“La cuna del hombre la mecen con cuentos”, dice Dora Barrancos citando a León Felipe. Así como el poeta español, la historiadora feminista sabe de relatos y cómo terminan. Es un recorrido sinuoso el que va desde el hito de Julieta Lanteri (que define como “un voto de la feliz casualidad”) hasta la sanción del aborto legal, seguro y gratuito, pero son tierras conocidas para la investigadora principal del Conicet: lo suyo es alumbrar lo real, señalar lo mitológico y dar voz a las hazañas silenciadas de quienes hicieron la historia grande de los derechos políticos de las mujeres. Si el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos, la lucha de las mujeres será el nuevo despertar.
–¿Cuál es el recorrido de la Ley 13.010 que establece igualdad de derechos políticos entre hombres y mujeres?
–Terminada la Primera Guerra Mundial hubo acuerdos importantes en el área del panamericanismo con los acuerdos de Chapultepec que ya recomendaban fuertemente el voto para las mujeres en América latina. El Consejo Interamericano de Mujeres (CIN) también fue una gran polea de incentivo para que los países acordaran el voto para las mujeres, pero antes de los años ‘40 ya había voto femenino calificado en Ecuador (1929); en Brasil (1932), también calificado; en Cuba (1932) y en Uruguay (1933). Cuando se va a la movilización por las elecciones de 1946 casi todas las fuerzas políticas proponían el voto. Entre ellas, desde luego, la fórmula del Partido Laborista que significó el triunfo de Perón, quien ya había dicho que iba a haber voto femenino. Ahí debemos reconocer la enjundia que le puso a la iniciativa la propia Evita.
–Eva pide que la esperen para el debate de la Ley de Voto Femenino.
–Lo que ocurrió fue que Evita viaja a Europa y le pide al diputado Eduardo Colom que no traten el proyecto hasta su regreso. Yo por supuesto he conjeturado que Evita quería seguir de cerca todo el curso del debate y de la sanción. Mientras tanto hay que recordar que Evita había recorrido sindicatos, sobre todo aquellos que tenían muchas mujeres –como las plantas de manufactura, por ejemplo–, había hecho diversos actos y después hace ese gran acto en la Plaza de los Dos Congresos, una forma notable de presionar la sanción de la ley.
–Y también convoca fuertemente a las mujeres a la participación política.
–Absolutamente, eso es lo que hace Evita: en Europa había visto que La Falange tenía una organización femenina y, bueno, en ese viaje dijo “esto hay que inventarlo en la Argentina para nuestra fuerza”. De modo que después de sancionado el voto, inmediatamente comienza a pergeñar la rama femenina.
–¿Cómo impacta la experiencia de 1951, la primera vez que votan las mujeres en Argentina?
–Ese resultado es de enorme proyección en América latina porque las representantes en el Congreso fueron algo más que el 25 por ciento, gracias a que Evita discute fuertemente –creo, es un modo de imaginarnos– un tercio para la rama masculina, un tercio para la rama gremial y un tercio para la rama femenina. Esto hace que la Argentina haya tenido tal sobrerrepresentación de mujeres en aquel momento, algo que no se verificaba en los otros países que habían estado adelantados en materia de sufragio. Tampoco en Europa había esas tasas de participación de mujeres en los parlamentos, salvo en los países nórdicos.
–Con la creación de la rama femenina del Partido Justicialista usted señala que se da una feminización de la política, pero no del poder…
–Así es, la Argentina en ese punto también es muy precursora por las tasas de participación en los escaños parlamentarios, pero además por la figura de Evita dentro del peronismo, una figura única en cualquiera de las manifestaciones populistas de América latina, que son más bien misóginas y testosterónicas. Es muy complejo dar unanimidad a las formas populistas de América latina en este medio siglo, pero lo femenino en la política es una construcción del populismo de la Argentina. Aunque hay una cierta triangulación donde Perón es el foco que irradia luz sobre Evita, Evita consigue una magnitud de poder que tiene relativa consideración de luz propia. Yo estoy en condiciones de decirte casi como gran hipótesis que cuando Evita se enferma trágicamente y muere joven hay una adhesión inmensa a su figura. Entonces entre las masas populares la figura de Evita en algún momento tiene un destello propio, sobre todo cuando se va apagando y se va haciendo ese halo de santidad; eso es lo que me permite decir que hubo una cuota alta de cuasi feminización del poder político en la Argentina.
–¿Ese proceso finalmente se consolida con una mujer ejerciendo la presidencia?
–Sí, yo creo que sí. Es difícil hablar de feminización del poder porque el poder son muchas dimensiones y efectivamente son los poderes fácticos los que han tenido muchísimo anclaje y se ve hoy día. Pero sí, siempre he sostenido que en la Argentina hay una tradición de politización de las mujeres que estaba antes que Evita pero que con Evita quedó sobresubrayada y fue exponencial. Esa tradición todavía entonó más la participación de las mujeres en las formaciones populares en la Argentina y que una mujer de la cantera del gran movimiento nacional y popular haya sido dos veces presidenta electa de este país es algo que no es ajeno a la tradición de cierta feminización de las adhesiones al peronismo.
–¿Cómo ve hoy a la Argentina en materia de derechos políticos de las mujeres?
–Creo que la Argentina en este momento tiene el mayor número de logros en materia de política de derechos de las mujeres, y no solo de las mujeres, sino también de las identidades diversas. La Argentina ha logrado una ley, una legalización del aborto con una técnica legislativa notable, de una excelente cobertura de bien jurídico y autonomía de las mujeres y de las personas gestantes. Esto nos pone en un sitio prominente. Por ejemplo, en materia de paridad hay algunos países que nos habían ganado, pero tienen dificultades para plasmarla debido a sus sistemas políticos: la lista completa cerrada es la única que da garantía de que se cumpla con la paridad porque cuando tenés –como en el caso de Brasil– cien candidatos del mismo partido para un cargo, hay una debilidad de la fuerza partidaria que le da fortaleza a la candidatura individual… ¿y ahí qué pasa? ¿Quiénes tienen plata para hacer campaña? Los varones. Por eso en Brasil es tan baja la representación femenina en el Congreso. No basta el estado de ciudadanía formal para votar y ser votada, hay que dar garantías desde el propio sistema político.