, que se consideran las obras iniciales de la historiografía argentina –los textos de Vicente Fidel López o de Mitre–, hay mucha presencia popular. Es en el siglo XX que eso se pierde, paradójicamente, cuando la historia más se profesionaliza. Sucede que, justamente, esa profesionalización vino de la mano de más historia institucional, constitucional y de procesos generales. Como durante mucho tiempo la historia del siglo XX fue un debate político sobre el presente, era más importante la preocupación por los argumentos para discutir que la investigación en sí.
–¿Cuál cree que fue el motivo por el que el Martín Fierro se termina imponiendo como la gran obra literaria argentina en desmedro de otras?
–Es muy atractivo ver cómo la obra ha sido reivindicada por gente que no tiene nada en común. Creo que hay una confluencia de factores. Por un lado, tuvo una enorme llegada entre la población lectora y no lectora. Por el otro, fue determinante la operación que hizo Lugones durante el Centenario, donde consagra al Martín Fierro como la gran obra nacional. Desde su visión, el Martín para entender históricamente una época”, afirma Di Meglio.
–¿Podríamos decir que la literatura se adelantó a la historia en poner el foco en las clases populares?
–Sí. Aunque diría que en las primeras historias, que se consideran las obras iniciales de la historiografía argentina –los textos de Vicente Fidel López o de Mitre–, hay mucha presencia popular. Es en el siglo XX que eso se pierde, paradójicamente, cuando la historia más se profesionaliza. Sucede que, justamente, esa profesionalización vino de la mano de más historia institucional, constitucional y de procesos generales. Como durante mucho tiempo la historia del siglo XX fue un debate político sobre el presente, era más importante la preocupación por los argumentos para discutir que la investigación en sí.
–¿Cuál cree que fue el motivo por el que el Martín Fierro se termina imponiendo como la gran obra literaria argentina en desmedro de otras?
–Es muy atractivo ver cómo la obra ha sido reivindicada por gente que no tiene nada en común. Creo que hay una confluencia de factores. Por un lado, tuvo una enorme llegada entre la población lectora y no lectora. Por el otro, fue determinante la operación que hizo Lugones durante el Centenario, donde consagra al Martín Fierro como la gran obra nacional. Desde su visión, el Martín Fierro es menos un poema de protesta y de desafío al orden que una afirmación de la argentinidad. Aquello que muchos historiadores han señalado de que el gaucho es visto por las elites del siglo XIX como una amenaza, cambia rotundamente la percepción en el siglo XX. La preocupación de las clases dominantes pasa ahora por la inmigración, y el gaucho se convierte en la nostalgia de un pasado perdido y el arquetipo del ser nacional. Es muy interesante ver cómo este poema de protesta, sobre todo “La ida”, logró convertirse en algo que reivindica todo el mundo. El Martín Fierro es una de las pocas cosas que quedan fuera de cualquier tipo de grieta y es reivindicado por tradiciones muy distintas. Y creo que también juega muy a favor de que eso suceda el hecho de que se trata de una obra maestra del género gauchesco.
–Si contextualizamos históricamente al Martín Fierro, ¿Hernández busca con esta obra oponerse al modelo de país que comienza a imponerse en la Argentina o es un intento de incluir al gaucho en ese modelo?
–En “La vuelta” está muy claro que lo que busca es lo segundo. Ya sea por amor o por resignación, ve que hay un orden que es innegable y el gaucho tiene que ver cómo se inserta en él. Con respecto a “La ida”, es un momento en el que Hernández es todavía partidario de López Jordán, y la rebelión federal contra el gobierno central aún está vigente. Es un poema de protesta política pero también de la cruda realidad social, en una sociedad que está experimentando una enorme transformación. Se están produciendo cambios que son muy evidentes. Va creciendo el tema de la propiedad privada, de la capacidad del Estado de controlar a la población. A su vez, comienza a producirse la llegada de la inmigración, que viene acompañada de un proceso de corrimiento de la frontera. Todo esto genera una dificultad cada vez mayor de la población rural de poder hacerse de un rancho luego de trabajar un tiempito. Eso se vuelve cada vez más complejo y en el momento en que se escribe el Martín Fierro es un período de mucha agitación por este tema. Acompañado por la mayor capacidad represiva del Estado. Hernández está viendo una sociedad que está en crisis como consecuencia de este crecimiento económico. Muestra que quizás el hijo de Fierro va a ser menos pobre que su padre, pero va a tener menos autonomía para hacer algunas cosas.
–¿Hay un giro político en Hernández entre “La ida” y “La vuelta” de Martín Fierro?
–Sí, muy claramente. En “La ida”, Hernández es perseguido por ser jordanista. El jordanismo tuvo tres levantamientos seguidos y cuando sale el libro publicado recién había sucedido el primero de ellos. Lo que demuestra que aun vencido era un movimiento que estaba vivo. Y que expresaba la crítica a una forma de progreso que se llevaba puesto todo lo que existía antes. Lo que está viendo Hernández es la paradoja que se está conformando en la Argentina: el triunfo de una república federal sin un partido federal. Es decir, que tenemos una república federal que dejó de lado toda su tradición popular. Frente a ese panorama, mi opinión es que, en “La vuelta”, Hernández intuye que comienza a surgir un nuevo orden que ya no le disgusta tanto. La derrota definitiva de López Jordán le hace ver que no hay forma de vencer al Ejército nacional y por lo tanto lo más conveniente es adecuarse de la mejor manera posible a lo que se viene. Desde ese lugar se explica esa serie de consejos que imparte al gaucho en “La vuelta”.
–¿El Martín Fierro es una respuesta política al Facundo de Sarmiento?
–Los dos libros tienen algo en común y es que ambos tuvieron un éxito fenomenal de lectores. La diferencia está en que el Martín Fierro, más que ser un ensayo, abreva en la tradición de la literatura gauchesca. Podríamos decir que le responde a Sarmiento en lo que tiene que ver con la mirada de lo popular, que en Facundo está asociada a la barbarie y en Hernández es pura reivindicación. Pero Hernández no va por el lado de invertir la metáfora “civilización y barbarie” de Sarmiento. Sino de ofrecer otra perspectiva sobre el gaucho. Y si bien no lo considero una respuesta directa al Facundo, me parece que compararlo con el Martín Fierro es un ejercicio totalmente legítimo.