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Caras y Caretas

           

Que parezca un accidente

Julieta Lanteri murió atropellada en pleno centro porteño por un auto que se subió a la vereda en marcha atrás. Si bien la policía lo catalogó como un accidente, las dudas persisten hasta la actualidad.

Adelia di Carlo fue una de las pioneras del feminismo en la Argentina. También fue una de las primeras periodistas. De hecho, gracias a su reclamo, pudo cobrar por sus colaboraciones en varios medios, algo que no era habitual para las mujeres. Durante 27 años fue redactora de la revista Caras y Caretas. A ella se deben valiosas notas biográficas sobre las más importantes feministas de nuestro país: Cecilia Grierson, Julieta Lanteri, Gabriela Mistral, Juana Manso, entre tantas otras. A pesar de haberse recibido como maestra en el Normal 1, comenzó su carrera como periodista, en 1907, como cronista social, en el vespertino El Tiempo, que dirigía Carlos Vega Belgrano, cuando apenas tenía veintiún años. Un día, José Ingenieros leyó uno de sus artículos y facilitó su ingreso en el periódico La Argentina, donde fue redactora y jefa de sección. Mientras, colaboraba también en Caras y Caretas, P.B.T., La Razón, La Patria, La Mujer, El Hogar y Estampa. Escribió los libros La canción de la aguja, El hijo del guardabosques, Astillas de sándalo, En las viejas capillas, Cartas de amor y En espera de la hora.

En 1932 la sorprendió la muerte de su amiga Julieta Lanteri. Ambas eran sufragistas. En plena década infame, el curioso accidente en que falleció Lanteri llamó su atención. Así lo expresó en la página 99 de la edición Nº1.744 de Caras y Caretas, del 5 de marzo de 1932, donde la homenajeaba pero también sembraba dudas sobre las circunstancias de su muerte: “Cuándo se escriba la historia del feminismo en nuestro país, se hallará su símbolo y su encarnación viviente en la doctora Julieta Lanteri, gran exponente de perseverancia y de elevación en la misión impuesta. Ahora que se comenzaba a vislumbrar el triunfo de los ideales feministas por los cuales bregó incansable en los últimos veinte años de su vida, desaparece la doctora Lanteri víctima de un accidente de automóvil. Hace más dolorosa la circunstancia que ha provocado su muerte, el hecho que ella temía ese trágico fin”.

Julieta Lanteri caminaba por Diagonal Norte y Suipacha, en pleno microcentro porteño, en la tarde del 23 de febrero de 1932, cuando fue atropellada por un auto que se subió a la vereda… marcha atrás. El conductor huyó y Lanteri murió dos días después, en el hospital Rawson, producto de las heridas recibidas. Tenía 58 años. Aunque la policía caratuló el hecho como un accidente, la periodista (que también trabajaba en el diario El Mundo) comenzó a publicar una investigación que determinaba que el informe policial estaba borroso y no se podía leer el nombre del conductor del vehículo, que luego resultaría ser David Klapenbach, un miembro del grupo paramilitar de derecha conocido como la Legión Cívica y que tenía un frondoso prontuario. Como respuesta a esa publicación, la casa de Di Carlo fue saqueada por la Policía Federal.

A pesar de la denuncia periodística, el crimen nunca se esclareció.

En otra parte de su nota de despedida, Di Carlo resaltaba su temple de lucha ante las adversidades: “No se intimidaba ante los ataques, ni ante las burlas; el ridículo no era fantasma capaz de asustarla y la indiferencia parecía no conmoverla. Mujer valiente, fuerte, enérgica y perseverante, estudiosa, inquieta, trabajadora, espiritualista, generosa, alentadora de la juventud de la cual gustaba rodearse; alma de niña siempre fresca y soñadora, de consejo incisivo, de acción eficiente, la doctora Lanteri deja la siembra de nobles ideales en el almácigo preparado y regado por su esfuerzo y por celo incansable”.

Y EN EL 2000 TAMBIÉN

Más acá en el tiempo, los historiadores Felipe Pigna y Araceli Bellotta, retomaron la teoría de Di Carlo, en sus libros Mujeres tenían que ser y Julieta Lanteri, la pasión de una mujer. “La muerte de Julieta fue un incidente extrañísimo. Cuando fui a investigar a la policía me di cuenta de que el acta en donde constaba el accidente estaba borroneado. Llamativamente, la página anterior y la posterior se veían perfecto. Y en la Justicia pasaba lo mismo, el expediente estaba destruido. Era la dictadura de Uriburu y salían a perseguir a todos: sindicalistas, anarquistas, y la figura de Julieta era muy controversial, encajaba perfectamente en esta descripción”, dice Bellotta. Y agrega: “Di Carlo fue la única que se animaba a decir desde hacía un tiempo que Julieta temía por su vida. Eso la impulsó a investigar el crimen”.

En su investigación, Felipe Pigna explica: “La Legión Cívica fue un organismo de represión política formado por civiles armados que respondían al general dictador José Félix Uriburu”.

Tras su muerte, unas mil personas participaron de su funeral y su vida se tornó ejemplo. En estos tiempos en donde el feminismo sigue conquistando derechos, como la ley de interrupción voluntaria del embarazo o la persecución al femicidio y toda violencia de género, quedan retumbando las palabras finales de Di Carlo en su despedida a Lanteri en las páginas de nuestra revista: “Y porque fué un ejemplo acabado de energía de carácter que sabe mantener convicciones por encima de obstáculos y de sinsabores, su nombre debe ser pronunciado con cariño y con respeto en cada conquista que alcancemos o en cada etapa cumplida”.

Escrito por
Fernando Amato
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