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Caras y Caretas

           

“Era un consagrado que nunca estuvo en la quietud”

Gabriel Polese es secretario general de la Unión Nacional de Artistas Audiovisuales y un muralista que siente el legado de Antonio Berni.

“El artista está obligado a vivir con los ojos abiertos”, decía Antonio Berni. Condensa su capacidad de ver como pintor y su posición ética como revolucionario. Gabriel Polese, secretario general de la Unión Nacional de Artistas Visuales (Unav), se cuenta dentro de ese grupo que actualmente espera que el Congreso nacional le otorgue estado parlamentario al proyecto de Paula Penacca (FdT) de creación del Instituto Nacional de las Artes Plásticas y Visuales que reconoce a los artistas de todo el país como trabajadores. “La Unav nuclea a artistas que trabajan a lo largo y a lo ancho de las provincias para contar la historia argentina y mostrar las distintas realidades y las atrocidades que se cometen”, cuenta Polese a Caras y Caretas.

La mayor parte de su obra está en murales de los barrios más vulnerados de Lanús y Avellaneda. “El arte es una herramienta para la construcción identitaria de los pueblos y es disparadora, a través del impacto visual, de pensamiento crítico en la sociedad”, sostiene el artista y militante. En ese sentido, Berni es para él uno de los mayores referentes: “Así como los movimientos revolucionarios en su momento usaban armas para poder hacer la revolución, Berni usaba todos sus recursos técnicos para poder hacer un acto revolucionario en cada una de sus obras”.

–¿Cuál es el legado de Berni para las generaciones de artistas comprometidos con lo político?

–Berni era un hombre de la política con enormes convicciones y con un gran talento artístico. Él mismo lo decía: no se podía leer su obra sino desde la política. Para nosotros, que tenemos la herramienta y el oficio, pero que entendemos que el oficio siempre hay que ponerlo a disposición de las causas justas y de las necesidades del pueblo, Berni es el máximo exponente de esa manifestación.

–¿Qué impronta le dio Berni al muralismo?

–Berni entendió el mural desde otro lugar por la realidad que estaba atravesando el país. [David] Siqueiros proponía el arte en el espacio público, pero la Argentina en los treinta estaba atravesando la dictadura de [José Félix] Uriburu y no se podían hacer esas producciones en el espacio público. Entonces Berni generó obras como Manifestación, Chacareros u Obrero herido, todas de realismo social, que las hizo transportables para adaptarlas según el contexto, cosiendo bolsas de arpillera de azúcar con [Lino Enea] Spilimbergo, experimentando pigmentos. Eran obras que nunca iban a estar colgadas en una galería o en un museo. Se llevaban en los momentos coyunturales de reclamos, de resistencia del movimiento obrero.

–¿Cómo articulaba el uso de las distintas técnicas con los reclamos políticos?

–Usó diferentes recursos técnicos dependiendo de la situación en la que se encontraba. A los 14 era un niño prodigio, se fue a Europa con becas del Jockey Club y de la Municipalidad de Rosario, pero con el golpe de Uriburu le sacaron la beca y volvió a la Argentina. Cuando llegó a Rosario de vuelta rompió con todo. Empezó a caminar por los pueblos profundos de Santa Fe y se encontró con los trabajadores golondrina y con sus hijos, los changuitos. Esos changuitos fueron los disparadores de Juanito Laguna, pero él los pintaba con una técnica totalmente distinta con la que pintaba en Europa o después, en la etapa de Juanito y Ramona Montiel, cuando empezó a usar los desechos de la fábrica que tenía detrás de la casa. Lo que fue una constante en él fue que puso sus pinceles y sus técnicas a disposición de las causas del pueblo. Con Juanito Laguna, Berni decía que le había puesto nombre y apellido a una multitud que estaba en la absoluta marginalidad y la convirtió en un símbolo.

–¿Qué importancia tiene para un artista recorrer el país, ver las distintas realidades?

–Berni era un artista consagrado que nunca estuvo en la quietud. La Unav tiene eso, tenemos compañeros en todo el país. Uno ve desde dónde aborda la obra un compañero, por ejemplo, en el Chaco, en el monte; le cuenta al mundo cuáles son las necesidades de todo lo que lo rodea. Ahí hay un cambio de paradigma. Antes el artista de caballete trabajaba en su taller y no podía ver más allá de sus cuatro paredes. Ese paradigma se rompió porque hay muchos artistas de todo el país, y eso tiene que ver con lo que estamos pidiendo con la Unav, que están trabajando en todas las provincias para contar la historia argentina y las distintas realidades con un marco federal.

–¿Cuál cree que es la potencia del trabajo que hacen?

–Tenemos el potencial de poder sensibilizar a través de un mural en un espacio público, por ejemplo. Pinto las barriadas, me meto en las villas y laburo ahí. A veces hago murales comunitarios: me siento con la gente, hablamos sobre las problemáticas del barrio y armamos un mural. Eso genera estímulos. Hay muchos pibes en las barriadas a quienes se les despierta un sentido de poder hacer otra cosa, es algo muy esperanzador. No se trata de llevar la cultura al barrio, como dicen muchos, porque la cultura está en el barrio. Lo que tenés que llevar son las herramientas, los recursos para que esa cultura se pueda desarrollar.

–Es interesante cómo en las obras de Berni se muestra la pobreza, pero también el consumismo vacío, por ejemplo en las piezas neoyorquinas.

–Fue muy inteligente, porque utilizó el recurso del momento: la publicidad. En cada tiempo histórico de su producción plástica visual usó distintos recursos técnicos para contar la realidad desde distintos lugares. En el momento de la obra en Estados Unidos, en los setenta, poco tiempo antes de morir, usó la misma herramienta que el mercado, pero en lugar de imponer un producto mostró la barbarie, la explotación. El contraste entre una parte de la sociedad capitalista, consumiendo todo, y la que estaba siendo explotada. Berni usaba distintos recursos siempre en función de generar el mayor impacto visual. Cada obra de Berni es un acto revolucionario.

Escrito por
Juan Funes
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