Luchador en la vida y arriba de los escenarios, Roly Serrano es una constante muestra de superación, crecimiento y reconocimiento. De los difíciles años de infancia a ese sueño adolescente, silvestre, donde el arte empezó a aparecer como transformador de su horizonte, hasta los momentos de popularidad en las tiras de televisión que reunían a la familia alrededor de la mesa. Polifacético, inquieto, pero fundamentalmente alineado con la sintonía de los barrios, Roly ha sabido consolidar una trayectoria unida por el prestigio y la popularidad, entre obras de culto de grandes festivales internacionales y tiras que han quedado en el imaginario colectivo de los argentinos.
Con décadas de actividad sostenida en cine, televisión y teatro, su recorrido vuelve a potenciarse a través de los roles fuertes que transitan ese limbo entre el bien y el mal, como el caso del Sapo Quiroga en El marginal. Sin embargo, el amor hacia el teatro lo mantiene más activo que nunca, recorriendo el extenso territorio argentino con la celebrada comedia Rotos de amor, junto a Osvaldo Laport, Víctor Laplace y Pablo Alarcón. Una obra sobre los desencuentros, el amor, y el aprendizaje para sobrellevar las dificultades emocionales, que busca ser un faro de calidez y humanidad en medio del desencanto social.
–Tuvo una infancia muy dura, que es una imagen de la lucha y el ponerse de pie. ¿Qué rol jugó en ese sentido el arte y cuándo empezó a sentirse un artista en el sentido pleno?
–El arte fue fundamental en toda mi vida. Fue importante en mi crecimiento, en mi aprendizaje constante. Algo que creo que sería una herramienta ideal para curar una sociedad, curar los procesos de atraso de una sociedad. A mí me empezó a funcionar a partir de que empecé a recibir la respuesta de la gente. La gente fue la que me empezó a hacer sentir realmente que lo que yo hacía era importante para ella. Indudablemente, era un ida y vuelta. A mí el arte me curó como persona, y me enseña cada día a ser mejor persona. Y eso es lo que más amo, porque puedo verme por dentro y curar lo que considero que está mal. Ojalá el arte fuera una herramienta que el Estado usara mucho en las escuelas, en el aprendizaje. No para que seamos todos artistas, sino para que en el futuro haya más gente que piense.
–¿Cuál fue su mayor influencia como actor?
–No hubo un actor en particular que me influenciara. Sí considero que la influencia de los creadores es importantísima y es lo que más nos hace crecer, el ver al otro y verse reflejado en otro, ver lo que genera y produce el otro. Tomé un poco de cada uno de ellos: actores, pensadores, plásticos, escritores. Sí, la influencia es importante, incluso yo mismo con todos los años recorridos considero que mucha gente me toma como referente, por mi pensamiento, mi forma de vida, mi forma de pensar.
–Muchos de los personajes que interpretó fueron individuos de barrio, populares, con mucha conexión con el lenguaje urbano, que han quedado en el imaginario social. ¿Se siente un actor popular, reconocido como tal, más allá de los papeles que pueda elegir?
–Me siento un actor popular, y eso me llena de orgullo, emoción y placer. Porque me aleja de lo que supuestamente es la fama o la popularidad, de lo mediático. La gente me respeta por el camino recorrido, por las obras que hice, por las películas, las series y el teatro. Me reconozco popular, y agradezco eso. Y ahora que estoy trabajando en el interior más, porque la gente se acerca con afecto y con respeto. Es realmente muy emocionante.
–Pasó por el boom de las tiras televisivas y la exposición que ello genera. Hoy mandan las plataformas, pero ¿cambió la dinámica de los actores, hubo una adaptación al respecto?
–Hay algo que ha cambiado, indudablemente. Te das cuenta de que sos una persona más, igual que todos. Empezás a sentir que no sos ese privilegiado artista que había antes, que eran intocable. Te das cuenta de que asumís quien sos como todo el mundo, y que solo tenés el privilegio enorme de poder hacer lo que hacés, lo que amás. Entonces, es sentirse absolutamente privilegiado y que encima te paguen por ello. Y queda ese conocimiento popular que hace que uno se sienta querido por las personas. Y las plataformas, de alguna manera, me hacen sentir dos cosas. Una es que te dan el reconocimiento internacional, que tu trabajo se vea en todas partes del mundo, y eso agranda el espectro de posibilidades de trabajo. Pero también siento que las plataformas están matando nuestra industria, porque solamente se trabaja para las plataformas, y a veces influencian en los contenidos. Y los creadores nuestros, los productores, están empezando a quedar atrás, porque no hay espacio para mostrar tu arte a menos que puedas ingresar a una plataforma con una idea. Y eso no le hace bien a nuestra cultura.
–En El marginal, su personaje del Sapo Quiroga se mueve ejerciendo el poder en sitios outsiders de la sociedad. ¿Cómo fue desarrollar ese personaje?
–La creación del Sapo me generó muchas preguntas. Por un lado, la suerte de hacer ese personaje que todavía es tan reconocido. La gente me saluda mucho por ese personaje. Crearlo fue simplemente rondar dentro de lo que está sucediendo en nuestra sociedad, esto de que los malos sean más queridos que los buenos. Es como una cosa rara. Porque yo quería generar un malo que la gente odiara, pero salió algo que generó empatía con el personaje. Es una cosa para preguntarnos qué pasa con nuestra sociedad.
–Transitó mucho por televisión y cine, con asiduidad y éxito. ¿Qué le ofrece el teatro como artista y qué le permite generar de distinto en el espectador?
–El teatro es del actor, le pertenece al actor, porque es él y el público. El espacio vacío, él y el público. Es el germen del arte, de la expresión, del recibir como espectador. Crear ese mágico momento donde yo cuento una historia y el espectador se sienta y te cree por lo que hacés. Cree todo lo que pasa arriba del escenario. Esa convención es hermosísima. Vos podés cambiar el estado de una persona, si está triste la podés alegrar o también emocionar contándole algo que tal vez le llega al corazón. La televisión y el cine son circunstancias maravillosas, pero el teatro es nuestro, del actor, nos pertenece a nosotros. Ese contacto que tenés con la gente, tanto durante la función como después, te humaniza muchísimo. Son, ahora que estoy mucho de gira, como baterías que vas cargando de humanidad, porque a veces la tele te aleja, te distancia de la realidad, y el teatro no, te acerca, y mucho.
–Rotos de amor está muy conectada con su propia historia de vida. ¿Cómo transitó ese encarnar un personaje que lo interpela tanto y cuánto uno puede aportar emotivamente para transmitir desde esa conjunción entre ficción y realidad?
–Siempre que interpretás un personaje buscás dentro tuyo dónde está la parte de ese personaje, o si coincide. Siempre encontrás dentro de ese personaje algo que tenga que ver con vos, algo que ayuda mucho a darle forma al personaje que vas a interpretar. De la misma manera que puede ser difícil cuando hay algo que tiene el personaje que tengas vos y que no quieras tocar. Es difícil ese momento, porque estarías trabajando desde afuera, de otro lugar, y no estarías contando tu verdad. Y tu verdad es lo mejor que puede tener la expresión artística. A mí sí me ha tocado en muchas ocasiones, y más en esta, que está bastante relacionada con la historia de mi vida, con mi esposa que perdí. Y no voy a espoilear la obra pero el personaje que interpreto se llama El Mudo, y se queda así a partir del fallecimiento de su esposa. He tenido paralelismos en ese sentido, a partir de que mi esposa falleció. Sufrí mucho y me dañé mucho, por dolor, por la pérdida. Pero hay una instancia en que uno tiene que despegarse, correrse de ese lugar: tomar lo que aprendiste, y si sacaste algo de adentro, qué es lo que sacás. Si es algo bueno, guardarlo y mejorarlo. Y si es algo malo, sacarlo y exorcizarlo de tu vida.
–La obra podría ser un drama, pero es una comedia. ¿Cuán importante es el humor no solo para sanar sino también para generar algún tipo de reflexión por fuera de la solemnidad?
–La sociedad necesita divertirse, reírse. Porque estamos viviendo momentos difíciles, muy duros. Donde hay gente que se encarga de enfrentarnos, de generar ese odio que hace que tengamos hacia el otro, por ser distintos, por pensar distinto. Eso me parece horrible. El humor es una herramienta maravillosa, porque podés decir cosas muy duras a partir del humor. Y riéndote podés darte cuenta de que hay algo que está equivocado de tu vida, y eso está bueno. Porque lo primero que hacemos cuando alguien nos dice algo que no nos gusta es cerrarnos, y si nos cerramos no nos permitimos a nosotros mismos modificar algo o cambiar algo. En cambio, a través del humor, la gente se relaja y puede hasta modificar algo que cree que en su vida no está bien.
