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Caras y Caretas

           

El legado del artista que denuncia

De la pintura al muralismo, del collage al grabado, del surrealismo al nuevo realismo: diversas técnicas y movimientos con un mismo fin. Distintos colegas hacen un alegato sobre la obra de Antonio Berni.

¿Por qué la decadencia del arte es una resultante del divorcio de este con la masa de la población? El verdadero artista y el verdadero arte de un pueblo es aquel que abre nuevos caminos impulsados por las cambiantes condiciones objetivas (…) El nuevo realismo es el espejo sugestivo de la gran realidad espiritual, social, política y económica de nuestro siglo”, escribió Antonio Berni en 1936, en un artículo publicado en la revista Forma, donde estampaba explícitamente la crítica hacia aquellos artistas que, alejados de la realidad, trabajaban para conformar a los visitantes del salón.

Cuarenta años pasaron del fallecimiento del rosarino miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes y, a su vez, crítico del academicismo. Del pintor, del grabador, pero también del muralista y del collagista comprometido. Del que vivió en varios países de Europa y del que eligió instalarse en Santiago del Estero. Del que creó a Juanito e ideó a Ramona. Artistas y curadores contemporáneos recorren sus producciones y su influencia en las producciones actuales.

Andrés Duprat, arquitecto, curador y director del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), describe la obra de Berni como aquella que, con lenguajes de tiempos actuales ligados al surrealismo, a la metafísica y a la nueva objetividad, logra una maravillosa e incomparable crítica política. “Es un artista insoslayable. Su producción atraviesa distintos períodos e incursionó en múltiples técnicas y lenguajes: pintura, muralismo, grabado, collage y objetos, reflejando distintos aspectos de la realidad. Siempre con el afán de señalar las injusticias sociales”, afirma.

Por su parte, la licenciada en Artes Visuales y especialista en grabado María del Carmen Pumar asegura que Berni fue capaz de usar el pincel con gran maestría académica y a la vez aplicar basura sobre un lienzo y convertirla en algo maravilloso, inquisidor y que interpela brutalmente al espectador. “Su obra es impactante a simple vista, movilizadora, de denuncia. Exagerada y caótica en su técnica, que a primera vista te lleva –sin conocer al artista– a no comprender bien su línea ya que pasa del academicismo al surrealismo y al kitsch sin inmutarse, y deja todo ese gran barullo para que lo resuelva el espectador. Contradictorio y a su vez realista y veraz”, describe.

Néstor Barrio, director del Centro Tarea de la Universidad de San Martín, asegura que la imponente fortuna crítica alcanzada por Berni lo ubica como el artista argentino más destacado del siglo XX y sostiene que a pesar de haber transitado las vanguardias y experimentado constantemente con diversas técnicas y materiales, su obra capturó de inmediato la mirada de todos los públicos. Y agrega: “Cautivó tanto a la intelectualidad más introvertida como a los sectores más humildes y postergados, que se sintieron plenamente identificados con su obra. Para un espectador ajeno al mundo de las artes, las pinturas monumentales, como Manifestación, Desocupados y Chacareros, no requirieron ninguna traducción ni preparación: impactaron directamente en la sensibilidad popular”.

Allá por 2011, cuando se cumplían 30 años del fallecimiento de Berni, María del Carmen Pumar presentaba un homenaje al artista en la Legislatura porteña. En realidad, el reconocimiento se centraba en lo que fueron dos personajes centrales para el arte nacional: Juanito Laguna y Ramona Montiel. “Berni no fue el primero en hacer arte de denuncia, pero fue el primero en ponerle nombre y apellido, son ellos dos. Les dio un lugar y visibilidad a personajes ocultos tras la mugre de una sociedad corrupta. Pasaron muchos años, y me pregunto qué hicimos con personajes como ellos desde que Berni los descubrió. Lejos de ayudarlos a salir de esa situación, están mucho peor”, relata Pumar, y asegura que el arte argentino le debe mucho a Berni por sentar precedentes para que artistas noveles se enfrentaran a la academia y para que se atrevieran, desde lo político, a denunciar aun en momentos complejos.

A fines de los años cincuenta, comienza a aparecer de forma reiterada en la obra de Berni la imagen de un niño humilde criado en los barrios periféricos de la ciudad de Buenos Aires. Hijo de un trabajador de la industria metalúrgica, Juanito representa uno de los tantos pibes que el sistema excluyó, dejó afuera, apartó en el reparto de la igualdad de oportunidades. Casi en paralelo, a principios de la década del sesenta, comienza a aparecer otra representación, tan fuerte como realista. Ramona, una joven costurera que, seducida por falsas promesas y una vida más esplendorosa, se vuelve prostituta.

Para Duprat, Berni logró poner en evidencia las crudas realidades en clave estética. “Su mirada hacia personajes con vidas marginales muestra una visión sensible, que constituye una denuncia social a través de las vicisitudes de estos dos representados: un niño pobre y una prostituta.”

Néstor Barrio, quien encabezó la restauración de la monumental y emblemática obra Chacareros, asegura que es inconcebible ignorar a personajes como Juanito y Ramona. “Se transformaron en íconos del imaginario colectivo y fue a través de ellos que Berni condujo gran parte de sus creaciones más recordadas. Con Juanito puso a la vista la marginación de los desposeídos en los grandes centros urbanos. Con Ramona, ensayó un argumento más problemático: es una víctima de la explotación y la indigencia por llevar una vida promiscua y, al mismo tiempo, una mujer segura de sí misma, decidida a ser protagonista de su propio destino. El gran acierto de nuestro artista fue convertirlos en personajes de un alto valor simbólico.”

HUELLAS E INFLUENCIAS

Así como es innegable el reconocimiento que Antonio Berni logró en sectores alejados de las artes (quizá junto a Quinquela Martín sean los dos artistas plásticos argentinos más reconocidos), también son enormes las marcas y el legado que el pintor y su producción dejaron dentro del campo profesional.

Para Duprat, dos ejemplos claros son la obra de la multifacética Marcia Schvartz y la del pintor autodidacta Pablo Suárez. “Ambas tienen una notoria influencia del rosarino y pueden encontrarse claramente dentro de la tradición berniana, ya que utilizan un lenguaje expresionista que se emparenta con algunas de las obras de los años 80, como el Cristo en el departamento o El obrero encadenado, ambas pertenecientes a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes”, ejemplifica.

Según Pumar, hay grandes coetáneos a Berni que practicaron el arte denunciante con compromiso social y político, como Luis Felipe Noé, Juan Carlos Romero y Nicolás García Uriburu, entre otros. “Si pienso posteriores a su fallecimiento, para mantener su legado, se me ocurre el Grupo Escombros. Coinciden tanto en su denuncia de la pobreza como en los materiales, técnicas y espacios que usan para hacer su obra. Desde la temática y desde lo estético son quienes más se acercan y reviven, como colectivo, a Berni. De todas formas, Berni tenía su impronta, aun no veo quién pueda destronarlo”, agrega.

Por último, Barrio reconoce las marcas que ha dejado Berni en múltiples exposiciones nacionales e internacionales, en publicaciones y en catálogos que se han ocupado de su obra y su trayectoria de más de cincuenta años. “Difícilmente exista un artista contemporáneo que no haya reparado en su monumental obra. Un número importante de ellos ha sido influenciado por el maestro rosarino, y tomó o se apropió de algunos de los elementos formales e ideológicos. Creo que Daniel Santoro es uno de los ejemplos más claros”, finaliza.

Escrito por
Damián Fresolone
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