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Caras y Caretas

           

CANCIONES INOLVIDABLES

Los temas interpretados por Gilda llegaron a bailes populares, fiestas de lujo, estadios y encendieron su leyenda. A continuación, un análisis de una discografía que construyó a partir de un estilo propio.

Desde sus primeros shows y después de su trágica muerte, la obra de Gilda ha estado rodeada por un halo místico/sobrenatural. Como sucede con estos astros y sus meteóricas carreras, después de sus cuatro discos oficiales se lanzaron innumerables compilados, grandes éxitos, enganchados y remixes.

Pero el primer lanzamiento póstumo, llamado Entre el Cielo y la Tierra (1997), incluye una canción que puede resonar casi premonitoria: “No es mi despedida”, que tiene un videoclip elocuente: según la leyenda, la canción era uno de los demos que Gilda dejó grabados, y que apareció en un casete virgen, hallado en la ruta, entre los restos del choque que truncó la vida y la carrera de la mujer más carismática de la movida tropical.

En De corazón a corazón (1992, Magenta, reeditado en 1999 como Si hay alguien en tu vida), su voz avanza cándida y se eleva sobre una instrumentación mínima y sintética. En ese primer disco, Gilda y Toti Giménez, su compañero y el director musical de su banda, echaron mano a canciones de artistas diversos y de géneros variados para llevarlos al terreno de la cumbia, algo acostumbrado en el género. Como ejemplo, su versión de “Échale picante”, que interpretaba el conjunto peruano Los Pakines, en los años 70 (pero que antes era interpretado por la cantante y actriz española Rosa Morena). Con un sonido más pop, la maestra jardinera de Villa Devoto también se le anima al clásico “P’al bailador”, del sonero colombiano Joe Arroyo. Entre estas canciones aparecen las primeras letras propias: declaraciones ensoñadas (“Bésame suave”), algo inocentes (“Vamos a ver”), de conquista adolescente, inspiradas en las letras que escribía cuando era una quinceañera y sus primeras influencias eran Gloria Estefan y los shows de Tina Turner, que estudiaba frente a la televisión.

“Para ti, Cholo, con cariño”, el saludo de Gilda que abre “Corazón herido”, es un reconocimiento a un hombre que entendía muy bien el sonido comercial de la época y que tenía mucho peso (o que era un peso pesado, por decirlo de otra manera) en toda la movida desde la Argentina hasta Chile y Perú. José “el Cholo” Olaya fue clave en el crecimiento artístico de la cantante y también en su proyección regional. Este hombre orquesta (que falleció de coronavirus en 2020) ya había revolucionado la cumbia romántica local al armar Los Charros, con elementos de las boy bands del pop pero con los sonidos de cumbia norteña y vestuarios de los carnavales andinos. Como explica Martín Roisi, productor de la película Alta cumbia y de la serie Vida de cumbia y estudioso del género, Olaya fue pionero: “Fue el creador de Karicia, de Los Charros, del Sexteto Imperial. Trajo el sonido de la cumbia peruana, el sabor de la chicha, y lo aplicó en Karicia. Tiene detalles muy electrónicos en las baterías y sintetizadores”.

INSTRUMENTISTA DE OFICIO

En Perú, la cumbia había tenido su explosión en los años 70. El Cholo contrataba y casi que importaba músicos desde su país, y con esos instrumentistas de calidad rodeaba a Gilda. Todo esto se nota en su segundo disco, La única (1993, Clan Music): ahí se destacan las influencias norteñas, y los bronces de las trompetas conviven con vientos andinos. Además de varias canciones propias (“Como tú” y “Corazón herido”), incluye “El Aguajal”, de Los Shapis, una banda emblemática de la cumbia chicha.

Los saludos que Gilda hace en los puentes o en las intros, emulando las arengas de los animadores en los bailes, hablan también del buen clima con sus compañeros de banda, un verdadero all star de talentosos. Por supuesto, cuenta también la visión de Juan Carlos “Toti” Giménez, tecladista, arreglador y director musical de la banda, y el primero en confiar en la voz de Gilda. Imaginen que el universo musical de Toti estaba influenciado tanto por los Beatles como por Giorgio Moroder y Los Wawancó. Más allá de la cantante, una de las virtudes que tenía este conjunto es que en vivo sonaba igual (y hasta mejor) que en los discos, y con eso se acentuaba la diferencia.

SALTO GIGANTE

Cuando llega Pasito a pasito… con Gilda (1994, por Leader Music, que sería reeditado con el nombre de su gran hit, “No me arrepiento de este amor”), su carrera había pegado un salto gigante. Las horas de estudio, las jornadas en el micro de gira y los shows para probar las canciones le permitieron a la banda encontrar una armonía importante. En un encuentro fortuito, conocería a Quique Toloza, guitarrista y arreglador para su próximo álbum. Como diría Toti Giménez: “Gilda quería tener un sonido con más cuerpo dentro de la banda y yo le dije que teníamos que tener un guitarrista y a Quique. Él aportó muchas ideas, y si comparás lo anterior con Corazón valiente, verás que la banda tuvo un cambio”.

Basta con ver la portada de Corazón valiente (1995, Leader Music), retratada por Silvio Fabrykant, para dimensionar a la Gilda icónica. La banda está completamente ensamblada. La armonía se nota en cada detalle. El disco abre con “Fuiste”. Con una palabra sintetiza el cancionero sentimental sobre el que canta Gilda: la mujer que amó con devoción, pero también decidió decir “basta”. Porque ese fue otro de sus desafíos: poner sensatez a la pasión, compartir alegría y encontrar su propia voz, más allá del doble sentido y la picaresca imperante. Su búsqueda era trascender la pista del baile y tocar el corazón de quienes podían escucharla en la radio, en sus casas. Sus canciones, como “Corazón valiente” (“tengo el corazón valiente, prefiero amarte y después perderte”) o “No te quedes afuera” (acaso, ¿no podría estar en la línea de “La vida es un carnaval”, de Celia Cruz?), serían impulsadas con melodías que se pegarían a nuestra cultura popular. Y ahí, entre sus temazos, hay una canción que, de alguna manera, parece estar dedicada y envolver a cada uno de quienes la escuchan en su voz. Y esa canción es “Paisaje”, de Franco Simone.

Gilda hizo varias versiones de otros artistas, algo muy usual en la movida tropical. Principalmente, en los compilados póstumos aparecen algunas perlas: por ejemplo, “Sukaina”, un merengue sensual de Las Chicas del Clan, una agrupación noventosa de República Dominicana. También hizo su propio “Mi chico de los ojos café”, del panameño Renato Aulder (que también versionarían Los Fabulosos Cadillacs). Y así se puede seguir y encontrar piezas de Juan Gabriel, Marco Antonio Solís y otras voces latinas. También están las versiones en vivo, compiladas en Un sueño hecho realidad, que emula la atmósfera bailantera con un repertorio notable: “Me estoy enamorando” de Ráfaga, un medley “Guantanamera/La Bamba” y “Oye mi canto”, una de las canciones emblemáticas de Gloria Estefan, con la frescura de Gilda.

Sin embargo, “Paisaje” (o “Passaggio”, compuesta por Simone en 1978) tiene algo de epifánico. Parece que Gilda, que les escribía con resignación y orgullo al amor partido, a las despedidas, a las esquirlas de las relaciones para salir adelante, por fin encuentra las palabras adecuadas para sentir que esta vez sí, que vale la pena intentarlo. Que es ahora o nunca.

Escrito por
Mariano Del Águila
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