• Buscar

Caras y Caretas

           

“Favio hizo una síntesis entre lo popular y la estética vanguardista del arte”

Foto: Alexandra Monges
Foto: Alexandra Monges

El historiador y ensayista Norberto Galasso tuvo una relación muy cercana con el genial cineasta mendocino, de quien escribió una biografía. En este reportaje, revela detalles de algunos de sus encuentros y lo recuerda en sus diferentes facetas.

Norberto Galasso es el autor de Leonardo Favio, una biografía sobre el artista, que escribió en 2015. Ese libro es en gran parte el fruto de una entrañable amistad que el historiador y ensayista supo cultivar durante treinta años con el realizador de Crónica de un niño solo. La relación nació a partir de la admiración de Galasso por la obra artística de Favio y su interés por llevar al cine algunas de sus investigaciones históricas. “Cuando Favio volvió por primera vez al país, de su exilio en Colombia, para dar una serie de recitales, fui al teatro y le dejé en la boletería una carta de presentación y el libro sobre la biografía de Discépolo que yo había escrito. Al poco tiempo, me llegó una carta suya desde la ciudad de Pereira, donde vivía en Colombia. Ahí me trata como si nos conociéramos de toda la vida y me elogia con mucha generosidad el libro. Al poco tiempo, volvió a Buenos Aires y a partir de ese momento entablamos una relación sumamente afectuosa”, cuenta Galasso a Caras y Caretas en el comedor de su casa, abarrotado de libros y documentos, mientras encara la recta final de una investigación sobre la historia de la deuda externa argentina.

A partir de ese vínculo que ambos comenzaron a construir, Galasso le confesó a Favio su deseo de que filmara la vida de José de San Martín, a partir del libro que el historiador había escrito. “Le pareció una muy buena idea, pero en ese momento su proyecto era hacer una película sobre el Che y otra sobre Severino Di Giovanni. Cuando él se metía en un proyecto, estaba abocado exclusivamente en eso y le resultaba imposible pensar en otras cosas”, señala Galasso. Pero lo cierto es que tantos encuentros y charlas compartidas fueron la plataforma perfecta para encarar un libro sobre la vida de este artista tan singular.

–¿Qué pasó con la biografía que escribió sobre Favio, que quizá no llegó a tener la difusión que merecía?

–El libro lo escribí en el marco de una colección que lanzó el Ministerio de Cultura durante la gestión de Teresa Parodi, que se llamó “Los populares”. Lo presentamos el 5 de diciembre de 2015 en un acto que se hizo en el CCK, apenas unos días antes de que asumiera Mauricio Macri. Pero cuando llegó la nueva gestión, lo único que supe del libro fue que los pocos ejemplares que se imprimieron terminaron en una oficina del Ministerio, bajo llave, y nunca se distribuyeron. Cuando asumió Tristán Bauer, le conté de esos libros y me dijo que los habían buscado y no estaban por ningún lado. Pero a partir de entonces, el Ministerio hizo una segunda edición y al menos se pudo distribuir dentro de la administración pública.

–¿Puede decirse que una de las grandes virtudes de Favio era que tenía una importante percepción de lo popular pero a la vez en su obra había una alta calidad artística?

–Exactamente. Supo hacer una síntesis espléndida. Hay cosas curiosas en la vida de Favio. Cuando él se presenta por primera vez en Mendoza, en un casting de cantantes, con apenas 13 años, elige a Discépolo. Eso fue un gran indicio de lo que iba a ser su obra. Pero cuando habla de las películas que lo influyeron, menciona las del neorrealismo italiano, especialmente La strada, de Federico Fellini. Cuando empieza a trabajar con Leopoldo Torre Nilsson, de él capta esa capacidad estética pero le agrega su impronta popular y visión en favor de los más desprotegidos. Favio siempre contaba que con Babsy (apodo de Torre Nilsson) no se podía hablar de política. Pero de él aprendió mucho para volcarlo después en su arte. Como muy pocos artistas, Favio supo hacer una síntesis entre lo popular y la estética vanguardista del arte. Eso es lo que más sorprende de su obra.

–Otra particularidad que sorprende de Favio es que casi no tenía formación académica. Su obra era puro instinto.

–Sin ninguna duda. Era una persona con una gran capacidad para absorber conocimientos. Y al lado de Torre Nilsson aprendió muchísimo. Empezó a vincularse con él a partir de trabajar como ayudante y desempeñando papeles menores en sus películas. La primera en la que aparece es La cautiva, donde hace un papel casi sin importancia. Con el tiempo se hacen amigos. Leonardo quedó fuertemente impactado por todo el oleaje cultural, que a veces en el peronismo se da mediatizado. El peronismo tiene una gran fuerza popular, que a veces se expresa en el arte, pero en general el mundo artístico le es bastante esquivo.

–De su faceta musical, quedaron en la memoria colectiva sus baladas románticas. Sin embargo, también supo componer canciones con un alto contenido político y social, ¿no es así?

–Sí, totalmente. En parte esas canciones no trascendieron porque expresamente se encargaron de no difundirlas. Por ejemplo, hay una canción en la que invoca a Dios y dice: “Señor, yo te lo ruego/ quisiera imitarte en tu caída/ Dame el honor de verme muerto/ a bala/ por un encargo de la oligarquía”. En otra dice: “Soy un cantor de pueblo, sin mucho vuelo/ pero por ser el pueblo sé lo que quiero/ canto a la gente simple y sencilla/ y odio como se debe a la oligarquía”. Hay una canción que tiene unos versos muy lindos: “La historia de la humanidad es una infinita cadena de caricias”. Son letras que estaban muy empapadas del momento político que vivía el país, a fines de los 60 y principio de los 70.

–¿Su relación con el peronismo se daba desde esa percepción que tenía por lo popular?

–Sí, a él no le interesaba tanto la rosca política ni nada de eso. Te diría que hasta despreciaba todas esas cuestiones. Por ejemplo, Perón. Sinfonía del sentimiento nace de un acuerdo que Favio hace con [Eduardo] Duhalde, quien tenía la intención de explotar la película como parte de su campaña electoral. Por lo tanto, logró una importante financiación. Pero lo cierto es que Favio no hizo nada de lo que habían pautado. No la entregó en fecha ni hizo una obra a la que Duhalde pudiera capitalizar políticamente. La hizo totalmente fiel a su visión “fanáticamente peronista”, como él mismo decía. Ya desde el nombre de la obra dejó claramente su posición: “Sinfonía del sentimiento”. Por sobre todas las cosas, sentía al peronismo desde su parte más humana. Recuerdo que me contó que la primera vez que lo vio a Perón, en el momento de estrecharle la mano, en su mente convocó a sus viejos amigos atorrantes, como el Negro Cacerola, el Pájaro, el Manco y toda la barra con la que andaba en su niñez en Mendoza. En el peronismo encontraba la fuerza política que a todos aquellos, como a él, les había dado la dignidad que les correspondía.

Escrito por
Pablo Galand
Ver todos los artículos
Escrito por Pablo Galand

%d