Una noche de mayo de 2016, Marcelo Vallejo, ex apuntador de mortero durante la guerra de Malvinas, se situó frente al auditorio británico que colmaba las gradas del prestigioso Royal Court Theatre de Londres y prologó en español: “Estoy aquí, con el enemigo, contando las historias que nos sucedieron en la guerra”. Seis años más tarde, el mismo Vallejo hace lo propio frente a una platea que no precisa de la traducción electrónica simultánea para seguir sus parlamentos. Está en la Sala Coronado del Teatro General San Martín, ese emblemático espacio porteño.
Vallejo es uno de los seis personajes y actores no profesionales, argentinos y británicos, que le pusieron el cuerpo a la guerra en el campo de batalla y se lo vuelven a cargar en sus secuelas, sobre el escenario, en la obra Campo minado (Minefield).

Escrita y dirigida por Lola Arias, Campo minado giró por salas de treinta países hasta desembarcar con todas las luces puestas en su reestreno ante un público que se siente directamente interpelado. El espectáculo forma parte de una serie de actividades programadas por el Complejo Teatral Buenos Aires para repensar la guerra de Malvinas y en homenaje a los veteranos y caídos en el conflicto del Atlántico Sur.
En la platea, sentimientos encontrados se hilvanan de manera alternada durante los 100 minutos de esta producción singular también en el terreno artístico, que fusiona recursos del teatro, el video y el musical para configurar un fresco de la guerra y sus consecuencias en las personas que la libraron. No se trata de un espectáculo convencional. Tampoco de una guerra ajena. El episodio Malvinas, del que se cumplen cuatro décadas, con todo el despliegue conmemorativo que conlleva, todavía amerita lecturas y reivindicaciones, pendientes e inconclusas.
El show debe continuar
En el imaginario de la directora, conocida por su labor en el teatro documental (caracterización que no la convence pero resulta válida a la hora de ponerle un nombre), se planteó de movida el interrogante sobre la figura del veterano de guerra. “¿Un sobreviviente? ¿Un héroe? ¿Un loco?” Preguntas que se trata de dilucidar a partir de esa “vida después”.
En la génesis del proyecto (2013), hubo una videoinstalación para el Festival Internacional de Teatro de Londres (LIFT), que abordaba las vivencias argentinas a partir de las intervenciones artísticas realizadas por ex combatientes en sus lugares de desempeño actual.
A partir de ahí, la directora y equipo se interesaron por investigar qué había para contar “del otro lado”, y los que podían pensarse a priori como “los vencedores” depararon otras tantas historias dignas de ser contadas (y representas) justamente a partir de las diferencias.
“Nuestros veteranos de guerra son todos varones de 60 años, aunque existen las mujeres de Malvinas, pero ese es otro tema. En cambio, en Inglaterra, los veteranos o veteranas de guerra pueden tener desde 30 hasta 80 años. Es un universo muy amplio y cruza a todas las generaciones, porque el país ha participado en innumerables guerras. Es una circunstancia permanente a lo largo de toda su historia”, resignifica Luz Algranti, coproductora de todo el proceso y a cargo del reestreno en Buenos Aires.
Después de un exhaustivo casting en ambas orillas, que ponderó rudimentos de música (uno de los hilos conductores del collage audiovisual), el “seleccionado” binacional quedó conformado por tres argentinos, dos británicos y un gurka nepalés. Ellos son: Vallejo, que casi se suicida arrojándose a un río de montaña en San Luis sin saber nadar y hoy es triatlonista; Rubén Otero, que sobrevivió al hundimiento del General Belgrano y hoy toca la batería en una banda tributo a Los Beatles con la que llegó a presentarse en el Palacio de Buckingham, y Gabriel Sagastume, “un soldado mediocre” que nunca aprendió a tirar y hoy funge como abogado penalista.

Del otro lado de los recuerdos están Dave Jackson, que se pasó la guerra escuchando transmisiones en código y hoy les presta oídos a los pacientes de su consultorio psicológico; Lou Armour, que fue tapa de todos los diarios y revistas en la difundida foto de la rendición de la guarnición militar el 2 de abril y luego volvió por la revancha, y el nepalés Sukrim Rai, que recién obtuvo la residencia británica en el siglo XXI y hoy se desempeña en una agencia de seguridad.
La novedad de la versión 2022 la constituye la sólida participación de Tip Cullen, un ex marine que tras casi tres décadas en la Armada Real y numerosas intervenciones en todo el orbe, decantó en una faceta de actor de televisión.

“Nunca habíamos tenido un reemplazo y es bien difícil en una obra documental porque hay que reescribir para ese nuevo integrante. Tip, que es un poco más joven, explicita que está hablando en nombre de Armour, quien por estos días no pudo abandonar el instituto donde trabaja con chicos con discapacidad”, precisa Algranti.
Pero los veteranos no están solos en escena. Si bien el leit motiv atraviesa memorias particulares, los protagonistas políticos de aquellas jornadas también tienen su espacio. A una mascarada del general que arengó desde el balcón de la Rosa “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, le responde una Thatcher de papel maché que invoca los “valores” que los ingleses nunca habían perdido. Queda claro que las bravuconadas tuvieron consecuencias y eso lo deja en claro la narrativa, subrayando en palabras de los propios vencedores el triunfo de un modelo de gestión neoliberal, verdugo del Estado de bienestar en Inglaterra.
Finalmente, la música recorre como espina dorsal toda la estructura de la obra, casi un soundtrack en vivo con energía punk y espíritu conciliador, nunca renunciante.
“Alguna vez se te murió una persona entre los brazos/ Alguna vez mataste a alguien”, desgranan las estrofas de un furioso manifiesto con aires dylanescos y estética de The Wall (Pink Floyd), que actúa como broche de un espectáculo imprescindible de la cartelera actual.
Fotos: Carlos Furman
Campo minado se presenta en la sala Martín Coronado del TGSM, de jueves a domingo, a las 20. Última función: 24 de abril.