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Caras y Caretas

           

Mucho más que motores y ruedas

Entre las variadas atracciones del parque temático Perón Volvió, se encuentra una impresionante exhibición de automóviles que se produjeron en la Argentina durante el peronismo.

En el predio El Dorrego hay muchas formas de contar el peronismo: desde las salas inmersivas, que ofrecen una experiencia audiovisual-sensitiva sobre los gobiernos de Juan Domingo Perón y el exilio forzoso de 18 años; en las charlas y presentaciones de la unidad básica o el escenario Perón-Perón; en las calles del predio, con una perfecta recreación del día de la vuelta del General; en los juegos de la kermesse peronista, e incluso en la propuesta gastronómica.

Pero también se puede profundizar el conocimiento sobre la génesis y el desarrollo del movimiento nacional y popular a partir de cuatro ruedas y un motor.

Rastrojero: el camión “más gauchito”

Primero, un poco de contexto histórico y fierrero. A principios del siglo XX, el mercado automotor argentino era abastecido especialmente por Francia. Es que la aristocracia local estaba concentrada en autos de lujo y no en automóviles baratos como los que fabricaba Estados Unidos. En ese entonces, surge la iniciativa de la firma nacional Anasagasti de producir autos en el país, pero sin éxito: solo fabricó treinta unidades entre 1911 y 1915, ya que dependía exclusivamente de las autopartes francesas y la Primera Guerra Mundial impidió nuevas importaciones.

Ya para el 20, arribaban Ford y General Motos, movilizados por el tamaño del mercado: la tasa de automóviles per cápita de la Argentina era una de las mayores del mundo. También era el inicio de la industria del ensamblaje, que tenía un arancel menor al de los autos importados. Por solo dar unos números: en el primer semestre de 1937, de un total de 34.014 que se vendieron en la Argentina, el 87 por ciento llegaron desarmados para ser ensamblados en el país. Pero, otra vez, la coyuntura internacional modificó los planes. Eran tiempos de la Segunda Guerra Mundial y la producción mundial se concentró en vehículos para uso militar.

La llegada del peronismo movió el tablero. El decreto 191/52 es una prueba de ello. El documento oficial determina el inicio de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), un ente autárquico que incluía una decena de fábricas para producir, entre otras cosas, aviones, motos, tractores y, por supuesto, autos. La sede se ubicó en Córdoba (en donde ya funcionaba el Instituto Aerotécnico) y, en pocos meses, se convertiría en el complejo industrial más importante del país.

El emblema de esa producción es, sin duda, el Rastrojero, la camioneta rural que acompañaba a los chacreros y ayudaba los traslados entre ciudades y pueblos del interior. Es la misma que ahora descansa en la Avenida Juan Domingo, entre banderas y bombos peronistas.

Juan Ignacio San Martín, ministro de Guerra en los primeros dos gobiernos peronistas, y el ingeniero aeronáutico Raúl Gómez eran la cabeza del proyecto. Entre ambos resolvieron usar el motor, embrague y caja de velocidades del tractor estadounidense Empire. En la caja se podría cargar hasta mil kilos, a partir de la suspensión delantera similar a las camionetas Ford de la época. “Los guardabarros, tan característicos, los copiamos de los Turismo Carretera de la época”, solía explicar Gómez.

Sobre el nombre no se dudó mucho: era un automóvil diseñado por andar sobre los rastrojos. La primera exhibición fue en 1952, en la Plaza de la República. “El camión más gauchito” era su carta de presentación.

El éxito fue rotundo. Las 2.365 unidades fabricadas se vendieron en apenas dos años. Para la segunda edición, los diseñadores querían reconvertir el Rastrojero con una motorización diésel. Se realizó una licitación en la que se presentaron varias firmas europeas. La elección la ganó Borgward, con el agregado de radicarse en el país para la fabricación de los propulsores, algo que se concretó con plantas en Isidro Casanova.

La expansión del Rastrojero fue tal que ni siquiera la desfinanciación del IAME consiguió borrarlo del mapa. Ya en la década del 70, la chata más usada seguía siendo la que se fabricaba en el país: de diez camionetas diésel, ocho eran Rastrojeros. Fue la última dictadura cívico-militar la que decidió eliminar la fabricación de este emblema nacional. El 22 de marzo de 1979, el entonces ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz suspendió la producción.

“Desde ese día comencé a sentir que me moría un poco día a día”, dijo Gómez al diario La Nación, sobre ese oscuro final.

El Justicialista

Con tan solo cruzar la Avenida de los Trabajadores, en Perón Volvió, uno se encuentra con, quizá, la atracción que más fotos consigue. Con los dedos en V, es difícil encontrar un visitante que no pose frente al Justicialista.

Tal como cuenta Norberto Galasso en su detallada biografía sobre Perón, además del Rastrojero, el IAME se dispuso a construir el sedán Graciela –con motor Wartburg–, el tractor Pampa, las motocicletas Puma y el Institec.

Este último vio la luz en abril de 1953. Inspirado en el Chevrolet de 1951, tenía 4,29 metros de largo, una distancia entre ejes de 2,40 metros, cuatro puertas y capacidad para cuatro personas. La carrocería era totalmente metálica y estaba montada sobre un bastidor con largueros construidos con chapa soldada.

El vehículo estaba disponible con dos motores: uno de 690 centímetros cúbicos, con el que llegaba a 100 kilómetros por hora, y otro de 800 centímetros cúbicos, que le permitía alcanzar los 120 kilómetros por hora de velocidad final. La potencia en ambos casos se trasmitía a través de una caja manual de tres velocidades.

Fue el mismo auto que usó el piloto mendocino Pablo Gullé, quien cruzó Los Andes para unir las capitales de Chile y la Argentina en un recorrido que le llevó 25 horas y 25 minutos. En Buenos Aires, fue recibido y premiado nada menos que por Juan Manuel Fangio.

Pero en la ciudad peronista se exhibe otro modelo del Justicialista. Es que la Argentina había recibió de Alemania una partida de motores Porsche de 4 cilindros destinados a usos de tipo industrial. En IAME vieron la oportunidad de adaptar y utilizar estos propulsores para la industria automotriz y a partir de allí surgió el proyecto de construir un auto deportivo que fuera impulsado por ese motor Porsche. Así nació el Institec Gran Sport –llamado popularmente Justicialista– que fue presentado oficialmente en 1953 con la presencia del presidente Juan Domingo Perón, en el hall central de YPF, en la Diagonal Norte. En las paredes del parque, se repiten las fotos del Genral a bordo de este modelo único que, además, fue el primero del país en ser construido con carrocería de fibra de vidrio y equiparse con motor Porsche; la Argentina se convirtió así en el segundo país en el mundo en utilizar esta tecnología en la industria automotriz, después del convertible Corvette de la General Motors de Estados Unidos.

Para exhibirlo, no hubo mejor instancia que la de enero de 1955. La cita era en el autódromo 17 de Octubre. Era el Gran Premio de Argentina de F-1. Y en la antesala se corrió una exhibición con el modelo deportivo del Institec. La fiesta fue completa, porque la carrera de la Fórmula 1 la ganó Fangio y el segundo lugar fue para otro compatriota, José Froilán González.

El destino del Justicialista fue similar al del Rastrojero, pero con menos años. La autodenominada Revolución Libertadora buscó eliminar todo rastro de peronismo. Y ese modelo de avanzada fue una de sus víctimas: en 1955 ya no se fabricó ni el sedán Institec ni su versión deportiva.

La muestra se completa con modelos icónicos para ambientar la ciudad en 1972: por las calles están estacionados el Ford Futura, el Peugeot 404, el Citroën CV3, Fiat 600 y hasta el colectivo de la línea 64, en el que los niños hacen cola para subir. Pero tanto el Rastrojero como el Justicialista se llevan todas las miradas. Es que son mucho más que motores, fierros y ruedas. Son otra forma de recorrer el peronismo.

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Jeremías Batagelj
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