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Caras y Caretas

           

“PUIG HACE QUE EL PÚBLICO SE IDENTIFIQUE CON SUS PERSONAJES”

La actriz Leonor Manso tuvo un papel clave en la legendaria versión cinematográfica de Boquitas pintadas. Y en breve protagonizará el reestreno de la adaptación teatral de Cae la noche tropical, otra obra emblemática del escritor nacido en General Villegas.

Sigue disfrutando el placer de subirse a un escenario para representar una obra de teatro más allá de los condicionamientos que impone la pandemia. Aunque, del otro lado, esta vez no había público, sino cámaras. Se trata del proyecto generado desde el Teatro Nacional Cervantes que convocó a autores independientes para concursar con piezas cortas, una veintena de las cuales fueron filmadas para su puesta online en las redes sociales de la institución. A ella, Leonor Manso, le tocó actuar en La pasión según Teresa Von Hauptbanhof, escrita por Cristian Palacios. Mientras tanto, alterna jornadas de hasta diez horas de grabación en los estudios de la productora Polka para su apuesta de ficción “villera” (La 1-5/18), con la dirección de Bergman y Liv, correspondencia amorosa, en el Centro Cultural 25 de Mayo.

Pero el destino y mucho más hicieron que se reencontrara con la obra de Manuel Puig. En 1974 se destacó como parte del elenco de Boquitas pintadas; hoy aguarda el reestreno en la sala Casacuberta del Teatro General San Martín de Cae la noche tropical, otra adaptación de una novela del escritor nacido en General Villegas, en la que compartirá escenario con su amiga Ingrid Pelicori. La obra fue prevista para antes de la pandemia y reprogramada para principios de septiembre. Ahí interpretan a un par de hermanas ya ancianas que mantienen largas conversaciones en un departamento de Río de Janeiro, hasta donde los avatares de la vida política argentina arrastraron al hijo de una ellas. Como siempre, en Puig, el chisme, el cotilleo, es una herramienta poderosa y maleable para contar otras cosas.

Para Manso, Cae la noche tropical es un reencuentro por partida doble, con la obra y con el entrañable autor que le deparó uno de los primeros y más intensos papeles de su prolífica y polifuncional carrera, cuando interpretó el personaje de la Raba, en la versión cinematográfica de Boquitas pintadas (1974), dirigida por Leopoldo “Babsy” Torre Nilsson.

–¿Conocía la novela antes de filmar la película?

–Sí, claro, había leído Boquitas pintadas, que era un best seller para la época, especialmente en el ambiente artístico en el que yo me movía.

–La convocan, justamente, para el personaje más sufrido y querible, la Raba.

–Fue un personaje muy lindo de hacer, y con esa pareja maravillosa que conformaban Torre Nilsson y su mujer, Beatriz Guido. Se vivía un clima muy particular, muy humano. Torre Nilsson era la calma personificada, cuidaba mucho a sus actores, y Guido era pura energía, se complementaban bien. Se veían a sí mismos como unos campeones. A veces, a ella le gustaba especialmente un plano o una escena y celebraba las ocurrencias de su marido. “Qué genial”, decía.

–¿Puig se involucró mucho en el rodaje?

–Habrá estado personalmente un par de veces en el rodaje que se filmó en una casa de Adrogué, era amigo de la pareja.

–¿Qué más recuerda del proceso de filmación? Era una especie de dream team. Torre Nilsson de director, Alcón de protagonista, la música de Waldo de los Ríos.

–Era muy fluido todo, sin los apuros que se viven ahora, las corridas de los actores para acá y para allá.

–Cuatro décadas más tarde vuelve a Puig. O Puig vuelve a su vida. Justamente para actuar en la adaptación teatral de la última novela que publicó en vida, Cae la noche tropical.

–Me llamaron del San Martín para eso. Resulta que la adaptación era de Santiago Loza y la dirección de Pablo Messiez, y se da que yo lo había dirigido muy jovencito en una versión de Esperando a Godot. Hace más de una década reside en España, pero había presentado el proyecto por medio de su representante y fue aceptado. Compartimos el escenario con Ingrid Pelicori y fue un éxito tremendo. Hace poco, veía un video del estreno y era conmovedor ver las caras del público, de alegría, de emoción. Puig hace que el público se identifique con sus personajes. Ahora, estamos esperando el reestreno, que estaba pautado como comienzo del ciclo y se canceló por la pandemia. Tendremos unos quince días de ensayo en agosto, no sé si alcanzarán. Reestrenamos el 4 de septiembre.

–¿No es raro eso de pasar de directora a dirigida por la misma persona?

–Para mí, es natural. El director de la aventura tira las líneas y allá vamos. Como actriz, se pueden dar puntos de vista, pero el que tiene la última palabra es el director.

–En pandemia, igual se pudo subir a las tablas.

–Fue hermosa esa experiencia de volver al teatro, al Cervantes, esa sala que quiero tanto. Para una pieza extraña, que proponía mucho juego, y donde pude compartir con Paloma, porque éramos madre e hija también en la obra. Y Nayla Pose, como buena directora, supo guiarnos. El proceso fue complejo, respetando todos los protocolos. Ensayamos en el piso diez y recién después nos habilitaron el escenario para la filmación a cuatro cámaras. La directora nos marcaba dónde estaban, pero tratábamos de no pensar en eso.

–Este contexto tan particular potenció esa especie de híbrido, el streaming.

–El teatro no puede ir filmado. En una grabación, se corta y se vuelve a comenzar. El teatro es sin red, tanto para los actores como para el público. Pasó algo tan lindo después de terminar de grabar… Salimos todos juntos, por avenida Córdoba hacia Callao, como si no quisiéramos separarnos. Y en medio de todo ese panorama tan triste y desolador, con tan poca gente en la calle, encontramos un bar abierto, cinco mesitas, y nos sentamos a compartir una cerveza, hablando un par de horas, porque el teatro también tiene eso de crear vínculos entre las personas.

Escrito por
Oscar Muñoz
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