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Caras y Caretas

           

Mucho más que un amor de Kafka

El 17 de mayo de 1944, Milena Jesenská murió en un campo de concentración. Escritora, periodista y traductora, mantuvo una encendida correspondencia con Kafka, que llegó a publicar. Su historia es narrada en un libro de Ana Arzoumanian.

“Sus ojos subyugan con su brillo el dolor del mundo.” Se lo dice Franz Kafka en una de sus primeras cartas. Aún la trata de usted. Una línea entre las tantas que irán dándole cuerpo a Milena, como si de un personaje literario se tratara. Sin embargo, una mujer real, amiga, amada. Cartas a Milena y Cartas a Felice constituyen una bibliografía esencial en la obra de Kafka. Como sus Diarios. Estas, sus otras escrituras, refuerzan un destino de inconclusión y desdicha que no es más que enorme literatura denunciando, desde una forzada intimidad, un mundo roto, incompasivo, enfermo. Primeras décadas del siglo XX. Zona de entreguerras. Aquella Europa del Este. Kafka muere en 1924. Una agonía reemplaza a la otra: la tuberculosis y el hospital en vez del hacinamiento y el campo de exterminio. Conoceremos a esas mujeres, “sus mujeres”, a través de la tímida lucidez kafkiana, de su escritura sin igual. Sin embargo, Milena, que no escapará de la opresión nazi, será, lo sabremos con el tiempo, mucho más que una de “sus mujeres”. Amiga y amada Milena Jesenská: periodista e intelectual brillante, militante comunista primero, integrante de la resistencia después. Traductora exquisita. Así comienza. Kafka escribe en alemán, aunque nació en Praga. Milena traslada primero el cuento “El fogonero”. Y otros. Más tarde, póstumamente, El proceso. Todo irá de la lengua elegida (el alemán) a la lengua originaria (el checo). No es un punto menor. En estas historias, las lenguas marcan el camino del poder, la calidad del sometimiento, el tono de la libertad.

El campo y la amistad

Los nazis han tomado Praga. Persiguen a Milena Jesenská, activa en la resistencia. Cuando la encuentran, la interrogan y acosan delante de su única hija, que arropa las publicaciones clandestinas en las que participa su madre. Todo está bien escondido. Es una niña, pero sabe. Ve. Ve y sabe todo. También ve cómo se llevan a su madre. Que recorrerá diversos lugares de encierro. Hasta el definitivo: el campo de Ravensbrück, al norte de Berlín. Donde morirá el 17 de mayo de 1944.

Cuatro años en el campo de concentración pueden sostenerse, acaso, gracias a la amistad con Margarete Buber-Neumann. La historia de Milena sale a la luz, en parte, gracias al libro de su amiga. Milena le cuenta todo. Le propone hacer un libro juntas, incluso. “Cuando salgamos de aquí.” Margarete le aclara que no escribe; intelectual politizada, pero no escritora. Sin embargo, al final, cuando salga, le regalará a su amiga, y al mundo, páginas esenciales en las que no omite la descripción del lugar: “En 1940 la Gestapo había encerrado allí aproximadamente a 5.000 mujeres: detenidas políticas, presas judías, internadas por motivos religiosos, gitanas, delincuentes y asociales. Al final de la guerra había en Ravensbrück alrededor de 25.000 mujeres. Al principio el campo constaba de dieciséis barracones de una planta; en el transcurso de los años se convirtieron en treinta y seis, en los que metían a las mujeres apiñadas como sardinas. Exceptuando a las delincuentes y asociales, las mujeres que tiraban como trapos al campo eran amas de casa, madres, chicas jóvenes, ciertamente de diferente carácter, pero exactamente iguales a cualquier persona en libertad. El primer año había relativamente pocas opositoras al régimen, aparte de las alemanas, polacas y checas. Más adelante el número aumentó considerablemente, debido a los movimientos de resistencia que iban surgiendo en los diferentes países ocupados por Hitler. A las presas políticas se les hacía algo más llevadera la adaptación a la vida del campo. Ellas habían luchado y eso daba un sentido a su sacrificio. Su internamiento les demostraba que eran un peligro para el nacionalsocialismo. Eso hacía crecer su autoestima. Pero el grueso de las detenidas constaba de personas que habían llegado a aquel horrible campo sin saber exactamente por qué”.

Los 48 maratónicos años de Milena hasta difuminarse en Ravensbrück podrían, apretadamente, sintetizarse así: a sus 16 muere su madre; poco más tarde conoce, en un círculo literario en Praga, a Ernst Polak. Se enamoran. Se encuentran a escondidas. El padre de Milena, un médico conservador, no tolera este arrebato de su hija. “Jan Jesenský, para quien, como buen patriota checo, la relación amorosa de su hija con un judío alemán significaba la peor de las ignominias, recurrió a un medio terrible para terminar con el escándalo. Ocultó a su hija en un sanatorio mental, en Veleslavín”, relata Buber-Neumann. Milena, enajenada y rebelde, tolera el encierro un año. Hasta que consigue escapar. Rompe vínculo con su padre, se casa con Polak y se instalan ambos en Viena. Allí Milena traduce del alemán al checo y da sus primeros pasos como periodista. Es autodidacta y brillante. Y necesita dinero. Su marido, bohemio y diletante. La relación con Kafka se activa en esos años. La relación con Polak se deteriora. Cada relación abonará una herida. Sin embargo, de ahí en más, no serán pocos los amores de Milena. Escribe y publica en diarios importantes de la época. Se afilia al comunismo. Se desafilia. Tiene una hija. Durante el embarazo, Milena se enferma gravemente. Contra todo pronóstico, se recupera y continúa, aunque su cuerpo queda debilitado. Su vida es de una intensidad feroz. Puntillosa y precisa, mientras las dos amigas bordean el muro que separa el campo de la vida, Milena susurra a Margarete cada acontecimiento, cada amor, cada desacierto. “En ella se daban grandes contradicciones. Dulzura femenina junto a una determinación masculina. Era muy púdica y al mismo tiempo muy lanzada.”

La Jesenská

Un día, la poeta, ensayista y políglota argentina Ana Arzoumanian descubre los textos de Milena que hasta el momento no se conocen en español. “Encontré una recopilación de sus artículos periodísticos en francés y me llevé una sorpresa enorme. Descubrí una pluma increíble; una visión del mundo súper moderna y revolucionaria. Quedé fascinada. Con su mirada revolucionaria y su apuesta política. Encontré que su hija había escrito un libro también sobre su madre. Y cuando leí la versión de la hija, recién ahí fui a la versión de la amiga. Así surge el mundo Milena, entre comillas, el mundo de aquella Checoslovaquia desmembrada, desmembrada también la familia de Milena por dentro, todo eso se refleja en su cuerpo y en su familia.”

Y todo eso, Arzoumanian lo pone en escena en su libro. Prosas poéticas desmembradas. Poemas que esquivan datos. Una trama que se desnarra en la medida que documenta. Nunca nada está en el lugar correcto. Poemas al fin. Así nace La Jesenská (Paradiso Ediciones, 2019), la obra que Arzoumanian compone como un coro de solistas imponentes. Varias voces que aportan su versión de los hechos, de la vida de esa familia en ese contexto de desarme y resiliencia. Textos que viajan hacia adentro de las voces para habitarlas. La de Milena. La de su hija. La de la hija de su hija. La de su amiga. “Me imaginé este libro como una ópera –explica Arzoumanian–; una cierta voluptuosidad de las voces en escena, una hablándole a la otra. Aparecen también la voz de la historia y la voz de la traducción.” Ese ensamble de voces apostando al ritmo del lenguaje y a su fuga desdibuja el componente objetivo de la historia e ilumina el desgarro, la desorientación, la soledad, el abandono, el desastre que dejan, en los cuerpos por venir, los imperativos de las guerras. “Ir/ hasta el fondo/ de toda experiencia/ solo para constatar/ que las cosas/ existen aún/ cuando yo no estoy ahí (…) Estoy/ perdiendo uno de/ los más grandes dones/ de la vida. El don/ de la desesperación de/ morir.”

Cómo se escribe lo traumático, se pregunta Arzoumanian. “Escribir lo traumático de manera lineal, contarlo de manera cronológica sería salvar el trauma de su propio peso y en verdad lo que me interesa es que el lector sea sensible a eso, que le pueda pasar algo más allá de la información que podrá encontrar en un libro de historia o geografía, sino que haya una sensibilidad. En ese sentido la noción de poema documental me interesa muchísimo porque, aunque documenta, es poético. Que la documentación sea sensible. Que afecte y ofrezca ese abanico de posibilidades: tristeza, angustia, compasión, miedo, esperanza. Me gusta llevar eso a las dinámicas de la lengua, que pase algo en ese campo y que el lector se encuentre en medio de eso. Claro que esto que digo ahora me aparece como concepto después, no antes ni durante el proceso, puesto que cuando escribo sigo el juego que me indica la escritura.”

Arzoumanian se mete en esos cuerpos desollados, masajea con el lenguaje cuerpos de mujeres que se yerguen mientras agonizan. Leemos y ardemos en la hoguera de la sinrazón de un mundo mancillado y estrecho. Dice la Buber-Neumann en la pluma de Arzoumanian: “Con el polvo mineral de color gris claro y lo que queda en el aire, ese humo, he escrito nuestro libro, Milena”.

Escrito por
María Malusardi
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