El comienzo de esta conquista se remonta a la democracia incipiente de comienzos del siglo XX, cuando el diputado socialista Alfredo Palacios presentó el primer proyecto de ley de voto femenino en el Congreso, en el año 1911, pero no llegó ni siquiera a ser debatido. Un año después se sancionaría la Ley Sáenz Peña de “voto secreto, universal y obligatorio”, pero el concepto de universalidad se refería únicamente a los varones.

Tras la Primera Guerra Mundial algunos países atendieron este reclamo histórico que encabezaron los movimientos feministas, exigiendo la igualdad de oportunidades y derechos entre las mujeres y los hombres. Desde entonces, Nueva Zelanda, Australia, Noruega, Uruguay y Rusia incorporaron a las mujeres a los padrones.
A partir de 1926, las mujeres habían obtenido la equidad legal con los varones, ya que hasta entonces eran consideradas legalmente incapaces por el Código Civil de 1871. Sin embargo, esa paridad que no sostenía la patria potestad compartida (en caso de separación los hijos quedaban al cuidado del padre) tampoco incluía el derecho al voto.
Tras aquel primer proyecto de ley de voto femenino de Palacios se presentaron otras 22 propuestas legislativas. Y recién el 9 de septiembre de 1947, por iniciativa de Eva Perón, pudo sancionarse la Ley 13.010 que establecía en su primer artículo que «las mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen las leyes a los varones argentinos”. Fue promulgada el 23 de ese mismo mes pero se aplicó recién cuatro años más tarde.
Luego de obtener el sufragio femenino, Evita comprendió que la sola existencia de la ley no garantizaba la presencia de las mujeres entre los candidatos con posibilidades de ser electos. Por esa razón, en 1949, junto con otras mujeres que venían actuando políticamente desde 1945, decidieron fundar el Partido Peronista Femenino. En el discurso que pronunció en aquella ocasión Evita precisa la razón de haber creado el partido: “El partido femenino que yo dirijo en mi país está vinculado lógicamente al movimiento Peronista pero es independiente como partido del que integran los hombres (…) Así como los obreros sólo pudieron salvarse por sí mismos y así como siempre he dicho, repitiéndolo a Perón, que ‘solamente los humildes salvarán a los humildes’, también pienso que únicamente las mujeres serán la salvación de las mujeres. Allí está la causa de mi decisión de organizar el partido femenino fuera de la organización política de los hombres peronistas. Nos une totalmente el Líder, único e indiscutido para todos. Nos unen los grandes objetivos de la doctrina y del movimiento Peronista. Pero nos separa una sola cosa: nosotras tenemos un objetivo nuestro que es redimir a la mujer”.
El 11 de noviembre de 1951, en las elecciones presidenciales, 3.816.654 de argentinas votaron por primera vez y muchas fueron candidatas. En esa elección resultó ganadora la fórmula de Juan Domingo Perón – Juan Hortensio Quijano.